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Sociedad

Servicio funerario estatal: ataúdes a punto de desfondarse y cristales que caen sobre el cadáver

El diácono Miguel Pons cuenta que parte de su trabajo en el Cementerio de Colón es intentar aplacar la ira de los dolientes.

La Habana

Más que ofrecer consuelo, el diácono Miguel Pons calma la rabia de los deudos de los muertos de La Habana. A su capilla, que está en el Cementerio de Colón, llegan féretros de mala calidad a punto de desfondarse y familias dolidas y molestas.

A sus 61 años, Pons tiene que ayudar a bajar las cajas mortuorias revestidas de tela oscura que llegan sin asas y en vehículos viejos. Se necesitan entre cuatro y cinco hombres para conducirlas hasta el centro de la capilla. Otras veces, debe dar los responsos fuera de los autos, con el féretro adentro, reporta la AFP.

"Tengo que salir a celebrar (el oficio) en la calle porque el chofer me dice: 'Padre, no podemos bajar la caja porque es muy pesado el cadáver y tengo miedo de que se vaya a desfondar'", relata el diácono.

Dice que intenta tranquilizar a las familias que en medio del dolor protestan porque el ataúd de madera está sin clavos, con la tela raída, el fondo endeble o porque el cristal cayó sobre el cadáver.

"Se me queja la gente y me dicen: 'Padre, ¡pero mire eso!'. Y les digo: '¿Pero qué podemos hacer?'. Yo sé que es muy doloroso", afirma.

En Cuba mueren más de 96.000 personas al año, según estadísticas oficiales. Los servicios funerarios son ofrecidos exclusivamente y casi de forma gratuita por el Estado.

Los cubanos reciben como dote para la muerte un féretro, un velatorio y un lugar en el cementerio.

Pero si quieren flores tienen que pagar una suma, o el equivalente a 13 dólares si eligen la cremación, una alternativa disponible desde 2006.

Si bien es un valor mínimo en Latinoamérica, no deja de ser significativo en un país con un salario mensual promedio de 24 dólares, según las cifras oficiales.

Las dificultades que los cubanos enfrentan en la muerte no son un reclamo aislado ni reciente, pero en diciembre la queja se oyó en la Asamblea Nacional, donde el diputado Alexis Lorente abogó por la calidad en los servicios fúnebres.

Citado por el diario oficial Granma, Lorente mencionó "insatisfacciones" con la incineración, las flores, la comida en las funerarias y la falta de automóviles fúnebres en algunas provincias.

Sin embargo, luego comentó a la AFP que está en marcha un "programa de reparación de todos los coches fúnebres, de mejoría de la atención en las funerarias (...) y de la madera utilizada para los sarcófagos".

Un jubilado de 70 años que habló con la AFP bajo reserva por temor a represalias, recordó que casi se infarta cuando falleció su madre en noviembre, pero no precisamente de dolor.

El personal de la funeraria llegó siete horas después del deceso, la caja mortuoria casi se desfonda con el cuerpo dentro, y "cuando quisimos cremarla nos dijeron que no había turno y tuvimos que sepultarla", relató.

Muchos cubanos también preferirían, según el diácono, rezar a sus muertos en tumbas individuales. Pero cuando las familias no cuentan con nicho propio los restos son puestos en una bóveda, uno sobre otro, y exhumados a los dos años, cuando cada quien decide dónde depositarlos: una vasija, un osario...

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