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Opinión

La paz de todo el pueblo

El proceso de pacificación en Colombia puede servir como ejemplo a los cubanos, sin importar el bando a que pertenezcan.

La Habana

El proceso de pacificación en Colombia puede servir como ejemplo a los cubanos, sin importar el bando a que pertenezcan, de que cuando se anteponen los intereses de la nación a los personales, todo es posible, hasta los milagros. Por esa razón, la reconciliación en Cuba depende de la capacidad de escuchar de las partes en pugna. Mientras el Gobierno cubano insista en ningunear a los opositores descalificándolos, sin detenerse en prestar atención a las quejas, protestas, denuncias y demás manifestaciones de civilidad, el país no se reencontrará con el camino de la prosperidad y la paz duradera.

Donde hay odios y miedos que no se curan por falta de voluntad de los que tienen la fuerza, no puede haber avances en la reconstrucción de la sociedad que, aunque en el presente no padece un conflicto armado, está  dividida por una guerra ideológica cuyos efectos más visibles y perjudiciales son los más de dos millones de cubanos y sus descendientes regados por el mundo, y la apatía de los que no se han ido.

Pensar diferente se ha considerado un delito en Cuba durante más de medio siglo, cuando, por el contrario, debió ser siempre el motivo para sentarse a conversar, y no el obstáculo. Esas reuniones, asambleas, congresos, cónclaves y convenciones (lo mismo con más de lo mismo),  donde el único punto de desacuerdo en el orden del día puede ser el horario de la merienda, han envenenado la cultura del debate.

Los exguerrilleros de la Sierra Maestra se hicieron del poder y lo han mantenido por la fuerza con el paredón de fusilamiento y las cárceles como parte del monólogo. Siguen siendo los mismos guerrilleros del año 1959, con más fe en las armas que en las palabras, aunque aplaudan a rabiar el proceso de paz colombiano. Para ellos las FARC-EP merecen tener en Colombia el acceso a la vida política que se les niega a los que piensan diferente en Cuba.

¿Dónde queda entonces el discurso de la inclusión, la voluntad política y la igualdad de derechos? El general Raúl Castro se niega a aceptar que en una sociedad siempre van a existir voces disidentes sin que por eso deban ser considerados enemigos. El totalitarismo cubano convulsiona ante la idea de cambios pacíficos hacia la democracia y la economía de mercado. La clase en el poder se niega a perder sus prebendas, por lo que prefiere abrir la puerta con sigilo y a la menor amenaza se vuelve a cerrar a cal y canto.

El discurso de Raúl Castro ante la Asamblea General de las Naciones Unidas es un ejemplo de que nunca van a ser suficientes las acciones del Gobierno de EEUU para crear un clima propicio al mejoramiento de las relaciones entre los dos países, y mientras así ocurra, el argumento de plaza sitiada servirá a los comunistas de La Habana para justificar la opresión.

Es evidente que el Gobierno cubano no repudia la economía de mercado como tal. A fin de cuentas, el sistema económico que se pretende implementar con la ayuda del capital norteamericano no es más que economía de mercado pero del peor tipo, sin ninguna de las ventajas del capitalismo y sí todas sus calamidades, las que sumadas a las propias del comunismo no nos permiten ser muy optimistas respecto al futuro de la Isla.

Pero no es un modelo ramplón y  chapucero de economía de mercado lo que hace falta en Cuba, sino la institucionalización del país en pleno, con leyes incluyentes e iguales para todos; una Constitución sin favoritismos ni exclusiones de corte ideológico donde se respete la propiedad privada y las libertades y derechos civiles reconocidos en cualquier sociedad democrática, lo que para nada excluye los llevados y traídos derechos a la salud y la educación públicas (que no gratuitas), una legislación mercantil adecuada a las necesidades de una nación que aspira a crecer para mantenerse de sí y un sistema electoral que permita a los cubanos de adentro y de afuera elegir a sus gobernantes.

¿Tendrá suficiente voluntad política Raúl Castro para alcanzar la verdadera igualdad entre los cubanos aunque piensen diferente? Hasta hoy no es un crimen que cada cual desee, individual o colectivamente, tener un mejor gobierno, y eso solo se puede lograr entre todos.

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