Back to top
Opinión

Cómo salir de la crisis de valores

'Cómo se puede salir de la actual y alarmante crisis de valores, me lo demostró en unos minutos el amigo de mi hijo.'

La Habana

A pesar de lo mucho que se habla de crisis de valores en la sociedad cubana, a pesar de los lamentables ejemplos que vemos a diario en la calle por representantes de varias generaciones, es difícil establecer una diferencia cuando se compara siempre con un pasado, reciente o remoto, pero jamás presente.

Hace unos días tuve ocasión de presenciar una diferencia palpable, que sería un buen motivo de estudio para sociólogos o defensores del proceso revolucionario.

Un amigo de mi hijo, que ahora vive en Estados Unidos, vino de vacaciones y pasó a visitarlo. Aquí, era un muchacho de los tantos provenientes de ambientes marginales, le gustaba criar palomas, los videojuegos, y el fútbol. Sin ser precisamente maldito, solía conducirse de manera inapropiada, hablaba con jerga, no le interesaba la escuela ni mostraba el más mínimo interés por su futuro.

Después de un año de ausencia, me sorprendió su sencillez y la corrección de sus modales. Hablaba de su experiencia viviendo en Austin sin alardear, se notaba que en tan corto tiempo había madurado y se había transformado radicalmente su visión de la vida. Sobre la escuela, comentó que "se le pega" el  inglés aunque le es difícil escribirlo, las clases le resultan interesantes y le gusta la libertad de vestir cualquier ropa porque no se usa uniforme. También, aunque él tiene el pelo corto, le agrada que los varones puedan elegir llevar el pelo largo. Ya tiene licencia de conducir y el padre le compró un auto.

En su visita a la Isla, le sorprendió lo interesadas que son las muchachitas. Allá ha tenido novias  con las que comparte intereses propios de la edad, aquí le han preguntado cómo es que "viene del Yuma y no tiene dinero", se siente incómodo de tener que explicar que todavía es estudiante.

Viéndolo y escuchándolo, resultaba increíble el cambio. Pensé en lo difícil que hubiera sido corregir o ampliar su vocabulario aquí, y especialmente, combatir su apatía por formarse para alguna profesión, la misma apatía que muestran tantos jóvenes y adolescentes convencidos de que es inútil estudiar en una sociedad donde luego no podrán vivir de su salario.

La misma indiferencia por programas estudiantiles obsoletos, donde no se desarrolla el libre discernimiento ni se enfatiza en la funcionalidad social, sino en la manipulación del pensamiento, en el entrenamiento de la memoria y en el sometimiento de la voluntad por coacción, o falta de alternativas.

Cada vez que me hablan de los méritos de la educación cubana, pienso en que tuve una formación mejor que mi hijo, pero no por valores sino por la calidad de la información. No se puede hablar de educación cuando no se entrena la libertad de pensamiento y expresión, ni se enseña siquiera mínimamente sobre los derechos civiles.

Y si mis profesores eran mejor educados, fue justo porque provenían de generaciones formadas antes de la revolución. La ostensible degradación moral que no disminuye sino crece, que ha encontrado su voz en un género tan popular y discutible como el reguetón, es el resultado de generaciones educadas íntegramente dentro del proceso revolucionario, es su fruto directo y puro.

Es el eco de los mítines de repudio, de la legitimación de la vulgaridad, la obscenidad y el vandalismo. Y ha calado tan hondo que en la VII Cumbre de las Américas que tuvo lugar en Panamá, hasta funcionarios de la cultura se condujeron en estos tristes términos, reclamado ser los representantes de nuestra "civilidad".

Cómo se puede salir de la actual y alarmante crisis de valores, me lo demostró en unos minutos el amigo de mi hijo. Viviendo en una sociedad que funciona, donde se premia al ciudadano que estudie, trabaje, respete las leyes, y no al mediocre que compensa su incapacidad con lealtad política, al que no se queja de su salario porque roba al Estado o estafa al prójimo. En una sociedad donde las personas valen por lo que producen, no por la ideología que profesan, o fingen.

Sin comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.