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Sociedad

Decisiones policiales estimulan la violencia en 23 y G

Para hacer su trabajo más fácil, la Policía obliga a jóvenes de diferentes 'ambientes' e intereses a convivir en un espacio reducido, lo que genera conflicto, dicen afectados.

La Habana

La violencia social, que en los últimos tres años ha ido subiendo intensidad, se ha extendido a la popular intersección de las avenidas G y 23. Aunque no iguala la escalada que experimentan los llamados "barrios periféricos" de La Habana, la preocupación se fundamenta en que, históricamente, esta zona ha sido considerada "bastante sana" por estar ubicada en el céntrico Vedado.

No pocos consultados consideran que "acciones de la policía" podrían ser "la causa principal" de los hechos violentos que ahora "forman parte del guión nocturno", al propiciar la "aglomeración de diferentes tipos de ambientes" en un reducido espacio.

"El asesinato de Mandy, vocalista de Tremens Choice, a principios del año pasado", es para Pamela Vargas —adolescente de la fanaticada rockera— el referente que "convirtió al parque G en un lugar peligroso".

Durante más de una década, cada "ambiente" o "tribu urbana" —rockeros, emos, raperos, reparteros, faranduleros— ocupó su propio espacio en el parque, y las interacciones violentas solían ser poco frecuentes.

Pero actualmente y cada fin de semana, "sobre las 10:00 u 11:00 de la noche la policía empieza a 'torear' a todo el mundo para concentrarlos entre las calles 25 y 23 [apenas cien metros] y es ahí cuando empieza el traqueteo", cuenta Damián López, joven trovador. "¿Te puedes imaginar el show de casi mil personas obligadas a soportar 'el mal ambiente' de otros?".

Un capitán de las brigadas policiales que operan en la zona comparte el criterio de vecinos que dicen que "el problema es el alcohol y las drogas que todos estos jóvenes consumen".

"Los aglomeramos para facilitar nuestro trabajo de control preventivo y evitar el vandalismo y delitos afines. Esta es una zona de potencial turístico y económico", afirma el capitán.

Todo mezclado

Sin embargo, testimonios de promotores culturales, periodistas y artistas, revelan que esta técnica de "convoyar" forzosamente públicos de gustos y comportamientos distintos "no es reciente" ni "privativo del accionar policíaco".

Carlos Hernández, artista de la performance, opina que el "diseño" que eligen las instancias del Ministerio de Cultura para algunas festividades populares desencadena hechos violentos.

"Unir en un mismo escenario agrupaciones rockeras y salseras, a trovadores y a raperos, en barrios donde estos géneros apenas se consumen e incluso son desconocidos, resulta incongruente y, por decirlo de algún modo, funciona como 'limpieza cultural'", opina.

"Fui testigo de un suceso en la plaza Menocal, en Párraga, cuando el público obligó al grupo de rock Congregation a abandonar el escenario a mitad de su primer tema. Los ánimos caldeados desencadenaron en una riña tumultuaria entre repas [reparteros] y rockeros con una cifra de lesionados impresionante", relató.

Arsenio Castillo, periodista y guionista, también considera mala idea la interacción obligada de públicos diferentes.

"El evento Rotilla Festival, que organizaba la productora independiente Matraka, tenía un 'toque' artístico alternativo al convocar géneros musicales que interactuaban entre sí como el rock, el rap y la música electrónica. Los incidentes violentos y delictivos surgieron cuando el Gobierno usurpó y desarticuló el proyecto para imponer el Jibacoa Festival, incluyendo agrupaciones salseras y reguetoneras", dice Castillo.

"Ambos públicos no han podido superar sus tensiones históricas y, de cualquier modo, ese fenómeno debiera respetarse y no forzarlos a compartir un mismo espacio para evitar males mayores", añade.

Un toque de racismo

Los llamados "repas", a rasgos generales, son un público seguidor de la música popular bailable y del reggaetón. Las referencias hacia este grupo encierran en ocasiones cierto racismo.

Llamados también "ambientosos", se les asocia con la delincuencia y la violencia. Existe la idea de que los policías favorecen a los "repas" ante los "rockeros", porque estos últimos "no se ajustan al concepto moral y social del Gobierno revolucionario".

"Desde que los policías nos obligaron a compartir el espacio con los 'negrones' se multiplicó la violencia", dice Daniel Rodríguez, escritor y rockero. "Todos los fines de semana hay hechos de sangre y los policías prácticamente no intervienen, aun cuando hay suficientes cámaras para comprobar quiénes inician las trifulcas (…) Creo que la policía lo hace adrede".

Leyla Boza, adolescente que gusta de la música alternativa, comparte los mismos temores de su madre. "El Maxim [sede de la estatal Agencia Cubana de Rock] es un lugar súper 'tranqui'. Mi mamá me permite ir allí porque sabe que es un ambiente sano. Pero hay grupos como Kill the Parthy, que fusiona la música electrónica y el reguetón y arrastra el mal ambiente de los repas. Hace dos semanas me carterearon mi móvil, apenas lo disfruté un mes. Me preocupa que el único lugar seguro donde pasar las noches sea invadido también por la delincuencia y violencia de G".

En los últimos más de diez años, el parque G ha sido sitio de reunión nocturno para jóvenes y adolescentes que no consumen la propuesta de "recreación sana" que diseña el Gobierno, no pueden acceder a "las ofertas del bien surtido sector privado", ni se pueden costear esa otra Cuba que describen los videoclips que la propia televisión estatal emite.

Se pudo constatar, contrario al criterio de policías y vecinos, que la mayoría de estos adolescentes y jóvenes —ya sean rockeros, emos, raperos, reparteros, faranduleros— no viven enajenados en el alcohol y las drogas, aunque sea innegable su consumo. El hacinamiento, en cualquiera de sus versiones, es un resorte de la violencia y la acción policial descrita propicia la ocurrencia de estos hechos.

Lo cierto es que, según reportes no oficiales de la policía, la cifra de lesionados en los últimos seis meses supera la de todo el año 2014. Estos datos fueron verificados con fuentes en los hospitales Calixto García, Piti Fajardo y Fructuoso Rodríguez.

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