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Historia

La Casa de Cuba en París y un Martí desaparecido

Ha sido restaurado el edificio de la Ciudad Universitaria de París y desapareció un valioso busto de Martí.

París

Al mismo tiempo que renace el edificio de la Casa de Cuba en la ciudad universitaria parisina tras una ejemplar restauración, el busto de José Martí que se encontraba en el vestíbulo ha desaparecido. La escultura, obra en bronce de Juan José Sicre (1898-1974), había sido donada por el hijo del Apóstol en 1933 a la Universidad de París durante la inauguración de la Fundación Abreu de Grancher, que en un inicio administraba la institución.

En 1919, recién finalizada la Primera Guerra Mundial, surgió la idea de crear en París una ciudad universitaria que acogiera a estudiantes del mundo entero. Un grupo de intelectuales y políticos visionarios se propuso promover el proyecto y en 1925 fue inaugurada la primera residencia. Además de mejorar las condiciones de alojamiento estudiantil, la Fundación Nacional que promovió la iniciativa quiso crear un modelo original de colectivad acorde al contexto pacifista y humanista de la época.

Rápidamente se multiplicaron las residencias, que hoy en día suman 40. Los edificios, en gran parte construidos a lo largo del siglo pasado por arquitectos de renombre como Le Corbusier, Claude Parent o Lucio Costa, se ubican en un inmenso parque de 34 hectáreas, donde el entorno vegetal y paisajístico contribuye en gran medida al carácter excepcional de este conjunto urbanístico. La Cité Universitaire dispone de instalaciones deportivas, restaurantes, bibliotecas, salas de teatro e inumerables ventajas destinadas  a  alrededor  de 5.600 estudiantes procedentes de más de 140 países.

En los valores arquitectónicos que preserva esta Ciudad Universitaria se alternan los elementos vanguardistas internacionales del siglo XX con la tradición vernacular. Construcciones representativas de naciones como Japón, Grecia, Marruecos o España destacan un extenso catálogo que constituye un verdadero museo al aire libre. Entre los edificios que exaltan la identidad nacional sobresale la Casa de Cuba, inaugurada en 1933, una de las primeras en construirse.

Una casa para los estudiantes cubanos

El deseo de incluir a Cuba en esta ciudad internacional de estudiantes estuvo presente desde 1925, durante la primera fase constructiva. Intelectuales franceses y cubanos, y sobre todo la Asociación Médica Franco-Cubana Joaquin Albarrán involucraron al gobierno de la Isla en este empeño comprometiendo al presidente Gerardo Machado a otorgar los fondos necesarios. Sin embargo, en esta época la joven república iniciaba un ambicioso plan de obras públicas que convertiría sus atrasadas infraestructuras coloniales en las de una nación moderna.

La Carretera Central, el segundo tramo del malecón habanero, el Capitolio Nacional o la propia Universidad de La Habana con su escalinata majestuosa —entre otras— fueron algunas de las múltiples obras del período. El Ministerio de Obras Públicas contrató a un equipo francés dirigido por el urbanista Jean-Claude Nicolas Forestier, quien al mismo tiempo coordinaba la urbanización de la  Cité Universitaire en París. Forestier viajó varias veces a Cuba, estudió el entorno y la flora habanera y programó un proyecto ejemplar de ciudad-jardín a gran escala. Pero a los elevados gastos de estas obras se agregó el contexto de crisis económica que condujo al crack de 1929 en Wall Street, y finalmente el Gobierno cubano se vió forzado a abandonar el proyecto parisino.

Fue entonces cuando Pierre Sánchez Abreu (1890-1952), un acaudalado abogado asentado en Francia, descendiente de una ilustre familia de la Cuba colonial, decidió construir una casa para los estudiantes cubanos en la Ciudad Luz. Para ello contó con el apoyo de su hermana Rosalía, más conocida como Lilita (1886-1955). Ambos deseaban crear una fundación en homenaje a su tía, Rosa Abreu Arencibia, viuda del profesor Jacques-Joseph Grancher. Este último había sido un gran amigo y colaborador de Louis Pasteur, en particular durante los estudios que el científico francés dedicó a la vacuna antirrábica.

Los hermanos Sánchez Abreu quisieron perpetuar la tradición filantrópica de Rosa Abreu, quien ayudaba  ampliamente a los estudiantes cubanos de paso por París y había financiado también en su ciudad natal de Santa Clara múltiples obras caritativas y de beneficencia desde los años de 1870.

La Fundación Abreu de Grancher

El 25 de febrero de 1929 Pierre Sánchez Abreu y su hermana firmaron el acta de donación, que fue aprobada por decreto el 26 de mayo. El documento, conservado en los archivos de la Cité Universitaire, otorgaba a los donantes un terreno de 1.824 m², y los mismos se comprometían a "edificar y amueblar en el recinto de la Ciudad Universitaria, un inmueble que permita a los estudiantes cubanos el beneficio y las ventajas de dicha Ciudad… destinado a convertirse tras su construcción, en propiedad de la Universidad de París". Esos os archivos conservan una abundante documentación que refleja en múltiples aspectos la historia de Cuba o acontecimientos internacionales como la ocupación de París durante la Segunda Guerra Mundial.

El reglamento de la fundación estipulaba como nombre oficial "Université de Paris Fondation Rosa Abreu de Grancher, en faveur des étudiants cubains" (Universidad de París Fundación Rosa Abreu de Grancher, a beneficio de los estudiantes cubanos), dirigida por la Universidad de París a través de un consejo de administración compuesto por 8 miembros: el rector de la universidad, el presidente del Consejo de la Universidad de París, el presidente de la Fundación Nacional de la Cité Universitaire, el embajador de Cuba en París, el director de un centro de enseñanza superior, dos personalidades cubanas designadas por Pierre Sánchez Abreu y, tras su muerte, por el embajador de Cuba en París. Se incluían además el propio señor Sánchez Abreu y un director gerente nombrado por el rector que ocuparía un domicilio en el inmueble. La Universidad de París se reservaba el derecho de disponer de al menos un cuarto de las habitaciones para estudiantes franceses y de otras nacionalidades.  

Tras múltiples trámites y proyectos, los donadores decidieron encargar la construcción de la Casa de Cuba al arquitecto francés Albert Laprade (1883-1978), quien comenzaba a distinguirse como uno de los más célebres exponentes del estilo art decó. El 3 de abril de 1930 el rector de la Universidad de París recibió la autorización de construir la residencia por parte de las autoridades locales. Apenas dos años después la institución asumía plenamente sus funciones, aunque la inauguración oficial tuvo lugar el 14 de enero de 1933.

A mediados del pasado siglo la Casa de Cuba en París acogió a gran parte de la elite cultural cubana. Entre otros residentes destacan los artistas Ángel Acosta León, Ramón Alejandro, Agustín Cárdenas, Joaquín Ferrer, Roberto García-York, Gina Pellón y Loló Soldevilla, el cineasta Néstor Almendros, o los intelectuales Rine Leal y Severo Sarduy.

La casa más lujosa de la Ciudad Universitaria

Desde su apertura, la Casa de Cuba fue considerada como una de las más lujosas, y sobre todo la de mayor confort. La estructura general emplea el hormigón armado como técnica constructiva, pero las fachadas están recubiertas de piedra dura de Saint-Maximin, Vergelé de Saint-Wast y roca de Comblanchien. Estos materiales evocan la piedra de cantería característica de la arquitectura señorial cubana del periodo colonial.  

En la fachada principal, inspirada en la de la Catedral de La Habana, destaca la entrada monumental enmarcada por elegantes columnas. Su parte superior central ostenta el escudo de la República de Cuba en relieve sobre una cornisa semicircular y, dispuestos de forma simétrica,  sobresalen dos antecuerpos con medallones esculpidos en piedra de Euville representando las armas de las seis antiguas provincias.

Las fachadas laterales desarrollan un ritmo sobrio y equilibrado gracias a la diversidad de ventanas y a los discretos balcones de pequeño formato con balaustres de hierro forjado. Igual armonía se desarrolla a nivel de la azotea, bordeada también por una discreta balaustrada en hierro sostenida por pilones de remate cónico que coronan integralmente el edificio.

El vestíbulo comunica con una galería central que atraviesa la planta baja y conduce al gran salón o sala de reuniones, que también sirve de biblioteca. Este espacio, de 124 m² se abre al jardín por cinco grandes ventanales de medio punto. Las paredes y estanterías de la biblioteca están recubiertas de caoba cubana, así como el portón de entrada al salón, ornado de elegantes celosías. El revestimiento de maderas constituye una de las obras maestras del edificio, ejecutada por el ebanista Eugène Printz (1889-1948), gran maestro del art decó francés y colaborador asiduo del arquitecto Laprade.

El mobiliario del salón, que actualmente se conserva en su gran mayoría, fue importado de La Habana. Algunas de las mesas y butacas preservan la placa metálica que identifica al fabricante: "Casa Cayón. Neptuno 186 Tél.A.4288. Habana-Cuba".

Por su parte, los muebles de las habitaciones fueron diseñados por el propio arquitecto Laprade en un sobrio estilo neocolonial, y fabricados por Mercier Frères, histórica firma parisina fundada a principios del siglo XIX, ubicada en el número 100 de la calle Faubourg Saint-Antoine. Sus talleres cerraron definitivamente en el año 2006. También se conserva actualmente gran parte de este mobiliario.

Otro elemento arquitectónico que merece la pena mencionar es el hueco octogonal de la escalera que comunica los cinco niveles de elevación del edificio. Es aquí donde el arquitecto Laprade desarrolla su máxima creatividad, combinando en perfecto equilibrio la geometría característica del art decó de los años 30 con el espíritu vernacular de la residencia.

Un aspecto de la casa destacado por la mayor parte de artículos de prensa y otros documentos de archivo es el hecho de poseer en cada una de las setenta habitaciones, cuartos de baño  individuales con agua fría y caliente las 24 horas, además de teléfono y reloj eléctrico. La residencia contó desde su apertura con ascensor y múltiples comodidades como cocina, servicio de  lavandería y de desayuno y merienda. Ningún detalle fue descuidado. Los inventarios evocan la existencia de perchas identificadas con el nombre de la fundación, cubiertos de plata ornados con el escudo de la República de Cuba realizados por la casa de orfebrería parisina Christofle, cristalería fina y una vajilla de porcelana de Limoges, que si bien no se describe en la documentación, estaba igualmente ornada con el escudo cubano, según fuentes testimoniales. Actualmente no se conserva ninguno de estos accesorios.

El ocaso de la Fundación Abreu Grancher

Un estudio de los fondos documentales de la Fundación Abreu Grancher muestra el progresivo deterioro del edificio a lo largo del siglo XX, a pesar de algunas restauraciones parciales, y la paulatina desaparición de gran parte de su patrimonio mobiliario. La Casa de Cuba fue objeto de vandalismo durante la dramática ocupación de París entre 1940 y 1944. El edificio fue uno de los primeros ocupados por los militares alemanes y seguidamente por las tropas norteamericanas durante los primeros meses de la liberación.

Pierre Sánchez Abreu falleció en La Habana el 21 de febrero de 1952 y su hijo Jean-Claude Abreu (1922-2006) ocupó su lugar en el Consejo de Administración de la Fundación Cubana en 1955. A partir de 1959, los embajadores cubanos Harold Gramatges y Alejo Carpentier trataron infructuosamente de modificar los estatutos de la institución con el objetivo de controlar completamente su dirección. Sin embargo, en agosto de 1975 la Universidad de París, después de años de litigio, decidió asimilar la Casa de Cuba y adjudicarse definitivamente su tutela. Hoy en día solo el nombre y lo que queda de su patrimonio original hacen honor a sus generosos fundadores y a nuestra cultura nacional.

Afortunadamente, el edificio y los muebles cubanos y originales que subsisten han sido objeto de una completa y ejemplar restauración que le ha devuelto a la residencia gran parte de su lustre. El costo de las obras se elevó a 5.807.072 de euros y estuvo a cargo de varios organismos estatales y de la Asistencia Pública a los Hospitales de París, que desde el 10 de octubre de 2007 controla la gestión de las instalaciones. La antigua Casa de Cuba recibe actualmente a médicos de todas las nacionalidades que cursan postgrados en la capital francesa.  

Una particularidad de la Casa de Cuba desde sus inicios fue la voluntad de sus fundadores de crear un fondo bibliográfico cubano y una colección de obras de arte, documentos y objetos históricos de los que muy pocos subsisten hoy. Previo a las obras de restauración, en abril de 2009 el Servicio de Patrimonio de la Cité Universitaire llevó a cabo un inventario. El documento señala la presencia en el vestíbulo de un busto de José Martí, obra del célebre escultor cubano Juan José Sicre. El interés del busto reside en haber sido donado a la Universidad de París por el hijo del Apóstol, José Francisco Martí Zayas Bazán, según consta en documentos de archivo de 1933. Al mismo tiempo, la escultura forma parte de una serie encargada en 1926 por su autor a los talleres de fundición Valsuani, instalados en París en 1899. Esta empresa, que ha mantenido sus funciones hasta la actualidad, es conocida por su calidad técnica y ha colaborado con artistas de la talla de Picasso, Matisse, Degas o Gauguin.

Cuando Sicre realizó el busto de Martí, sus obras integraban el inicio de la vanguardia artística cubana. El escultor colaboraba con la revista de avance, uno de los puntos de partida del modernismo en Cuba y comenzaba su labor pedagógica en la Academia de San Alejandro de La Habana, después de perfeccionarse en Europa, y particularmente en París, donde fue discípulo de Antoine Bourdelle. Este busto marca el inicio de sus búsquedas para el colosal monumento de la Plaza Cívica (hoy llamada Plaza de la Revolución), uno de los símbolos de la nación cubana, inaugurado en 1958. Varios ejemplares de esta serie figuran en conocidas instituciones del mundo entero y otros pueden ser adquiridos en el mercado del arte, lo que dificultaría una posible localización.  

Como una metáfora de la convulsa historia de la Casa de Cuba en la Ciudad Universitaria de París, el busto de nuestro Héroe Nacional desapareció durante las recientes obras de restauración arquitectónica, siendo remplazado por el del sabio francés Louis Pasteur, obra de Paul Dubois realizada en 1888, procedente también de la colección original. Así, la efigie que fue donada para representar "el esfuerzo de los cubanos por su independencia", como señala el documento de su donación, ha dejado de velar el umbral de este pedazo de Cuba en París.

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