Back to top
Editorial

Pobre consuelo de rabia

'Otras sociedades no encuentran escandaloso o extraño que los atletas nacionalizados compitan por sus países de origen. En el caso de Cuba una cuestión así se hace altamente problemática.'

Madrid

"Estas parecen ser las Olimpiadas de los cubanos nacionalizados", escribía pocos días antes de la clausura en Río de Janeiro una colaboradora de DIARIO DE CUBA. Y estos también han sido unos juegos olímpicos en los que no llegó a cumplirse el pronóstico de medallas de la delegación cubana.

Los triunfos de cubanos en equipos de otras nacionalidades, sumados al incumplimiento de las metas oficiales, hicieron que un vocero del régimen tildara de "excubano" al subcampeón olímpico Orlando Ortega. En ciertos círculos desató una gran indignación el hecho de que Ortega se acogiera a la bandera española para celebrar su victoria, y poco faltó para que citaran el más conocido poema de Bonifacio Byrne con su dilema entre dos enseñas nacionales.

Lo que se esconde detrás de toda esta patriotería es la alarma ante unas imágenes de riesgo. Porque, envueltos en la bandera de España o Turquía o Azerbaiyán o Italia, los medallistas de origen cubano contradicen la versión oficial de que quienes emigran de Cuba lo hacen siempre por razones económicas y no sostienen ningún desacuerdo político con el régimen.

Pues bien, decididos a desarrollar al máximo sus capacidades, esos medallistas nacidos en Cuba se vieron obligados a tomar una decisión política. Representan ahora otra bandera y se envuelven en ella cuando alcanzan la victoria. Compiten por sus países de adopción porque la cerrilidad de las autoridades de la Isla ayudó a hacer de ellos unos emigrantes políticos.

Otras sociedades no encuentran escandaloso o extraño que los atletas nacionalizados compitan por sus países de origen. Incluso lo promueven. En el caso de Cuba una cuestión así se hace altamente problemática, se convierte en cuestión de Estado. Sin embargo, el problema atañe menos a los deportistas que a las autoridades políticas. O aprenden las autoridades a respetar las potencialidades y libertad de los deportistas, o tendrán que recurrir cada vez más a esa patraña de registro civil de tildarlos de excubanos.

Esto último constituye un pobre consuelo de rabia que no conseguirá bajar del medallero olímpico a campeones como Orlando Ortega, Yasmani Copello, Lorenzo Sotomayor, Osmany Juantorena, Frank Chamizo y otros más que, con sus respectivas banderas, surjan en el futuro.

Sin comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.