Back to top
Relaciones Cuba-EEUU

¿Por qué no empoderar también políticamente a la sociedad civil?

Dada la coyuntura actual, lo sano no consiste en empeñarse quijotescamente en revertir o destruir la realidad, sino en aceptarla, adaptarse a las nuevas condiciones y sacarle provecho.

San Juan

¿De dónde proviene la fe en la implementación de la normalización de relaciones entre Cuba y EEUU? La respuesta hay que buscarla en esos 18 meses de secreteos. Los detalles han quedado ocultos para el público, pero en lo esencial ambos gobernantes se han puesto de acuerdo. Lo que sucedió, al parecer, es que Raúl se le entregó a Obama y esa rendición se enmascara ahora para apaciguar a los "adversarios" raulistas dentro del Partido. Un plan cuidadosamente concebido para ser implementado step by step, de acuerdo a la metodología típica de los EEUU.

La primera etapa debe desarmar, neutralizar a los hostiles a la normalización. ¿Cómo hacerlo? Cuba (Raúl) entra en la negociación con su tradicional gallardía, manteniendo el discurso de la Guerra Fría. Así tranquiliza a los de línea dura dentro del régimen y va aglutinando a la disidencia interna y al exilio no intransigente (el segundo obstáculo a salvar) en torno a Obama: entre Raúl y Obama, se supone que muchos reaccionen apoyando a Obama aunque, paradójicamente, este último esté defendiendo el acercamiento al Gobierno cubano.

Si el Gobierno cubano pone obstáculos a la normalización no tendrían ya que ponerlo sus opositores, a menos que quieran ayudarlo en esto. Consecuentemente, los hostiles de ambas orillas quedarían en una posición muy vulnerable: o apoyas a Obama (que en último término es apoyar a Raúl) o te pones del lado de los que obstaculizan la negociación e impiden que prospere, es decir, del lado de Raúl (que es, en último término, el lado de Obama).  Esto es lo que se llama tener el control de casi todos los hilos, porque el tercer factor hostil es el más difícil: buena parte de los republicanos y, en última instancia, el Congreso.

En mi opinión, la normalización está diseñada en su generalidad y se irá implementando según etapas, lo cual es también el estilo de Raúl y de sus comisiones de trabajo. Aquí no hay cabos sueltos, sino maniobras diversionistas para allanar el camino.  Si de algo estoy seguro es que los dirigentes cubanos no dan un paso en falso, mucho menos Raúl Castro, cuyo hobby es controlar y revisar con celo y asiduidad los expedientes de sus propios colaboradores. Parece claro que cuando se juega un poder ilimitado y el acceso directo a los dividendos de una nación, no se deja el asunto a la bondad de Dios ni en manos de la opinión pública.

¿Fue realmente un "meme" lo que propicio el deshielo?

En El gen egoísta (1976) Richard Dawkins, como es sabido, dio a conocer al gran público su idea de los "memes": una suerte de unidades de información cultural o, si se prefiere, de unidades culturales de información que toman como hospederos a los seres humanos y se replican, al transmitirse de individuo a individuo y de cultura a cultura. Ficción aparte, si adoptáramos el criterio pragmático acerca de la realidad que prevalece en la cultura norteamericana, donde lo real viene siendo lo que funciona, habría que decir que un meme terminó por afectar el destino de todos los cubanos. Tal es caso de esta apócrifa definición de locura (atribuida a Albert Einstein): "Locura es hacer una y otra vez lo mismo y esperar resultados diferentes". En 2012, Federico Harrison advirtió el carácter de meme que había adoptado la conocida definición, pero, ya para ese entonces, la frase había poseído también al presidente de los EEUU.

Desde Pablo Coelho hasta Obama, pasando por toda una pléyade de figuras menores, la supuesta definición einsteineana —hacia la que los políticos sienten una peculiar simpatía— se ha reciclado y replicado ad nauseam. Una simple revisión a vuelo de pájaro nos deja ver que el presidente Barack Obama la viene blandiendo al menos desde 2010, cuando puso fin a los vuelos espaciales tripulados. Como dato curioso, Silvio Rodríguez también la usó ese mismo año en su blog Segunda Cita, a sabiendas que dicha frase podría ser apócrifa.

En 2012 Juan Manuel Santos se valió de la supuesta definición einsteineana de locura en una alocución en la toma de posesión de la ministra de Justicia, Ruth Stella Correa Palacio. La pregunta es: ¿cómo pudo el presidente de los EEUU dar un paso tan temerario en el que no lo asistía ni la realidad ni la racionalidad, sino una frase sensata y a la moda, pero una frase al fin?

Causa asombro, pero el único argumento que blanden una y otra vez los partidarios de la negociación con el régimen cubano es la apócrifa definición de locura de Einstein. Tan frágil es el criterio adoptado por Obama que puede usarse en el sentido opuesto sin la menor consecuencia. Así, por ejemplo, el 20 de enero del 2013 se publicó una entrada, a la manera de editorial, en el blog Solución Cuba bajo el título: "El castrismo según Albert Einstein", del cual cito su tercer y último párrafo:

¿Cuántas veces vamos a seguir los cubanos tropezando con la misma piedra? Fue Albert Einstein quien dijo que la mejor definición de locura es seguir haciendo lo mismo y esperar resultados distintos. Es hora ya de acometer cambios drásticos. No hay que experimentar más. Se sabe lo que funciona y lo que no. El sistema castrista de partido único y economía centralizada es una locura y no hay razón para insistir en ella.

Así pues, si este es el argumento principal en que se asienta la propuesta de normalización, acaba de venirse abajo al revelarse antinómico. Donde más se percibe esto es en su intrínseco relativismo, dado que en el caso cubano justo el mantenerse haciendo lo mismo durante medio siglo produjo finalmente resultados (diferentes): el Gobierno norteamericano cabildea al más alto nivel para levantar el embargo.

No es, pues, un argumento que haya que tomar en serio porque depende de la perspectiva que se adopte: blandiendo esa misma razón, en positivo, podemos situarnos del lado de la dictadura castrista. En suma, creo que se trata de una tonta excusa y que la verdadera razón del deshielo, desde la perspectiva del Gobierno de los EEUU, hay que buscarla en lo que Raúl Castro le prometió —en términos de concesiones— a Obama en el transcurso de esas negociaciones secretas. Desde la perspectiva del Gobierno cubano no existe otra razón que esta: los "Lineamientos" fracasaron y Cuba perdió, además, sus patrocinadores. Humillada y sin dinero terminó entregándose a su enemigo histórico. ¿Alguien duda que el embargo no haya funcionado?

La idea del aislamiento (economic isolation) es otra que ha sido enarbolada por los detractores del embargo con peculiar énfasis. Roberta Jacobson repite una y otra vez que "la política de aislamiento no ha funcionado durante todos estos años", pero no es capaz de explicarnos por qué Cuba se mantiene, precisamente, de mercancías, alimentos, medicinas y dinero provenientes de los EEUU, mientras las líneas aéreas no descansan transportando pasajeros de una orilla a otra. La senadora Barbara Boxer es otra convencida, entre tantos, de que el embargo implantado —y cito— "para socavar el Gobierno cubano no ha funcionado".

Es obvio queese no fue el propósito del embargo norteamericano a Cuba. El mismo fue una respuesta a la confiscación de las propiedades norteamericanas por parte del régimen, una manera de decirle: si te apropiaste de mi dinero no vas a obtener nada más de mí. Otra cosa bien distinta es si el embargo tiene o no potencial para desestabilizar el régimen cubano. Indirectamente sí, a pesar que los sistemas totalitarios de izquierda, en épocas de máximo esplendor ideológico, logran hacer de la escasez una virtud.

¿Por qué la tesis de la ineficacia del aislamiento es falsa?  En primer lugar, porque no hay una relación de causa/efecto entre el embargo y un levantamiento popular. En segundo lugar, porque lo que nunca se ha hecho durante todos estos años es aplicar el embargo con todo rigor y, a pesar de ello, su vigencia fue la única causa que propició el reciente acercamiento de Cuba a los EEUU, ya que ni China ni Rusia ni Venezuela podían salvar a la economía cubana del inminente colapso.  

Lo que pasan por alto tanto partidarios como detractores del embargo es el hecho que los famosos "Lineamientos", documento oficial que regula y contiene la política de reformas del régimen totalitario, es el resultado directo de la falta de liquidez crónica del Gobierno cubano. Consecuentemente, hay que atribuirle justo al embargo el paso dado por Cuba por la vía de la apertura económica. Así de sencillo. El deterioro de la economía cubana —como el de la venezolana— no depende de embargo alguno, pero su recuperación, sí.

La tesis de la inoperatividad del aislamiento hubiera tenido algún sentido en la década del 80 del siglo pasado, cuando el financiamiento soviético fue más que generoso. No por casualidad aquella fue una época en que la palabra "bloqueo" desapareció de la vida y del lenguaje de los dirigentes (Fidel, incluido) y del cubano de a pie. Hoy, en cambio, "embargo" es la palabra de orden y su rigurosa implementación o total levantamiento, son las condiciones de posibilidad de la permanencia del régimen cubano. Como ya expresé en otros textos, de las tres opciones (recrudecimiento, derogación, flexibilización) lo que los Castro quieren es justo lo que Obama les viene dando: una paulatina flexibilización, porque los límites de la misma los establecen ellos atendiendo a que no se viole el principio sagrado de no enriquecer a la clase media.

¿Debemos rechazar o apoyar la idea del restablecimiento de las relaciones Cuba-EEUU?

Yo salí definitivamente de Cuba —en marzo de 2011— con la convicción de que había que aprovechar la amplia base contestataria que constituía el independiente sector artístico-académico-intelectual de la Isla y no apostar exclusivamente por la llamada oposición tradicional (la nueva oposición apenas comenzaba a dar sus primeros pasos). Mi visión era clara: un artista, un maestro, un bibliotecario independiente, un músico, un escritor llegan a un círculo de personas incomparablemente mayor que el de la oposición tradicional. 

Por si fuera poco, era este un ambiente natural para los jóvenes, que ni conocían ni encontraban atractivos a aquellos luchadores estigmatizados bajo el rótulo "grupo de los derechos humanos". Los jóvenes cubanos, por demás, son inmunes —a diferencia de buena parte de nuestros opositores— a la nostalgia de los "beneficios sociales de la Revolución" y a los posicionamientos anti-embargo. Cabe recordar que, para ese entonces, la notable mayoría de la población habanera mostraba explícitamente su rechazo del proyecto revolucionario.

Hace exactamente tres años hice una presentación mediante video en un programa de Estado de Sats en La Habana. El tema era el intercambio académico y cultural Cuba-EEUU. El evento revestía una particular importancia porque estaría presente el segundo jefe de la Oficina de Intereses de EEUU. De modo que aproveché la oportunidad para ofrecer mi solución (a partir del minuto 9:45) al tema del intercambio, que por aquellos días se discutía acaloradamente dentro y fuera de Cuba.

En mi opinión debía mantenerse el contacto académico (viajes y remesas, incluidos) pero concentrando la ayuda en los proyectos independientes de la sociedad civil y no en las instituciones del Estado. Llegué a hablar, incluso, de la necesidad de debilitar la institucionalidad en la medida que se potenciaba la sociedad civil mediante el apoyo de todo tipo —no solo material y financiero— a todo género de proyectos independientes de tipo contestatario. Por aquel entonces toda esta jerga, hoy tan al uso, sonaba novedosa.

Poco a poco pude ver cómo se fue fraguando la idea del acercamiento a Cuba por parte de algunos elementos del sector empresarial estadounidense y grupos de cabildeo tomando como pretexto a la sociedad civil. Pero, donde yo había dicho "proyectos independientes de tipo contestatario de la sociedad civil" ellos comenzaron a hablar de cuentapropistas y emprendedores, privando a la sociedad civil de su potencial subversivo. Naturalmente, nunca llegué a sospechar que la reciente campaña por empoderar al sector cuentapropista (a la que se sumó también The New York Times) tenía detrás las ultrasecretas negociaciones Obama-Castro. En cualquier caso, lo hecho hecho está y lamentarse ahora es la peor de las opciones.

Una de las características más notables de la personalidad de Fidel Castro es la de no aceptar la realidad cuando esta le es adversa. Los que se oponen a él no deben, pues, repetir el mismo error. El restablecimiento de las relaciones entre Cuba y EEUU, nos guste o no, es un hecho. Por lo tanto, lo sano en este caso no consiste en empeñarse quijotescamente en revertir o destruir la realidad, sino en aceptarla, adaptarse a las nuevas condiciones y sacarle provecho. Por el lado de la disidencia, sigo apoyando la idea de una concertación (opositora) por la pluralidad política y enfocada en una consulta popular. Es la voz del pueblo, ignorada sistemáticamente por los gobiernos de ambas orillas, la que debe ser escuchada. También he insistido en esto: ¿cómo se puede decidir el destino de 11 millones de personas pasándose recados de una oficina oval a otra?

La implementación de dicha consulta es responsabilidad de la disidencia interna (no se trata todavía de un plebiscito, lo cual depende de la buena voluntad del Gobierno). Hay una gran diferencia entre hacer a los ciudadanos —hasta hoy, objetos— sujetos del cambio político y el pedirle migajas al gobierno dictatorial.

Por el lado del exilio, no veo tarea más urgente que la recuperación de su autoestima. El estar fuera no lo hace menos importante que la disidencia interna y su papel no debe reducirse al de garante financiero y logístico de la oposición. Así es que deben estar ambos en igualdad de condiciones en cada decisión que ataña al presente y al futuro político de Cuba. Pensar lo contrario es alimentar un perjudicial prejuicio que no muchos parecen interesados en destruir. Nadie sino Martí fue el gran organizador de la guerra que trajo la victoria sobre España. Desde dentro no lo hubiera conseguido; allí solo consiguió una inútil inmolación.

Habida cuenta de que se trata de una jugada cantada y que los resultados de la disidencia interna siguen siendo modestos, debemos mirar con buenos ojos el restablecimiento de las relaciones entre ambos países, siempre que el contacto y la presencia norteamericana en Cuba se aprovechen en beneficio de la sociedad civil independiente —la cual no se reduce al cuentapropismo ni a la oposición interna— y de la que definitivamente hay que excluir a las organizaciones de masas revolucionarias y a las fundaciones con fachada no gubernamental, controladas por el Gobierno y el Partido Comunista (único).

Hoy Raúl Castro se apresta a hacer valer su concepto de sociedad civil de modo que este sea reconocido por los norteamericanos, toda vez que la normalización apunta, al menos en palabras, al empoderamiento de la sociedad civil cubana. El secuestro de la sociedad civil por parte de las fundaciones y organizaciones revolucionarias haría que los dólares fueran mayormente a manos del Gobierno y no de sus potenciales o actuales opositores. De ahí la necesidad de que los norteamericanos encuentren preferentemente a sus interlocutores fuera del círculo dominado por el Estado y sus instituciones. De otro modo ayudarán al dictador junto a sus "Lineamientos", pero no a la democratización de Cuba.  

Sin comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.