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Represión

Se pixelan chivatos

La policía política recurre a testimonios de supuestos vecinos de Sonia Garro y Ramón Alejandro Muñoz, pero encubre sus rostros.

Madrid
Testimoniantes del video oficialista contra Sonia Garro y Ramón Alejandro Muñoz.
Testimoniantes del video oficialista contra Sonia Garro y Ramón Alejandro Muñoz. DDC

Cualquiera que haya visto un programa televisivo acerca de la trata de blancas, el tráfico de drogas o la vida interna en cualquiera de las mafias del mundo, habrá tropezado con gente de rostro pixelado. Quienes se arriesgan a dar testimonio en esos casos hablan con el rostro borrado con tal de no ser reconocidos y evitar represalias. Pixelar sus facciones o filmarlos en un ambiente oscuro forma parte del protocolo de protección de testigos.

Ahora parece que los esbirros de la policía política cubana (o del periodismo oficialista, que es departamento adjunto) van a dedicarse a pixelar los rostros de sus testimoniantes. Acaban de hacerlo a propósito del caso de Sonia Garro y Ramón Alejandro Muñoz, cuyo juicio está fijado para hoy, luego de haber sido suspendido en tres ocasiones.

Unos supuestos vecinos de Garro y Muñoz confiesan en una filmación oficial lo irrespirable de la vida del barrio cuando la pareja se encontraba en libertad. En esa grabación hablan de "pánico en la cuadra", refieren que los niños no podían jugar, que no se podía pasar junto a la casa de la pareja, que el barrio entero tenía que vivir refugiándose de ellos, y que a veces (esto lo dice una mujer ante un círculo infantil) no se atrevían a salir del círculo, de tan aterrados como estaban.

La filmación procura convencernos de que enfrentarse a Sonia Garro y Ramón Alejandro Muñoz requiere de las mismas protecciones que cuando se lidia con mafias. En lugar de fabricarles historial de delincuencia común como han hecho con otros opositores, en este caso parecen recurrir al expediente delincuencial del más alto riesgo. Quiere hacerse creer que quienes conocen a la pareja se han atrevido a hablar únicamente bajo la condición de no dar la cara, desde la inmunidad que presta ese esfuminado.

Lo curioso es que, a diferencia de cualquiera de los programas televisivos sobre trata de blancas, tráfico de drogas o vida dentro de las mafias, las voces de estos vecinos pixelados suenan perfectamente reconocibles, sin que hayan pasado por filtros deformantes. De modo que escuchándolos, cualquiera del barrio puede identificarlos.

Cabe preguntar entonces de que sirve ese enmascaramiento, pero es evidente que no ha sido ideado para proteger la identidad de nadie. Por el contrario, los rostros de esos testimoniantes fueron pixelados únicamente para sugerir un gran peligro. Sus caras fueron emborronadas, no por precaución, sino por teatralidad barata, tragiquismo.

Con esa filmación, los esbirros de la policía política cubana (o del periodismo oficialista, que es departamento adjunto) acaban de dar a luz el cederismo pixelado.

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