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Opinión

Contradicciones, inexactitudes y omisiones

El reciente editorial de 'The New York Times' pidiendo el levantamiento del embargo hace pasar por nuevo un muy viejo argumento suyo, y hace silencio sobre varias cuestiones escandalosas.

Washington

The New York Times acaba de publicar otro de sus editoriales pidiendo al presidente Obama "poner fin al embargo contra Cuba".

El editorial comienza señalando al presidente Obama varias crisis de política exterior —en sus palabras,  "el triste estado de las problemáticas relaciones bilaterales" en todo el mundo.

Irónicamente, muchas de estas crisis (Siria, Rusia, Irán, Irak, Corea del Norte, etc.) han trascendido —o se han agravado— precisamente debido a las políticas internacionales que The New York Times ha defendido durante mucho tiempo.

Ahora, respecto a Cuba, The New York Times declara que realmente sabe lo que habla. Sin embargo, está claro que no es así.

Este último editorial fue escrito principalmente por Ernesto Londoño, un nuevo miembro joven de la Junta Editorial de The New York Times que fue corresponsal en Afganistán e Irak, pero cuyo conocimiento de la política hacia Cuba se limita a regurgitar lo que sus "fuentes" le dijeron selectivamente esta semana.

Y tal inexperiencia sobre el tema inclina a contradicciones, omisiones e inexactitudes.

Permítanme comenzar con una contradicción flagrante. El propio editorial reconoce que "en los últimos años, la economía devastada ha forzado a Cuba a hacer reformas". Exacto. Entonces,  ¿por qué dejar de forzar esta situación? La historia ha demostrado que Castro solo persigue "reformas" por necesidad —nunca voluntariamente o por "buena voluntad". Entonces, ¿cómo exactamente, si se reemplaza con comercio e inversiones de EEU los miles de millones de la antigua URSS y los actuales subsidios venezolanos, más las inversiones europeas y canadienses en picado, podrían provocarse  "reformas"?

Esto no ocurriría.  De hecho, muchos observadores sostienen que la razón por la que Castro se niega a abordar mayores reformas es porque está esperanzado en que EEUU levante el embargo y salve a su régimen. Este editorial de The New York Times únicamente brinda a Castro una (falsa) sensación de esperanza.
Ahora veamos la lista de declaraciones falsas y omisiones.

En primer lugar, el editorial propone que el levantamiento del embargo de Estados Unidos "ayudaría a una población que ha sufrido enormemente desde que Washington cortó las relaciones diplomáticas en 1961".

La población cubana no ha sufrido enormemente "desde que Washington cortó las relaciones diplomáticas en 1961". Ha "sufrido enormemente" desde que Castro instaló una dictadura represiva, totalitaria, que —no olvidemos— el mal reputado reportero de The New York Times Herbert Matthews se dedicó a defender durante años.

Por otra parte, el editorial no explica cómo el levantamiento del embargo podría en realidad ayudar a la población cubana.

En las últimas cinco décadas, la más mínima operación de comercio o inversión con Cuba ha tenido que ser a través de una entidad estatal o de una entidad individual actúando en nombre del Estado. La exclusividad del Estado en asuntos de comercio e inversión fue consagrada en el artículo 18 de la Constitución castrista de 1976.

Por lo tanto, ¿cómo el turismo estadounidense y el comercio con empresas estadounidenses podría conseguir ayudar al pueblo cubano?

Mas aún, ¿de qué manera han beneficiado al pueblo cubano los miles de millones en comercio exterior y la inversión que otros países del mundo han llevado a cabo con los monopolios del régimen?

No hace falta decir que el editorial de The New York Times elude este punto clave.

En cambio, habla de la "nueva" ley cubana de inversión extranjera. Pero omite cómo esa ley viola el derecho laboral internacional y nada dice de las decenas de empresarios extranjeros que han sido encarcelados arbitrariamente en estos últimos años, cuyas empresas han terminado confiscadas. Entre ellos, algunos de los (ahora ex) mayores socios extranjeros del régimen, como la británica Coral Capital y el canadiense Tokmakjian Group.

El editorial habla del nuevo puerto de Mariel. Sin embargo, no hay en él ninguna alusión a la carga más significativa que ha pasado por ese puerto nuevo: 240 toneladas de armas cubanas destinadas a Corea del Norte, lo cual fue considerado una flagrante violación de las sanciones internacionales. (Nótese que el editorial no contiene absolutamente ninguna mención de este escándalo de tráfico cubano de armas, pese a ser el mayor envío interceptado de armas a Corea del Norte y la primera vez que una nación del continente ha sido declarada violadora de sanciones internacionales.)

El editorial, además, minimiza como el régimen castrista "aún hostiga y detiene disidentes". Pues no dice que las detenciones políticas se encuentran actualemente en máximos históricos. Y ya este año se han producido más de 7.599 detenciones políticas documentadas, cuadruplicando las 2.074 detenciones políticas de todo el año 2010.
En cambio, el editorial alaba cómo "en los últimos años han sido liberados los presos políticos encarcelados durante años". Y deja de mencionar a todos aquellos que todavía cumplen largas sentencias, así como a los nuevos presos políticos arrestados en los últimos años que permanecen encarcelados arbitrariamente. Por ejemplo, la Dama de Blanco Sonia Garro, el rapero Ángel Yunier Remón, el sindicalista Ulises González Moreno y el activista Iván Fernández Depestre.

Se elogia en el editorial el "papel constructivo" jugado por Cuba en las largas e inconclusas negociaciones de paz de Colombia. Sin embargo, nada se dice acerca de cómo el régimen cubano ha socavado eficazmente las instituciones democráticas en Venezuela, tomando el control político y operacional del gobierno de aquella nación, y conduciendo una campaña de represión que ha significado la detención, tortura y asesinato de estudiantes inocentes que se manifestaban.

El editorial de The New York Times se centra en los preparativos del régimen castrista para una Cuba post-embargo. Pero omite cualquier mención de una transición democrática y no habla de los valientes grupos de oposición dentro de Cuba, incluyendo a las Damas de Blanco, la Unión Patriótica Cubana (UNPACU), el Frente Nacional de Resistencia, el proyecto Estado de Sats o el Proyecto Emilia —todos los cuales se oponen al levantamiento del embargo.

Alega el editorial que la normalización de las relaciones diplomáticas conducirá de alguna manera a un "gran avance" en el caso de Alan Gross. Pero no cuenta con que el régimen castrista mantiene a Gross como rehén para extorsionar a EEUU para la liberación de cinco espías (ahora tres) condenados en los tribunales federales por sus operaciones dirigidas a instalaciones militares y por conspiración para el asesinato de tres ciudadanos estadounidenses y de un residente permanente en EEUU.

A continuación, el editorial analiza la próxima Cumbre de las Américas, sugiriendo que Cuba ha sido tradicionalmente excluida por la insistencia de Washington. Lo cual es una falsedad completa.

Cuba sigue siendo excluida debido al compromiso formal hecho en la Cumbre de Quebec de 2001 que sostiene que la democracia es una "condición esencial" para la participación en la Cumbre. Y, sin dudas, EEUU no debería tomar a la ligera sus compromisos formales.

Por último, pero no menos importante, este no sería un editorial de The New York Times si no mencionara el socorrido argumento del "cambio generacional", que afirma que los jóvenes cubanoamericanos sostienen “opiniones más suaves” respecto a las relaciones con el régimen cubano.

En cuanto a este argumento, no puede pasar desapercibido que The New York Times ha estado blandiéndolo desde el 5 de diciembre de 1965, cuando sugirió por primera vez que: "Los muy activos grupos anticastristas en Miami se han desvanecido en una oscuridad virtual".

Volvía sobre ello el 10 de octubre de 1974: "Prácticamente la docena completa de cubanos entrevistados desea visitar Cuba por ver a sus familiares o solamente volver a su país, que no han visto durante 10 años o más; y algunos segmentos de la comunidad de exiliados, especialmente los jóvenes refugiados crecidos y educados aquí, no están interesados en los asuntos cubanos".

El 23 de marzo de 1975 publicaba: "Por primera vez un significativo número de exiliados está empezando a atemperar su emoción con un pragmático realismo geopolítico."

Igualmente, el 31 de agosto de 1975: "La mayoría de las personas entrevistadas — especialmente los jóvenes, que constituyen más de la mitad de los 450.000 exiliados aquí— están deseando que se les permita viajar a Cuba. Incluso los empresarios, que constituyen un grupo más conservador que los jóvenes, están pensando en comerciar con Cuba una vez que se levante completamente el embargo."

Y el 4 de julio de 1976: "Una nueva generación de profesionales de entre 25 y 35 años de edad ha reemplazado al viejo liderazgo del exilio".

Hay más ejemplos. Demasiados para hacer creíble un argumento así.

 


Este artículo apareció en inglés en el blog Capitol Hill Cubans. Se publica con autorización del autor.

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