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El país que desapareció

La avenida de los flamboyanes

En Santa Catalina había filas de flamboyanes a ambos lados. Muchos no existen ya, sin que exista una política de restauración y protección.

La Habana

La Avenida de Santa Catalina se extiende entre la Calzada de Jesús del Monte, oficialmente denominada Calzada de Diez de Octubre, y la Avenida de Rancho Boyeros, oficialmente denominada Avenida de la Independencia. Es una avenida  construida sobre un camino que salía de la Calzada de Jesús del Monte, corta, moderna, desarrollada principalmente durante los años de la República, que atraviesa una zona fundamentalmente residencial, con comercios e instalaciones de servicio de diferente designación, establecidos para satisfacer las necesidades de sus habitantes, que pertenecían en su mayoría a la clase media.

A ambos lados les sembraron flamboyanes que, en su momento de máximo esplendor, al florecer, la encendían de rojo, mostrándola en toda su belleza. Hoy, muchos de los árboles han desaparecido por diversas causas, sin que se haya aplicado una política de restauración y protección, existiendo tramos desiertos que la afean. Aún así, Santa Catalina continúa siendo una vía agradable y sombreada, de las pocas que existen en la ciudad.

En su inicio atraviesa los repartos de La Víbora y Mendoza y, hacia su final, el Casino Deportivo, San Leonardo, Santa Catalina y Palatino. En el sector comprendido entre la Calzada de Jesús del Monte y Juan Delgado se encuentra, en el número 53, el local del antiguo cine Alameda, que fuera uno de los cines de estreno, con su  escalinata, en uno de cuyos laterales existió un Tropicream, hoy convertido en una heladería, que era lugar de convergencia obligada de los cinéfilos y de los estudiantes de los cercanos Instituto Edison, Instituto de Segunda Enseñanza de La Víbora y de los colegios de los Hermanos Maristas, Nuestra Señora de Lourdes y otros, al terminar las clases.

Existía también un minimercado denominado La Copa; en el número 56 la antigua dulcería Franser, transformada hoy en una cafetería, dulcería y panadería Silvayn, aunque mantiene también su nombre original. Allí estaban el comando 4 de los bomberos, el garaje Alameda, el policlínico Luis Pasteur, las instalaciones del antiguo colegio Nuestra Señora de Lourdes, funcionando hoy en ellas una escuela y, en el que fuera su patio, un círculo infantil.

En el número 265 abre sus puertas una funeraria; viene luego la cafetería El Niágara, que da para la calle Juan Delgado y, en el número 502, el cine Santa Catalina, hoy convertido en el teatro infantil La Edad de Oro, más una pizzería adjunta denominada El Fiore, donde estuvo la cafetería original del cine.

En el sector comprendido entre Juan Delgado y la Calzada de Vento, en el cruce de la Avenida Mayía Rodríguez, se encuentra el garaje Novedades, convertido actualmente en una cooperativa experimental y, en su esquina, una minitienda Panamericana, la tienda en CUC Mekong y la iglesia de San Juan Bosco, con su elevada torre y campanario, casi al llegar a la calle Goss.

Más adelante, ya en el cruce con la Calzada de Vento, se alzan los locales bastante deteriorados de las antiguas posadas que existían en el lugar.

En el sector comprendido entre la Calzada de Vento y la Avenida de Rancho Boyeros, otro mercado en CUC, un garaje Cupet y, en el número 930, la antigua fábrica de la Coca-Cola, hoy denominada Embotelladora Metropolitana, donde a través de sus ventanales de cristal se podía observar todo el proceso de embotellamiento y que, después de nacionalizada, se dedicó durante un tiempo a fabricar el intragable refresco Son, y ahora produce refrescos que se venden en CUP, de inferior calidad a los de la otra moneda.

Cerrando la Calzada de Palatino, ocupa una gran extensión de terreno, aunque oculta por los árboles que la rodean, la Quinta Las Delicias, la llamada Finca de los Monos, por la abundancia que existió de ellos en la misma, que fuera propiedad de la benefactora patriota Rosalía Abreu Arencibia, hermana de la también benefactora patriota e importante figura cubana Marta Abreu.

Construida en 1906, obra de Charles B. Brian, la mansión rememora la arquitectura de un castillo francés de la región del Loira, aunque los enormes techos de fuertes pendientes del proyecto original fueron eliminados en la versión definitiva, por un  pretil almenado, más parecido a la arquitectura militar, que la acerca a un castillo. En el vestíbulo la mansión poseía murales realizados por Armando Menocal, uno de los cuales desapareció. De interés resultan los decorados de algunos techos, un salón neomorisco y los jardines con glorietas y una capilla neogótica. Hoy funciona en la Quinta un Palacio de Pioneros, en cuyas instalaciones se alojan estos y realizan acampadas en los espacios abiertos.

En la esquina de Palatino y Santa Catalina, hace tiempo que se instaló un centro de recreación del sector de la construcción  con abundancia de bebidas alcohólicas y música estridente, el cual por suerte se encuentra cerrado. Un poco más adelante, en el número 1.141, se encontraba la cremería y dulcería Ward, cafetería donde se ofertaban sabrosos helados, acompañados de exquisitos dulces, en un ambiente agradable y con magnífica atención, hoy convertida en una heladería más, con productos de baja calidad y peor servicio.

A continuación, ocupando ambos lados de la avenida, parte de las instalaciones de la Ciudad Deportiva, incluyendo las naves dedicadas a la industria deportiva Batos, las instalaciones de la denominada Universidad del Deporte Comandante Manuel Fajardo y áreas y terrenos deportivos. Al final, en la esquina con la Avenida Boyeros, hay un servicentro Cupet.

La mayoría de las viviendas construidas a lo largo de Santa Catalina son casas elegantes de mampostería, con jardines y grandes portales, así como en los últimos años de la República, algunos edificios de tres, cuatro o cinco pisos, con terrazas o balcones. En general, el entorno de la misma es agradable. Algunas edificaciones han sido maltratadas por el tiempo y por la falta de mantenimientos y reparaciones, estando ocupadas por familias que no fueron sus propietarias originales. Otras han sido reparadas y conservan su belleza.

Santa Catalina, por suerte, parece no haber sido contagiada hasta ahora por la ola de arquitectura kitsch, que ha invadido otras vías de la ciudad. La avenida se mantiene en bastante buen estado para la circulación de vehículos automotores, aunque no así las calles secundarias que la atraviesan, las cuales han perdido su capa asfáltica y parte de su base de hormigón, acumulando abundantes baches de todo tipo que las hacen prácticamente intransitables.

La avenida, al igual que los repartos que atraviesa, confían en la llegada de tiempos mejores.  

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