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Política

Redistribuir o producir

Hay diferencias insoslayables entre los hombres, que no pueden someterse a la homogeneización comunista.

La Habana

Enfatizar en la redistribución de las riquezas y y no en las formas en que estas se producen y son consumidas, es uno de los tantos errores de origen de las ideas comunistas. Los seres humanos no han cambiado mucho desde el descubrimiento del fuego a la fecha. Siempre motivados por intereses personales: dormir resguardado de la furia de los elementos, vestirse de acuerdo con el clima y los recursos a su disposición, calzarse para evitar lesionarse en las largas caminatas en busca de caza o en las veloces carreras para escapar, criar y cultivar los alimentos, cocinarlos, curarse con hierbas en lugar de saliva.

Y así ha sido hasta nuestros días. El hombre vive una sola vida en este mundo, escatologías aparte, y cada generación, a la vez que aprovecha el legado de las anteriores, aporta lo que le corresponde con el fin primitivo, ancestral y último, de sobrevivir él y los suyos en primer lugar. No hay que juzgarlo mal, pero el ser humano es por naturaleza egoísta, aunque el altruismo es una cualidad que lo adorna. Como diría un amigo, ¿a santo de qué entonces la utópica idea de convertir al hombre en un ser que trabaja desinteresadamente para los demás, sin aspiraciones personales, cual miembro de un gran enjambre, útil solo para alimentar y cuidar a la reina de la colmena, a sus descendientes zánganos, a otros obreros iguales que él y a futuras reinas? Ese es el comunismo, siempre habrá algunos que sacarán provecho del trabajo de otros.

En el mundo de las abejas eso está muy bien, funciona desde hace millones de años, pero en el mundo de los seres humanos con necesidades siempre variadas y crecientes y con ambiciones, actitudes y aptitudes diferentes, es un disparate.

Hay diferencias insoslayables entre los hombres, que no pueden someterse a la homogeneización comunista. Unos son más inteligentes que otros, otros más esforzados, otros muestran habilidades únicas, y todos desean cosas diferentes. Los deseos de los seres humanos pueden ser infinitos así como sus necesidades. En una colmena hay solo tres categorías: reina, zánganos y obreras, con funciones específicas e invariables al igual que sus necesidades. Reducir la raza humana a la condición de simple colmena es una pretensión injusta.

El sistema marxista-leninista no es humanista, ni siquiera puede considerarse humano cuando persigue como modelo ideal de sociedad la de las abejas. Pero tampoco es científico cuando al ser sometido a prueba (método utilizado por la ciencia), fracasa una y otra vez sin haber demostrado su viabilidad en los distintos escenarios ensayados (URSS, China, Europa del Este, Cuba, Vietnam, Corea del Norte y Venezuela). Al menos las abejas tienen a su favor que siempre que repitan su rutina van a producir miel. El comunismo en cambio, se repite y siempre produce miseria, corrupción y represión.

Las sociedades comunistas dedican ingentes recursos a defenderse de supuestos enemigos internos y externos, cuando deberían dedicar esos esfuerzos a producir bienes de consumo y servicios. De ahí que, lejos de crecer en bienestar, se endeuden con gastos destinados a batallas ideológicas, propaganda nacional e internacional, y gastos públicos exorbitantes en servicios vitrina pagados en realidad por los contribuyentes y no por el Estado, benefactor.

Todo lo que requieren los ciudadanos para ser creativos y productivos es la oportunidad de vivir sin tantos controles y regulaciones que coartar las capacidades individuales. Solo así serán creadas las ansiadas riquezas que los comunistas sueñan redistribuir.

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