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Economía

Importación de mercancías, un negocio en ascenso

Aumentan los importadores particulares de mercadería y su fortaleza principal es la venta a plazos, algo impensable en las tiendas estatales.

Santiago de Cuba

Las ventas en el mercado negro han sido una constante en la Cuba revolucionaria. Firmemente perseguidas por las autoridades policiales, eliminarlas no ha estado nunca dentro de sus posibilidades. Si en años anteriores estas ventas se hacían de manera subrepticia, hoy el amparo de los negocios privados las ha hecho florecer y es muy fácil acceder a ellas.

La diversidad de las mercancías vendidas es ilimitada: alimentos, herramientas, electrodomésticos y ropas. Lo que usted quiera comprar y las tiendas estatales no posean o tengan a precios astronómicos, se encuentra en el mercado negro. Solo es necesario preguntar en la calle, y la mercancía aparece.

El robo a las empresas estatales es la fuente fundamental de este comercio. Pero desde hace pocos años se le ha  unido la importación de mercancías de manera privada. Aunque reciamente maniatado por numerosas regulaciones aduaneras, este negocio prospera, aupado por las carencias crónicas que padece el país y la corrupción creciente de la anquilosada infraestructura gubernamental.

Su fortaleza principal es la venta a plazos, opción de pago negado a las personas por parte de los comercios estatales. Obligado a pagar al contado con sus irrisorias remuneraciones, comprar de esta manera recrea la ilusión de consumo. La ropa es la mercancía que más se importa. La prohibición de su venta a los cuentapropistas no ha reducido su tráfico, solo ha hecho que los vendedores diversifiquen y perfeccionen las maneras de hacerlo.

La cadena del tráfico comienza con los viajes de compras a Ecuador, Haití y Rusia. Estos lugares se han convertido en los paraísos de inversión de estos nuevos importadores privados. Las redes están eficientemente organizadas. Se hace la compra entre cuatro días y una semana y se regresa a la Isla donde se le entrega a sus distribuidores.

Yulia tiene 29 años, y trabajaba de informática. Empezó con la venta de ropa en su centro de trabajo, una amiga se la daba y ella le ponía su plus de ganancia. Después de dos años ha decidido estrenarse como inversionista. Acaba de regresar de Moscú, donde hizo una compra de 125 kilos entre ropa y zapatos.

"Fue mi primer viaje fuera de Cuba", comenta, "el alojamiento y demás estaba cuadrado, fui a  medias con otra persona que me contactó con la gente de Moscú. Fueron solo seis días, me hubiera gustado visitar la Plaza Roja y la discoteca Habana Vieja, pero entre las compras en la tienda y el empaquetado no hubo tiempo para turistear. Será para el año que viene".

Ella vende ropa en su casa y tiene sus distribuidores. La mayoría son jóvenes desempleados que se buscan la vida como revendedores. Caminan por las calles de los barrios de Santiago con las mercancías colgadas en sus brazos o simplemente la exponen en los bancos de los parques como cualquier vendedor legal. Llegan hasta centros de trabajo proponiendo atractivas cuotas de pago de hasta tres meses, y  regresan a cobrar sus adeudos cada día de pago.

Otro de estos empresarios es Joaquín, de 56 años, cubano nacionalizado español, quien después de tres años ha dejado su residencia madrileña para importar mercancías. Su pasaporte español le permite mayor libertad en cuanto a los países a visitar. El hace los viajes vez cada dos o tres meses. Vende su mercancía al por mayor, que es la mejor manera de recuperar rápido la inversión. "Tengo mis compradores seguros", dice, "y siempre me aparecen nuevos".

El negocio fructifica. Las buenas opciones de pago, la calidad y variedad de ropas y zapatos, en comparación a las carísimas prendas que caducan en las tiendas en divisas, hacen que cada día se acojan más cubanos a este medio de vida.

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