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Muerte de Fidel Castro

De lo sublime a lo ridículo no hay más que un jeep

Puede suceder cualquier cosa: el jeep de las cenizas de Fidel se descompone y los custodios de la urna tienen que empujarlo.

Miami

En la Cuba castrista, versión de Macondo en tiempo real, puede suceder cualquier cosa. Hasta que el jeep conduciendo las cenizas de Fidel Castro se haya descompuesto a la entrada de Santiago de Cuba, y los solemnes custodios de la urna hayan tenido que descender del vehículo para empujarlo.

De manera que el supuestamente invicto Comandante, que fue capaz de sobrevivir a más de 600 atentados organizados por "el imperialismo", según la fantasiosa y tramposa versión que cuentan sus alabarderos sin aportar pruebas incontrovertibles y convincentes (porque tales "atentados" son inventados), no fue capaz de superar normalmente el recorrido La Habana-Santiago, porque entrando en "la cuna de la Revolución" falló el jeep ruso que transportaba las sublimes cenizas.

Naturalmente, el transporte utilizado para ese movimiento podría haber fallado en cualquier momento por su siempre cuestionable calidad, siendo de los tipos de equipos que desde el inicio de su gobierno impuso el dictador, que prefirió traerlos desde la Unión Soviética y "el campo socialista" al despreciar, desde antes de que se impusiera el embargo, los transportes y repuestos fabricados por "el imperio", aunque a él personalmente siempre le gustaron y utilizó para sus traslados las marcas "capitalistas" Oldsmobile, Alfa Romeo y Mercedes Benz. El ineficiente y protocolar Chaika blindado soviético que utilizaba a veces era solamente para guardar las formas con sus amigos de la KGB.

Además de la poca confiabilidad del vehículo ruso utilizado para trasladar los restos, es evidente la falta de preparación y capacidad de los encargados del mantenimiento y puesta a punto del transporte en el país, si incluso cuando están transportando las cenizas del Magno Cadáver se pueden producir fallos como ese. ¿Qué hubiera sucedido si la supuesta "agresión enemiga" que caricaturescamente se ensayó en el recién concluido Bastión 2016, hubiera sido un evento real? ¿Hubiera estado en condiciones el transporte "revolucionario" para enfrentar un ataque enemigo en gran escala, cuando incluso el jeep con las cenizas de Fidel Castro se encangreja en medio de la ciudad y hay que bajarse a empujarlo? ¿Era realmente un jeep, o un carretón disfrazado?

Si algo así hubiera sucedido en África o en América Central se hablaría del subdesarrollo, del colonialismo que esquilmó a los pueblos del Tercer Mundo, o de cualquier otro de los temas favoritos de la izquierda violenta para justificar su ineficiencia y corrupción.

Pero tratándose de un país donde, según declaró muy recientemente Raúl Castro, su ya fallecido hermano enseñó a los cubanos durante toda su vida que todo lo que se le ocurriera se podría lograr, es bochornoso, y hasta patético, que entre las cosas que no se puedan culminar esté el transportar las cenizas del —según ellos— difunto más importante del país sin que el vehículo que las traslada tenga desperfectos mecánicos.

Por cierto, la frase de "Sí se puede" que tanto repitió Raúl Castro en la ceremonia funeral final en Santiago de Cuba, y que mecánicamente coreaban como focas amaestradas los participantes, fue la misma que utilizó el presidente Barack Obama durante toda su campaña presidencial en el 2008. Era de pensar que los verdaderos revolucionarios serían capaces de imaginar consignas movilizadoras diferentes a las que utilizan los gobernantes "imperialistas".

Otro elemento a tener en cuenta es que cuando los custodios de la urna tuvieron que bajar del vehículo para empujarlo, en cierto sentido patinaron los mecanismos de la seguridad personal, pues debieron abandonar momentáneamente la función de custodiar para empujar, convirtiendo el jeep en uno de pilas, porque hizo falta una "pila de gente" para moverlo y echarlo a andar nuevamente.

Se dice que en Santiago de Cuba muchos cubanos que adoran dioses diferentes a los hermanos Castro ya han comenzado a señalar que el desperfecto del jeep fue una clara señal de que esa "tierra caliente" no deseaba recibir los despojos del dictador, y que tanto al difunto como a su hermano debería gritárseles como gritaba Fidel Castro a los cubanos que en 1980 abandonaban el país por El Mariel: "No los queremos, no los necesitamos".

De cualquier forma, Raúl Castro debería tomar medidas para que durante sus propios funerales no ocurriera lo mismo en el traslado de sus restos hasta el Mausoleo del Segundo Frente donde radica su nicho mortuorio.

La solución es muy sencilla. Que dejen guardados los ineficientes "yipis" rusos y utilicen para remolcar la urna marcas "imperialistas" reconocidas por su calidad, eficacia, solidez  y prestaciones, como Jeep, Land Rover, Mercedes, BMW, Nissan, o cualquier otra.

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