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Censura

Libros incómodos convertidos en pulpa

De cuando la censura del régimen actúa sobre libros publicados ya: Fermín Valdés Domínguez, Louis A. Pérez Jr. y Lionel Soto.

La Habana
Portada del libro de memorias de Lionel Soto
Portada del libro de memorias de Lionel Soto Espacio Laical

A lo largo de la historia de la humanidad y desde el surgimiento de la imprenta, distintos regímenes han practicado la censura y quema de libros para impedir la libre circulación de las ideas y con ello tratar de mantener el orden establecido. Todos los regímenes autoritarios o totalitarios modernos lo han practicado de una manera u otra. El régimen cubano actual, durante más de medio siglo, no ha sido la excepción.

Sin embargo, no me referiré esta vez a la imposibilidad de los cubanos de acceder a una literatura plural y libre de censura, sino a una falla de ese mismo mecanismo de filtro ideológico y que, luego, los comisarios ideológicos tratan de rectificar. O sea, obras publicadas por las propias editoriales estatales —siempre en ediciones muy limitadas— y que luego son recogidas y hechas pulpa.

Si un denominador común tienen estas obras es que pertenecen a la memoria histórica de la nación cubana y que, con su ocultamiento, se pretende obliterar cualquier suceso del pasado que no es conveniente o incomoda a la cúpula gobernante.

Una de las primeras obras de esta selecta lista son los cuatro tomos de las memorias de Fermín Valdés Domínguez, uno de los mejores amigos de José Martí, tituladas Diario de soldado, publicadas en 1973 por el Centro de Información Científica y Técnica de la Universidad de la Habana, y que fueron rápidamente mandadas a desaparecer por las descarnadas confesiones de este luchador independentista. Según consta en la página 517 del primer tomo de este libro su publicación demoró más de siete décadas después que Valdés Domínguez terminara de escribirlas en 1899 "por diversas circunstancias, no ajenas, probablemente, a los intereses que ya medraban desde el gobierno interventor y acentuados en la república enajenada por la política de entreguismo".

Las confesiones y puntos de vista de Valdés Domínguez postergaron la publicación de sus memorias durante más de siete décadas por encontrarse vivos muchos actores de los sucesos narrados por Valdés Domínguez y, al decidirse su publicación en el centenario de la muerte de los estudiantes de Medicina a manos de los voluntarios españoles, Cuba se encontraba bajo la férula del marxismo-leninismo más dogmático por lo cual era extremadamente contraproducente que circulara una obra tan apasionada y donde las críticas a muchos dirigentes de las guerras de independencia contradecían el relato tan maniqueo de la historiografía revolucionaria.  

Un testigo presencial de la destrucción de los tomos de Diario de soldado en 1974 recuerda: "Ese día llegué a Encuadernación y el libro estaba metido en paquetes de 10 ejemplares y vi a un compañero de trabajo meter cuatro paquetes en la guillotina y hacerlos añicos y repetir ese procedimiento de manera continua. Recuerdo que le dije: 'Te volviste loco, ¿picando libros nuevos?'. Él me expresó que era una orden del Comité Central".

"Le comenté entonces que ese libro debía estar buenísimo y le pedí un ejemplar", recuerda. "Él me dijo que ese libro no se podía tocar y que le habían advertido que no podía salir de allí. Me llamó la atención su actitud y le pregunté si era un libro contrarrevolucionario u algo así, y me dijo que lo único que sabía era que es del amigo de Martí. Me fui de allí a ver a otro técnico y este me comenta: 'Ya yo sé que están picando libros, pero no solo los ejemplares destinados a la distribución sino los que sacaron de la imprenta sin haberlos terminado de coser (el cuarto tomo de las Memorias). También se dio la orden de mandar 20 ejemplares de cada tomo para el Comité Central y de recoger los que ya estaban el Centro de información Científica de la Universidad'." 

A partir de ese momento los contados ejemplares de esa obra en manos de particulares han cobrado un alto valor monetario, aunque los cuatro tomos de Diario de soldado pueden consultarse en la Biblioteca Nacional y he hallado ejemplares también en otra biblioteca más modesta, como la ubicada en el municipio Diez de Octubre.

Muy diferente es la historia del único libro publicado en Cuba del historiador cubanoamericano Louis A. Pérez Jr., tres décadas después. On Becoming Cuban: Identity, Nationality and Cultura, una encomiable investigación sobre los estrechos vínculos entre Cuba y EEUU desde el siglo XIX hasta la década del 50 del pasado siglo vio la luz en 1999 por la Universidad de Carolina del Norte, en Chapell Hill, el cual traducido al español con el nombre de Ser Cubano salió por el sello habanero de Ciencias Sociales en 2006.

La obra fue presentada en la Fundación Fernando Ortiz y allí se vendieron varios ejemplares. Tuvo además una modesta presentación en la Feria del Libro del 2007; sin embargo, nunca llegó a las librerías habaneras y es imposible encontrar un ejemplar en cualquier biblioteca del país.

Lo curioso es que este reconocido historiador viene colaborando con varias instituciones académicas cubanas desde la década del 80 y ha recibido el reconocimiento del Instituto de Historia de Cuba y la Universidad de la Habana por su amplia labor historiográfica sobre nuestro país. Pero cuando la ortodoxia quiso ir más allá y decidió publicar uno solo de los libros de este insigne historiador de manera simultánea, se trató de minimizar al máximo posible su circulación. Ni siquiera es posible encontrar un ejemplar de la edición cubana en la Biblioteca del Instituto de Historia de Cuba, especializada en temas históricos, quien sí tiene la edición estadounidense.

Aunque, sin dudas, el premio mayor en la lista de obras pulverizadas se las lleva las memorias del luchador comunista Lionel Soto, quien en los últimos años de su vida se dedicó a dirigir una modesta editorial ubicada en la barriada de Nuevo Vedado llamada SI-MAR S.A.

En la tarde del 15 de febrero de 2007, los tres tomos de sus recuerdos titulados De la Historia y la Memoria fueron presentados en el Palacio de los Capitanes Generales, publicados bajo el sello que el propio Soto dirigía. Los asistentes a la cita tendrían el privilegio de poder adquirir una obra que inmediatamente sería mandada a recoger y hoy está desaparecida.

No es posible hallarla ni entre los más selectos vendedores de libros de uso ni en ninguna biblioteca del país. Una posible explicación de la desaparición de esta importante obra historiográfica puede atisbarse en la única reseña sobre el libro, publicada en la revista Espacio Laical (número 3, 2008). En ella, el autor de la reseña, Juan González Díaz, da algunas pistas que ayudan a explicar su prohibición y posterior desaparición.

Cuenta González Díaz que en el primer tomo —que abarca desde 1949 hasta 1961—, Soto expone sus desacuerdos con Alfredo Guevara y Raúl Roa durante los gobiernos auténticos, y en el segundo tomo  —que llega hasta 1978— revela que tanto el Che Guevara desde la zona montañosa del Escambray en los últimos meses de 1958 como Raúl Castro, en 1959, ingresaron secretamente en el Buró Nacional de la Juventud Socialista. 

Soto fustiga muchas de las medidas que hundieron la economía cubana en los primeros años del castrismo, como la "Ofensiva Revolucionaria" de 1968, que abolió cualquier vestigio de propiedad privada, o el rotundo fracaso de la Zafra de los Diez Millones en 1970, además de exponer la insuperable irrentabilidad de las empresas en los años de dependencia soviética.

Por esas y otras ideas que una breve reseña no puede reflejar, esos tres tomos fueron mandados a recoger, y acertadamente González Díaz califica esta obra de "libro único por los complejos problemas que aborda", pues Lionel aspiró —aclarando hechos pocos conocidos de la historia de Cuba— a un reconocimiento personal y de sus compañeros de partido, quienes en más de una ocasión fueron hábilmente relegados por Fidel Castro.

Ahora, cuando en La Habana se celebra la Feria Internacional del Libro, justo es recordar estas obras tan incómodas para los comisarios ideológicos de la Isla y que solo cuando ocurran cambios democráticos podrán circular y ser leídas libremente.  

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