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Sociedad

El porno llega a Cuba

Cada vez se consume de manera más abierta. La industria nacional ya da sus primeros y rudimentarios pasos.

La Habana

En Cuba, a inicios de esta época de barbarie, extremistas paraban en plena calle a jóvenes melenudos y, tijera en mano, les cortaban el pelo sin piedad. A cualquiera que llevara un disco de The Beatles o de cualquier banda británica o norteamericana, se lo rompían o rayaban en su propia cara. Los policías llegaban en medio de fiestas privadas para confiscar los preciados discos de acetato, amén de reprimir todo lo que oliera a diversionismo ideológico.

Luego comenzó una saga de sucesos, como el cierre de cabarets, las vilipendiadas UMAP, aquellos campos de concentración para homosexuales que servían para ayudar a la producción agrícola, el llamado Quinquenio Gris, que como un manto tenebroso, cubrió a artistas y escritores, obligándolos a ocupar plazas ajenas a su intelecto en almacenes, librerías, cafeterías y pizzerías. Confinamiento que muchos no aguantaron y recurrieron al exilio como salvación.

Entre tantos sucesos restrictivos en la historia reciente de la Isla, ahora se descorcha irónicamente la botella del despelote sexual, incrementando el consumo de pornografía. Ya nadie se asombra de encontrar en cualquier PC, computadora portátil o celular, las llamadas carpetas XXX, donde abunda esta clase de material. Se hacen famosos los videos caseros con orgías y variados ejercicios coitales. Las películas porno circulan aún más que antes, y en los negocios de DVD privados, se ofertan a escondidas. Atrás quedaron las décadas en que ver una película porno constituía toda una aventura, en que todo era maña para guardarla y discreción para trasmitirla.

A pesar de que en el mundo entero se ha hecho latente esta práctica, ahora se implanta en nuestro país como opción de recreación. En centros de trabajo estatales se hacen pequeñas colas para copiar estos filmes. Un famoso video de mujeres en plena catarsis, que se desnudan y hacen actos lujuriosos en una discoteca, circuló a través de todos los soportes digitales. Las populares fotos de las jovencitas de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), colocadas vía internet, constituyen un lucrativo negocio que ha denigrado la institución estudiantil.

Actualmente se realiza ya pornografía nacional, filmada en casas particulares. En los anuncios de revolico.com se pueden encontrar cintas para todos los gustos: relaciones heterosexuales, bisexuales, homosexuales, de travestis, de matrimonios, tríos, y otras.

Luis L., de 34 años, sonidista de la televisión, da su criterio:

"Consumo pornografía porque a veces me interesa apreciar la belleza de las mujeres, el juego sexual entre las personas, aunque no sé realmente el significado, me estimula la excitación, es como un arte espontáneo, creo que no es una especie de adicción, sino parte de la vida. El porno está más asequible en estos tiempos. En otros países se consume como algo normal, aunque reconozco que trae problemas de autoestima".

Laura R., de 22 años, estudiante de informática:

"Me encanta verla tanto o igual que a los hombres. Algunas mujeres lo niegan, pero en el fondo les gusta, aunque no se atreven a decirlo. Mi novio ha querido que haga un videíto con él, la idea me excita, pero le he dicho que no, porque me he enterado que después esos videítos se venden o se suben a internet, y si mis padres se enteran me matan".

Felix A., de 50 años, trabajador de la salud:

"Las miro por los cuerpos que salen, es una forma de transportarse. Necesito ver porno por lo menos varias veces a la semana. Compro las películas o las intercambio. A veces va gente vendiéndolas por la calle".

Carlos N., de 15 años, estudiante de una escuela militar (Camilitos):

"Veo pornografía porque las jevas están buenas, y para tirar (masturbarse). Porque se ven mujeres que nunca vamos a ver".

Alfredo A., de 36 años, es farmacéutico y trabaja actualmente en el Canal Educativo. Así narra sus vivencias:

"Empecé a los ocho años. Fue una cosa demoledora, no estaba preparado para una visión tan cruda, era una película de dos lesbianas. Ocurrió a finales de los 80, cuando existían los casetes Beta, nos escondíamos cuando nuestros padres iban a trabajar, decíamos que íbamos a ver Voltus 5 [serie de ciencia ficción japonesa]."

"Actualmente, con una sexualidad activa, sigo buscando estos materiales, es como un escape. Da una sensación eufórica en el cerebro, se activa la dopamina, un efecto más fuerte incluso que la cocaína. En mi experiencia, aunque tenga una pareja, sigo viendo pornografía, no puedo estar dos o tres días sin masturbarme, porque siento que la cabeza se me carga, y yo se lo achaco a eso."

"Creo que puede crear una adicción, uno se adapta. Para mi es normal, aunque hay materiales que son bastante fuertes. Existen diferentes clasificaciones, cosas sadomasoquistas…, pero a mí no me cuadran. En otra época uno iba a un prostíbulo. Actualmente consumir pornografía es un derecho a la intimidad. Hay quienes, por ejemplo, se vuelven adictos a las redes sociales."

Muchos de los protagonistas y consumidores de estas películas son muy jóvenes, incluso hay estudiantes de preuniversitario y secundaria, que sin titubear en lo más mínimo, se ofrecen para participar como actores y ganar algún dinero.

Mientras, en sus escuelas y en los actos políticos, deben proyectar la  imagen más auténtica del revolucionario socialista.

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