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Opinión

¿Socialismo 'bueno' de autogestión?

A diferencia de Pedro Campos, el autor no ve como solución para la economía cubana y mundial el cooperativismo.

Los Ángeles

Respeto el  derecho de Pedro Campos, y de cualquier académico, a creer y afirmar que un socialismo virginal  y aséptico basado en el cooperativismo y la autogestión será la sociedad ideal del futuro en Cuba y en todo el planeta.

Sin embargo, Campos debiera  considerar  que antes que él muchos ilustres pensadores propusieron  o llevaron a la práctica experimentos sociales —todos fallidos—  idénticos a los que él esboza en su artículo publicado en este diario.

Por cierto, que dicho artículo haya sido publicado en La Habana por la revista Temas, que como todos los medios cubanos es controlada por el Departamento Ideológico del  PCC,  me sugiere  que un ala más pragmática dentro de la burocracia partidista parece ir ganando espacio, pues el trabajo de Campos es un rechazo teórico al "viejo socialismo" estalinista aún vigente en la Isla.

Según el autor, Karl Marx ha sido siempre mal interpretado, incluso por Lenin. Asegura  que el marxismo nadie ha sabido aplicarlo, que el "socialismo de Estado" no tiene nada que ver con Marx,  y que el verdadero socialismo concebido por el filósofo germano es el cooperativista y de autogestión.

Es cierto que Marx inicialmente solo hablaba de la toma del poder por los obreros, sin precisar bien el papel posterior del Estado, pero luego de la derrota de la Comuna de París, en 1871,  basándose en su percepción de que "la violencia es la partera de la historia", promovió la  revolución iconoclasta para arrasar con el orden burgués e implantar la dictadura absolutista del proletariado en un Estado de nuevo tipo, y no para fomentar comunidades autogestionarias.

Impide la innovación

El cooperativismo fue una necesidad imperiosa desde los orígenes de la civilización. ¿Cómo habrían podido nuestros ancestros primitivos matar a un mamut sin organizarse como grupo para un ataque coordinado y efectivo contra el gigantesco animal?

Para cualquier tarea, en los albores de la humanidad la cooperación era cuestión de vida o muerte. Pero muchas vueltas ha dado el mundo desde entonces.  Con la perspectiva  histórica de los milenios transcurridos,  hoy  vemos  que desde el modelo  diseñado por Platón en La República  hasta el "socialismo de autogestión" del mariscal Josip Broz Tito en Yugoslavia 2.384 años después,  el cooperativismo socialista no ha funcionado. 

¿Por qué?  Porque como forma de gobierno,  o de organización socioeconómica, el colectivismo —ya sea comunitario, obrero autogestionario,  o estatal—  niega o limita la libertad del individuo para innovar, crear riquezas y beneficiarse directamente de su aporte a la sociedad. Es decir, el cooperativismo se contrapone a la naturaleza humana, todo lo contrario de lo que sostiene Campos. 

Nunca he comprendido  por qué resulta tan difícil para algunos analistas  percatarse de que si en un grupo humano los más talentosos, productivos y esforzados en el trabajo tienen que sostener con el fruto de sus innovaciones, su abnegación y su trabajo "fuera de serie" a los menos capaces y a los que no se esfuerzan demasiado,  desaparece el  incentivo para seguir poniendo ese "extra" ingenioso y eficiente. Y sin ese "extra"  los terrícolas no habríamos  podido caminar por la Luna,  o navegar  por internet.

Todos no halan parejo

Recuerdo cuando a mediados de los 60 fui con un grupo de colegas estudiantes de periodismo a las montañas de la Sierra Cristal, en Oriente, a entrevistar campesinos cafetaleros para ver si querían entregar sus parcelas de tierra e integrarse a cooperativas. Entrevistamos a alrededor de 40 campesinos, y salvo uno que dijo que se lo iba a pensar, los demás se negaron. Uno de ellos fue tan sincero que me dijo: "en una cooperativa todo el mundo no 'jala' parejo".

No obstante, de acuerdo con Campos, "el predominio mundial de las formas autogestionarias y cooperativas será la revolución social mundial socialista". Lo dudo.  Ese camino ya ha sido transitado, siempre infructuosamente.  Y como decía Albert Einstein, repetir lo mismo una y otra vez esperando tener resultados diferentes es una inequívoca expresión de locura. 

La propiedad comunal o estatal (su estadio superior) y el cooperativismo han sido la espina dorsal de todas las utopías de los soñadores sociales a lo largo de la historia. Pero, o no han podido ponerse en práctica por irrealizables, o llevadas a la realidad han resultado inviables.

El cooperativismo fue útil mientras pudo serlo. En Babilonia había cooperativas de servicios funerarios, y en Grecia y en Roma las había de seguros. Era colectivista la vida agraria entre los germanos y las organizaciones de trabajo entre los pueblos eslavos, y había cooperativismo en los asentamientos precolombinos, las Reducciones de los jesuitas en el Paraguay, o las  Cajas de Comunidad durante la colonización española en América.

Pero, mucho ojo,  la productividad era bajísima, y no solo por el escaso desarrollo tecnológico y de la organización del trabajo, sino porque faltaba el "extra" laboral  individual creativo e innovador antes señalado.

Salto en la productividad

Por el contrario, el  laissez faire (dejar hacer a las fuerzas productivas), la inteligente  consigna de los fisiócratas franceses  que en el  Siglo de las Luces  sirvió de  música de fondo en Europa  a los inicios del  respeto institucional  a la libertad individual, la propiedad privada, el librecambismo y la "mano invisible" de Adam Smith, fue lo que disparó la tecnología,  la productividad del trabajo  y sepultó el ancien régime estatista  de las monarquías absolutas. Al compás de esa Revolución Industrial,  fue la propiedad privada y no el colectivismo platónico la palanca de Arquímedes que movió el mundo hacia la modernidad.

Con su  socialismo autogestionario Campos paradójicamente abraza a Lenin, el hombre que "hundió" a Marx.   En enero de 1923 el líder bolchevique escribió en el diario Pravda, con fuerza de dogma: "siendo la clase obrera ya dueña del poder… en realidad solo nos queda la tarea de organizar a la población en cooperativas. Consiguiendo la máxima organización de los trabajadores en cooperativas, llega por sí mismo a su objetivo el socialismo".   

El mariscal Tito le tomó la palabra y puso en práctica en Yugoslavia el cooperativismo "entre buenos hermanitos".  Las empresas, aunque propiedad del Estado, fueron confiadas a los trabajadores para que las gestionaran y obtuviesen parte de las ganancias. La autogestión cooperativa descansaba en la asamblea, el consejo obrero, el comité de gestión y el director.  Recuerdo que dicho modelo fue rechazado por Fidel Castro, y que el Che Guevara lo calificaba de "traición al socialismo".

¿Resultado?  Yugoslavia  se quedó muy atrás de  las naciones capitalistas de Europa, que en la posguerra dieron un salto espectacular en su desarrollo socioeconómico y tecnológico.

Aristóteles lo previó

Aristóteles ya previó el error de los clásicos del marxismo-leninismo cuando  rechazó la propiedad comunal  propuesta por su maestro Platón y afirmó que la propiedad privada era superior porque "la diversidad de la humanidad es más productiva",  y porque "los bienes cuando son comunes reciben menor cuidado que cuando son propios".

Antes, Demócrito había ensalzado las ventajas de la propiedad privada, pues "permite el desarrollo y facilita el progreso". Y en plena Edad Media, en el siglo XIII,  Tomás de Aquino advirtió que sin propiedad privada no hay economía, y escribió: "el individuo propietario es más responsable y administra mejor".

En el polo opuesto socializante, luego de la larga noche medieval,  Thomas Moro (Utopía),  Francis Bacon ( La Nueva Atlántida), John Bellers ( Asociación de Trabajo de todas las Industrias  Utiles y la Agricultura) y otros, entre los siglos XVI y XVIII  imaginaron sociedades basadas en la propiedad colectiva y el cooperativismo. Luego lo propusieron el inglés Robert Owen, el suizo Leonard Sismondi y los franceses Charles Fourier,  Henri  de Saint Simon y  Étienne Cabet.  Este último, en su Viaje a Icaria se adelantó a Marx al dar una imagen idílica del comunismo. 

No son 'islas socialistas'

Con respecto a nuestros días, Campos destaca que en Occidente crece el número de cooperativas industriales. Sí, son miles, pero funcionan porque no tienen nada que ver con Marx, Lenin, Owen, o Tito.  No son "islas socialistas", sino  empresas capitalistas muy similares a las compañías por acciones. Una de ellas, la Corporación Mondragón, de España, es una transnacional con 256 empresas y  80.000 trabajadores.  Hay cooperativas en las que hasta un 70% de sus trabajadores no son socios, sino simples asalariados que son menos propietarios que los miles de accionistas de Coca-Cola.

No dudo que esas cooperativas al constituirse estén inspiradas en el mismísimo Platón. Comienzan con unos cuantos socios que aportan dinero y se reúnen para tomar decisiones. Pero se van incorporando nuevos socios y, como no pueden ya reunirse todos, delegan en un Consejo Rector y un Gerente. Y contratan asalariados. El personal de oficina gana hasta tres veces más que quienes laboran en los talleres. Si un obrero "propietario" se destaca en su trabajo igualmente  recibe dos veces más,  y el oficinista asalariado recibe seis veces más.

En fin, las cooperativas occidentales tienen formas organizativas y de gestión que las alejan  de sus iniciales principios de "hermandad" socialista.  Los tecnócratas con su know-how imprescindible, y las gerencias, con sueldos enormes, constituyen una elite que toma decisiones por encima del  conjunto de los cooperativistas.

Semáforos reguladores

Por lo demás, Campos tiene razón en que el capitalismo a "lo bestia" no es un paradigma a seguir.  Pero los propios padres de la teoría económica liberal clásica, Smith,  David Ricardo y John Stuart Mill (contemporáneo de Marx), británicos los tres,  ya advirtieron  que los defectos del mercado hay que corregirlos mediante la intervención de las autoridades públicas. 

La experiencia  revela  que la autorregulación espontánea del  mercado no es suficiente para evitar desastres cuando se produce lo que  Alan Greenspan  —expresidente del Banco Central de EEUU (Junta de Reserva Federal)—  llama "exuberancia irracional del mercado", como la que generó la burbuja hipotecaria y financiera  (recordar los "bonos basura" de altos riesgos de impago) que, al estallar en 2008, sumergió a la economía estadounidense en la peor  crisis desde los años 30. Los bancos en EEUU llegaron a decirle a la gente: "¿Quieres comprar  una casa? bien, págame solo los  intereses por tres años, y luego ya veremos". Sin investigar mucho la solvencia del cliente.

Es decir, el librecambismo no significa ausencia de políticas económicas y de regulaciones. Estas son necesarias, pero no para constreñir o sustituir el capitalismo, sino para  precisamente garantizar su buen funcionamiento. Como dice un amigo mío, las regulaciones son como los semáforos, cuya función es la de evitar el caos vehicular  y no la de impedir que circulen los automóviles.

Además, las crisis económicas realmente son inevitables debido a la libertad económica, y funcionan como un purgante para neutralizar los excesos "exuberantes".

'El ojo del amo engorda el caballo'

En los años 60 hubo economistas, entre ellos John K. Galbraith, que creyeron encontrar la sociedad perfecta. Formularon la Teoría de la Convergencia, una hibridación de lo mejor del capitalismo con lo mejor del socialismo. Pero la muerte natural de la URSS y del "socialismo real" sepultó la propuesta.

Ciertamente, el capitalismo de hoy no es igual al de hace un siglo. La libre competencia  entre las empresas se ha modificado y algunas dominan ramas completas de la economía. Y la distribución de las riquezas es desigual. 

Pero pongamos los pies en la tierra.  No hay alternativa viable al sistema económico basado en la propiedad privada.  La economía de mercado, con sus contrastes sociales, desigualdades y todos sus defectos, es la única que funciona porque se corresponde con la naturaleza del homo sapiens. No sé en otros planetas, pero aquí en la Tierra así es:   "el ojo del  amo engorda el caballo".

Solo por la fuerza podría imponerse el cooperativismo socialista que vaticina Campos. Si ello ocurriese,  la humanidad probablemente regresaría a los difíciles tiempos del Cid Campeador y Doña Jimena.

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