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El país que desapareció

La Calzada de Infanta

Ya no existen sus bodegones y bares, tampoco la Escuela Normal, la Canada Dry, la maderera Orbay y Cerrato, las revistas 'Carteles' y 'Vanidades', la Clínica Canina…

La Habana

Esta calzada, que en la época colonial se llamó Calzada de los Pontones, por los muchos puentes que la cruzaban, en los años 50 se extendía desde la Calle 23, en La Rampa, hasta la Esquina de Tejas, donde comienza la Calzada de Jesús del Monte, hoy más conocida como de 10 de Octubre.

Su primer tramo, desde Carlos III hasta la Esquina de Tejas, se terminó en el año 1843. El segundo, desde Carlos III hasta la Calle 23, ya en el Vedado, es muy posterior.

Recorriéndola a la inversa, a partir de la Esquina de Tejas, desde su tramo menos favorecido hasta el más desarrollado al conectar con La Rampa, existían un bodegón y el cine Valentino, siendo en ese lugar muy estrecha la avenida, de una sola vía, lo que a menudo producía congestiones de tránsito.

Después de la fábrica de fósforos y de las calles que conducían a los fanáticos del béisbol al Estadio del Cerro, se ampliaba a cuatro vías hacia el parque de la Escuela Normal y la fábrica de la Canada Dry, visible sus líneas de producción a través de los grandes ventanales de cristal, con la estación de Policía y su escalinata, la maderera Orbay y Cerrato y su terreno de béisbol y, enfrente, el Brindis Bar, con su lumínico de la rubia desnuda recostada, a la que hubo que agregarle una trusa roja de dos piezas, ante el reclamo de los puritanos de entonces.

Más adelante, en su banda izquierda, el edificio de Salubridad, la florería y la funeraria La Nacional, y edificios de viviendas con diferentes comercios en los bajos, hasta llegar al cruce de Carlos III y, en el edificio que formaba un cuchillo con la Calzada de Ayestarán, el laboratorio y cartel anunciando "las pinceladas sanativas del Dr. Pérez Fuentes", en sus frascos con brocha de pluma de ave.

Por la banda derecha, también edificios con comercios, la redacción y los amplios talleres de las importantes revistas semanales Carteles y Vanidades, un cabaret árabe en el primer piso de un inmueble recién construido, con pufs, cojines y mesas a centímetros del piso y, ya en el cruce, el bar restaurante Las Avenidas.

Cruzando Carlos III, a la izquierda, junto a las verjas de la Quinta de Los Molinos, la funeraria San José, y más viviendas y comercios hasta el restaurante chino y el bodegón, al llegar a San Lázaro. A la derecha, otro bodegón y el cine Manzanares, la Clínica Canina, de madera y techo de tejas, con alojamiento para mascotas de dueños viajeros, cercana a la calle Zanja y, después, los cines Astral e Infanta, algunas tiendas, la iglesia de El Carmen y las Lámparas Quesada, con el Caballero de París en sus portales, de tanda en tanda.

La esquina de San Lázaro e Infanta, famosa por los continuos encontronazos entre los estudiantes universitarios y la policía, dirimidos con violencia mediante chorros de agua, pedradas, quema de neumáticos y balazos, también lo era por los múltiples expendios de ostiones existentes en el lugar y porque, en uno de sus cuadrantes, cada diciembre instalaba su carpa el Circo Santos y Artigas, el más importante circo cubano.

Continuando el recorrido, aparecía el edificio de Radio Progreso, la denominada "Onda de la Alegría" y, enfrente, el cabaret Las Vegas, punto de reunión de músicos y de artistas, la Sociedad de Ajedrecistas de Cuba, el edificio del Colegio de Arquitectos e Ingenieros de La Habana y, llegando a la calle 23, el gran edificio de la Ambar Motors, con sus salones de exhibición de autos fabricados por la General Motors y sus talleres en los sótanos.

A la derecha, el bodegón de Infanta y Hospital, el edificio de piedra de la Sociedad de Amigos del País y el garaje de 23 entre Infanta y Malecón.

La Calzada, mayoritariamente ancha y bien asfaltada, era recorrida por numerosas rutas de ómnibus y transitada por cientos de automóviles y otros vehículos, siendo una de las vías más importantes de la ciudad, pues enlazaba diferentes puntos de la misma. Debido a ello proliferaban, además de viviendas, los establecimientos comerciales más disímiles.

Hoy Infanta, sin llegar a los extremos de deterioro visibles en otras arterias urbanas, también ha sufrido la irresponsabilidad y la indolencia de las autoridades, habiendo perdido valiosos inmuebles y lugares que la caracterizaban (la mayoría de sus bodegones, bares, restaurantes y comercios, algunos edificios, la Escuela Normal, la Canada Dry, el terreno de béisbol de Orbay y Cerrato, las revistas Carteles y Vanidades, la Clínica Canina, la esquina de San Lázaro e Infanta, etcétera) y manteniéndose otros en estado deplorable o situación ruinosa  que, como células cancerosas, la afectan y afean, esperando la llegada de tiempos mejores.

Como en otras arterias urbanas, los ciudadanos que ejercen el trabajo por cuenta propia, bajo disímiles presiones gubernamentales, que atentan contra su desarrollo normal y consolidación como germen de la pequeña empresa privada, luchan por rescatarla de la miseria y restablecerla como una importante vía comercial.

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