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Política

Del Hombre Nuevo al Travestismo de Estado

Una crítica a profundidad de Mariela Castro y el CENESEX deja ver que sus estrategias políticas están a tono con las de la economía, las relaciones internacionales y la realpolitik actuales en Cuba.

Miami

El 17 de mayo de 2009 y frente a las cámaras de varios medios de prensa, Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), bailó por las calles de La Habana al ritmo de una conga, acompañada por decenas de homosexuales que ondeaban banderas multicolores y entonaban consignas.

A diferencia de otros eventos oficiales, caracterizados por la solemnidad, el aburrimiento y el verde olivo, la "conga de la diversidad" derrochaba alegría y un colorido intenso, carnavalesco. En esa ocasión, Castro Espín, con su acostumbrada sonrisa, expresaba: "Ahora la diversidad sexual forma parte de la Revolución y ya de una manera revolucionaria". Esta formulación resumía el cambio del discurso y de la política estatal que estaba tomando cuerpo en Cuba.

Hasta la caída del muro de Berlín en 1989, el Gobierno cubano había estado involucrado en una experiencia transnacional de construcción del socialismo, que pretendía la creación de un "hombre nuevo". Popularizado en Cuba por Ernesto Guevara, este concepto formaba parte de un proyecto de "ingeniería social" que se basaba en la intervención de todos los niveles de la vida, y en el control de la sexualidad. La represión a los homosexuales se generó desde una homofobia estatal que duró por varias décadas, hasta que el nacionalismo revolucionario quedó sin el apoyo de sus principales socios económicos y políticos. 

A partir de ese momento, el Gobierno se vio obligado a reconciliarse con su pasado cercano de intolerancia y discriminación para encajar en el nuevo orden global postsocialista. El país necesitaba abrirse al mundo y ofrecer una imagen de apertura. La "comunidad imaginada" que hasta entonces solo había estado conformada por héroes, vanguardias y hombres nuevos, debía incluir a sujetos que habían sido considerados no solo como "otros" nacionales, sino también, como enemigos políticos.[1] De este modo, los homosexuales comenzaron a ser incorporados por el mismo Estado que, décadas atrás, los había desterrado del paraíso socialista.

En ese proceso, el CENESEX ha ocupado un papel central. Durante la última década, esa institución ha ofrecido un nuevo marco ideológico a las reformas del general Raúl Castro a través del uso  del concepto de "diversidad cultural". Ya en 2008, Frances Negrón Muntaner había advertido que el reconocimiento a los homosexuales en Cuba respondía a un "transformismo político" que ella denominó entonces como "mariconerías de Estado".[2] Tomando como punto de partida a este concepto y el de "travestismo cultural"[3] de Jossiana Arroyo, las páginas que siguen están encaminadas a ofrecer un marco de interpretación del escenario político cubano contemporáneo y que he denominado como "travestismo de Estado".

Travestismo de estado y despolitización de la sexualidad

En el campo de la sexualidad, el travestismo de Estado puede definirse como un conjunto de políticas y discursos encaminados a limitar la emergencia de un genuino movimiento de derechos, a través de mecanismos de asimilación y normalización. En ese sentido, efectúa una cirugía política del cuerpo nacional que tiene entre otros objetivos la confinación del debate hacia una zona que el Estado no considera un peligro, al tiempo que levanta una cortina de humo sobre una discusión democrática más abarcadora. En última instancia, busca reconstruir la legitimidad gubernamental, garantizar la domesticación política y el control de identidades sociales. Dicho de otro modo, el travestismo de Estado puede entenderse como un "gatopardismo" [4] gubernamental que despliega políticas de tolerancia encaminadas a reactualizar procesos nacionales de inclusión y exclusión, para conseguir un escenario de diversidad controlada.

En ese proceso de máscaras desplegadas por el Estado cubano, el CENESEX se ha convertido en un agente fundamental en la producción y la exportación de lo que Kevin Latham ha denominado como retóricas de transición.[5] Se trata de reajustes discursivos en la política gubernamental, de desplazamientos en la retórica paternalista basada en la utopía igualitaria, hacia otra más pragmática, encaminada a garantizar lealtades políticas.

Si bien esto es cierto, no se debe desestimar la labor de esa institución, cuyos programas han otorgado mayor visibilidad y algunas garantías a las identidades LGBTI. Por ejemplo, ya en 2005, el CENESEX había logrado llevar a la Asamblea Nacional el tema de las operaciones de sexo para personas transexuales, la propuesta de un nuevo Código de Familia y una nueva ley de identidad de género. Por otra parte, sin el lobby de Mariela Castro, habría sido más difícil que en junio del 2008, el Ministerio de Salud Pública aprobara una resolución que consentía las operaciones de cambio de sexo.

Sin embargo, el CENESEX ha desarrollado múltiples estrategias —para la domesticación y construcción de identidades políticamente dóciles— basadas, paradójicamente, en un discurso de respeto a la "diversidad". No obstante, lejos de promover una discusión sobre la diferencia, la diversidad en ese contexto funciona como un concepto "blando"[6], al enunciarse de  modo anónimo y "universal", y asentarse en un discurso normalizador.

Como institución estatal, el CENESEX no parece interesarse en una ciudadanía basada en la sexualidad o una política de minorías que busque la gestión autónoma y la representación parlamentaria. Por el contrario, el centro continúa promoviendo una interpretación de las cuestiones de género y la sexualidad que extrae de las identidades homoeróticas su carácter subversivo y responde a un modelo terapéutico y pedagógico.

De acuerdo con el documento programático de la campaña contra la homofobia del 2008, por ejemplo, el CENESEX destacaba la importancia de la sensibilización de la población cubana "a fin de promover acciones educativas permanentes, a favor de la aceptación y el respeto a la libre y responsable orientación sexual e identidad de género". Aludiendo a tales razones, Mariela Castro prefirió en el 2007 retirar de la propuesta del nuevo Código de Familia que había sido presentada a la Asamblea Nacional en 2005, el tema del derecho de las parejas homosexuales a la adopción, hasta que su estrategia pedagógica calara en la mentalidad de los parlamentarios. De este modo, todo un campo de lucha y de transformación política, es reemplazado por una tímida estrategia de "sensibilización".

El ejemplo más revelador de las limitaciones del CENESEX fue, sin dudas, el "programa de buenas prácticas sociales"; una especie de entrenamiento destinado a los grupos trans para enseñarles, entre otras cosas, a cómo conducirse en público "adecuadamente". El programa comprendía varios módulos con lecciones de corte y costura, peluquería, entre otras habilidades domésticas que reproducen una feminidad de tipo tradicional.

Así lo describía en la televisión cubana, la psicóloga Mayra Rodríguez Lauzurique: "Con esta población hemos tenido que hacer, paralelamente, cursos de imagen social, donde estas personas aprenden que la manera de vestir no es lo más importante, sino la manera de conducirse. Este curso, consistió en diez módulos con diferentes asignaturas como protocolo, historia del lenguaje, historia del traje (…) como estas personas dejaron la escuela en edades tempranas no tienen habilidades de comunicación y les es muy difícil tener una disciplina."[7]

Esta metodología está más apegada al esquema de una "fábrica de géneros", una clínica política que produce cuerpos femeninos ajustados a lo normativo, que contrasta con la visión emancipadora que el CENESEX ha estado exportando. De acuerdo con Wendy Iriepa, una de las transexuales que ha logrado una readecuación genital y un cambio de identidad de género gracias al CENESEX, este programa formaba parte, conjuntamente con los tratamientos psicológicos y hormonales, de un proceso de feminización extrema al que son sometidas las transexuales y que tiene su punto culminante en la readecuación genital.[8]

Aunque las operaciones se han inscrito en el imaginario trans como un medio para reclamar una identidad "normal" y son consideradas como un logro significativo en el contexto cubano, no hay que olvidar que estas cirugías pueden tener también una connotación negativa; porque la irreversibilidad en la que están inscritas deja pocas oportunidades a la plasticidad en la que radica el poder subversivo de estas identidades. En ese sentido, Iriepa destaca que en el CENESEX "te tratan de meter en tu cabeza que a la vez que tú te operes, a la vez que te quiten el pene ya tú eres una mujer".[9] Y añade que el centro interviene hasta en la selección del nombre de cada una de las transexuales involucradas, para tratar de romper todo vínculo con la identidad previa.

En el caso cubano, detrás de esas cirugías forman parte de un discurso de salud en el que se esconden procesos de "naturalización" que, lejos de producir empoderamiento, funcionan a manera de concesión, imponiendo límites de acción y movimiento. De ahí que el estatus de "normalidad" no se adquiera de forma gratuita, sino que se base en lealtades a la entidad desde donde se concede.

Otras estrategias de despolitización también pueden apreciarse en los encuadres de las Jornadas contra la Homofobia que viene organizando el CENESEX. Estos eventos son una suerte de fiesta de San Juan que ofrece la promesa de disolución de un campo de diferencias, y enmascara una lógica de tolerancia. Por otra parte, el Estado utiliza este espacio supuestamente más relajado, para insertar mensajes ideológicos en la esfera pública, aprovechando la gran expectativa internacional que han generado estas actividades. La conga de la diversidad y en general las jornadas contra la homofobia, son en esencia, un espectáculo de "multiculturalismo lúdico"[10] en el que la otredad tiene un fin instrumental, utilitario y está orientado principalmente hacia el exterior.

Aunque las jornadas contra la homofobia no se reducen a la conga y a lo festivo, estas actividades parecen encarnar las fantasías sobre las que se han construido y asentado tradicionalmente las identidades trans. Hace algunos años, las actuaciones de travestis y transexuales en Cuba formaban parte de una escena homoerótica underground. Este proceso ha sido revertido por el CENESEX, que no solo ha subido a los escenarios de los principales teatros de La Habana a transexuales y travestis durante las galas de las jornadas contra la homofobia, sino que ha logrado insertar shows de travestis y transformistas en el cabaretLas Vegas, un antro manejado por el Estado, que aparece en guías de turismo internacional como Trip Advisor y Lonely Planet.

Tanto la legalización de estas actuaciones como la conga de la "diversidad" responden a una lógica asimilativa, a una política de la tolerancia que produce, en última instancia,  lo que Wendy Brown ha llamado "culturalización de la política"[11], un proceso en el que se tiende a esencializar las identidades. De ahí que las categorías de clase, raza, género, sexualidad solo tengan en el discurso ideológico un carácter ornamental.

'Los derechos se garantizan, no se plebiscitan'

Como tecnología de poder, el travestismo de Estado produce la fragmentación entre grupos que, aunque comparten marcos comunes de exclusión y discriminación, no pueden articularse en una coalición que englobe similares objetivos. Paradójicamente, este proceso de atomización se construye a partir de la creación de redes, grupos de trabajo, comisiones y agencias estatales que se despliegan en los terrenos de más fricción política con el Gobierno y ofrecen una visión más relajada y plural de la esfera pública. Sin embargo, muchos de estos espacios tributan a militancias políticas y a los objetivos de las instituciones oficiales.

Lo anterior se traduce en la inconsistencia de muchos activistas y académicos que, selectivamente, escogen los actos de discriminación a los que oponerse. Una amplia documentación demuestra los modos en que las mujeres que integran la organización opositora Damas de Blanco, han sido violentadas recurrentemente en las calles por agentes de la Seguridad del Estado y grupos civiles conocidos como "brigadas de respuesta rápida". Sin embargo, ni académicos o activistas cercanos al CENESEX, la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) o la Cátedra de Estudios de la Mujer de la Universidad de La Habana, se ha pronunciado públicamente sobre el tema.

En este escenario de tolerancia y diversidad controlada, no hay muchos espacios de disenso o autonomía. El CENESEX reproduce la verticalidad con que han operado tradicionalmente las instituciones en Cuba y ha limitado la articulación de proyectos que podrían construir modelos políticos de la sexualidad diferentes al oficial. Al mismo tiempo que ha ostentado el monopolio discursivo sobre la temática sexual, esa institución ha regulado lo que se puede o no decir públicamente.

No obstante, el 12 de mayo de 2012, durante la Jornada contra la Homofobia, el colectivo Hombres por la Diversidad (HxD), se salió del guión e hizo pública una declaración en la que se cuestionaban los modos con los que el Gobierno ha estado manejando las demandas de los grupos LGBTI y del "engavetamiento" a que ha estado sometido el nuevo proyecto de Código de Familia y la Ley de cambio de identidad de género. Asimismo, demandaban la incorporación de otros derechos como el matrimonio, la adopción y la reproducción asistida. Sin embargo, lo que debe haber causado pavor entre los funcionarios, fueron los términos en los que concluía el documento. Los derechos —apuntaba—, "se garantizan, no se plebiscitan, por ser universales, interdependientes e inalienables para todos los seres humanos".

Efectivamente, Mariela Castro ha preferido hablar de uniones consensuadas en vez de matrimonio igualitario y ha señalado que la resistencia más fuerte a este tema proviene de la Iglesia Católica. Asimismo, ha dejado entrever que el CENESEX busca una conciliación, por lo que ha optado por ceder en ese aspecto. Esto tendría sentido si tomamos en cuenta el reciente acercamiento que se ha producido entre la Iglesia Católica y el Estado durante los últimos años. Como se sabe, la Iglesia ha sido un mediador importante en la liberación de muchos presos políticos, lo que le ha permitido al Gobierno la exportación de un sector importante de la disidencia interna.

De ahí que no resulte extraño que a pesar de la declaración de HxD, la Asamblea Nacional haya vuelto a dejar fuera esas discusiones a fines del 2012, lo que ha acrecentado el descontento de muchos que ya no ven al CENESEX como una instancia para canalizar sus demandas. Entre los que empiezan a mirar con reservas la labor del centro se encuentra el activista Isbel Díaz, quien ha asegurado que solo la creación de una comunidad crítica, consciente de sus necesidades, va a poder impulsar sus propias demandas. Isbel Díaz es uno de los integrantes del Proyecto Arcoiris, una red coordinada por la activista Yasmín Portales que aunque legitima y participa en las actividades organizadas por el CENESEX, ha lanzado eventualmente algunas críticas a esa institución.

El proyecto Arcoirisencarna lo que se conoce en Cuba como "oposición leal", y la propia Yasmín Portales ha reconocido que sin una transformación de la política de asociaciones, no podrá salirse de la órbita del CENESEX-MINSAP. Un cambio en ese sentido conduciría teóricamente a un empoderamiento de estos grupos y permitiría el acceso a fondos de organizaciones internacionales como ONUSIDA o Ford Foundation. Hasta este momento, esos fondos llegan principalmente al CENESEX, lo cual contribuye a que no se desarrolle un genuino movimiento de activismo ciudadano fuera del control estatal.

Si deconstruimos la lógica de la tolerancia en la que se ha asentado el travestismo de Estado, podemos asegurar, siguiendo a Slavoj Zizek, que esta estrategia concede "demasiado, y demasiado poco al Otro en términos políticos".[12] La tolerancia, señala Zizek, desaparece en el mismo momento en que el "otro" deja de ser una impersonal abstracción sin ningún poder de cambio y se convierte en un "otro" real. Bajo esta misma lógica, en el caso cubano, cualquier acto de disensión u oposición se descalifica y se presenta como la acción de "anexionistas" o "mercenarios al servicio de una potencia extranjera". 

Con esas etiquetas ha sido caracterizado el Observatorio Cubano de los Derechos LGBT (OBCUD LGBT), una organización opositora dirigida por Leannes Imbert. A este grupo también pertenecen la pareja de activistas, Wendy Iriepa e Ignacio Estrada, quien dirige además la Liga Cubana contra el Sida y maneja el blog Puertas abiertas. Por su parte, Iriepa trabajó durante varios años junto a Mariela Castro y su imagen fue usada recurrentemente por el CENESEX para mostrar el éxito de las operaciones de readecuación genital.

De acuerdo con estos activistas, el CENESEX responde más a las lógicas políticas gubernamentales que a los reclamos de los grupos LGBT. Además, consideran que detrás de las operaciones de readecuación genital, subyace una estrategia estatal para desarrollar un programa internacional de operaciones a transexuales que pueda hacerles competencia a países como Tailandia. Sin embargo, sus críticas al CENESEX no vienen acompañadas de un programa político sólido y viable, lo cual los limita al ejercicio de una marginalidad política. El acto de disentir es legítimo y debe estar avalado como un derecho que no pueda ser secuestrado por ninguna institución o partido político; pero la falta de agendas concretas, más allá de la crítica, parece ser la carencia principal de estos grupos opositores. 

La reconstrucción del pasado y el lavado de la memoria histórica

El travestismo de Estado también está articulado en un proceso de reconstrucción y lavado de la memoria de la nación y de reescritura de la Historia. El nuevo escenario de reformas demanda también de una política de la memoria, que pueda reacomodar algunos sucesos que conectan a la Revolución con procesos de discriminación y que erosionan la credibilidad de los discursos de la tolerancia y la diversidad.

Así, han comenzado a reescribirse determinados pasajes históricos. Uno de ellos tiene que ver con el experimento social conocido como las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). El deshielo de este tema comenzó en agosto de 2010, cuando Fidel Castro le concedió una entrevista al periódico mexicano La Jornada. En una suerte de mea culpa y en un material editado con sumo cuidado, Fidel Castro reconocía su responsabilidad histórica en la implementación de aquellos campos de trabajo. En una parte de la entrevista se lee: "Si alguien es responsable, soy yo… Es cierto que en esos momentos no me podía ocupar de ese asunto… Me encontraba inmerso, principalmente, de la Crisis de Octubre, de la guerra, de las cuestiones políticas…" Y en otra parte señala: "Estoy tratando de delimitar mi responsabilidad en todo eso porque, desde luego, personalmente, yo no tengo ese tipo de prejuicios".

Con esta entrevista, Fidel Castro intenta cerrar esa página amparado en el viejo argumento de "la plaza sitiada". Lo que no reconoce en la entrevista es que la creación de las UMAP no constituyó un elemento aislado dentro de la ideología revolucionaria, sino que formaba parte de una concepción pedagógica que estaba tomando cuerpo en aquella época. Tampoco fue un proyecto del que estaba exento el máximo líder. Si Fidel Castro no tenía ese tipo de prejuicios, ¿cómo explicar entonces los comentarios homofóbicos que lanzó en una entrevista a Lee Lockwood en 1965?

En aquella ocasión señalaba: "No podemos llegar a creer que un homosexual pudiera reunir las condiciones y los requisitos de conducta que nos permitirían considerarlo un verdadero revolucionario, un verdadero militante comunista. Una desviación de esta naturaleza está en contradicción con el concepto que tenemos sobre lo que debe ser un militante comunista (…) Bajo las condiciones en que vivimos, a causa de los problemas con que nuestro país se enfrenta, debemos inculcar  a los jóvenes el espíritu de la disciplina, de lucha y trabajo".[13]  

Y en discurso anterior, ofrecido en la escalinata de la Universidad de La Habana, el 13 de  marzo de 1963, Fidel Castro señalaba: "al igual que la Revolución une lo mejor, lo más firme, lo más entusiasta, lo más valioso; la contrarrevolución aglutina a lo peor (…) Entonces, mucha de esa gente están en esos sitios: en los billares, en las esquinas, en los bares; quedan muchas cosas. Pero hay que estudiarlas, hay que estudiarlas. (DEL PÚBLICO LE DICEN: '¡Los flojos de pierna, Fidel!', '¡los homosexuales!') ¡Un momento! Es que ustedes no me han dejado completar la idea (RISAS Y APLAUSOS). Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos (RISAS); algunos de ellos con una guitarrita en actitudes 'elvispreslianas', y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre. Que no confundan la serenidad de la Revolución y la ecuanimidad de la Revolución con debilidades de la Revolución. Porque nuestra sociedad no puede darles cabida a esas degeneraciones (APLAUSOS). La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones. ¿Jovencitos aspirantes a eso? ¡No! (…)"

Con esta arenga, Fidel Castro sentaba un peligroso precedente que luego se traduciría en políticas concretas. Muchos de los líderes e ideólogos de la Revolución, formados en la ortodoxia comunista de tipo estalinista, tenían una concepción que descansaba en modelos pedagógicos de rehabilitación o de reeducación. Estos modelos usaban el concepto de "lumpen proletario" para el despliegue de una serie de dispositivos de control sobre aquellos sujetos que no se adecuaban al marco revolucionario. La rehabilitación de esas personas se inscribió en un discurso de saneamiento del cuerpo social y se comenzaron a manejar vocablos provenientes de la retórica higienista para establecer analogías de tipo ideológico. Así, surgieron términos como "gusanos", "parásitos", "enfermitos", entre otros.

La conjunción entre el discurso político y el discurso médico fue fundamental en la legitimación de políticas de control ideológico. La prostitución pasó a conceptualizarse como una enfermedad social y a convertirse en una cuestión de higiene pública. No solo las prostitutas y "gusanos" estaban en el punto de mira, sino también los homosexuales. Las redadas policiales y la discriminación contra los homosexuales comenzaron desde el mismo año 1959, porque al igual que las prostitutas, simbolizaban la decadencia burguesa y la penetración colonial. En ese sentido, se diseñaron varias estrategias encaminadas a su eliminación; una de las más conocidas fue la creación de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). A esas unidades, creadas bajo la cobertura del Servicio Militar Obligatorio, se enviaban además a artistas, religiosos, delincuentes y muchachos de ascendencia burguesa.

Unos meses después de publicada la conversación de Fidel Castro con la directora de La Jornada, Mariela Castro, parece desmentir a su tío cuando afirmó: "Siento decir que no estoy de acuerdo con Fidel. Yo lo respeto. Respeto que él, como caballero de su época y con su espíritu quijotesco, asuma la responsabilidad por ser el máximo líder. Desde ese lugar, lo comprendo". Mariela parece ir aún más lejos cuando afirma: "Fidel ni siquiera estaba al tanto de las UMAP. Vivía concentrado en la supervivencia de la revolución y en los cambios que se estaban haciendo en la política, las leyes en favor de los derechos del pueblo, dentro de complejas y tensas relaciones internacionales."

Sin embargo, como bien ha demostrado James O’Connor, hasta mediados de la década de los setenta, Fidel Castro era prácticamente la única y más poderosa institución del país[14], de modo que es improbable que no "estuviera al tanto" de estas unidades.

Lejos de reconocer el error histórico, Mariela Castro ha tratado de minimizar el alcance y dimensión de las UMAP en la historia de la Revolución, y ha asegurado que va a promover una investigación sobre este tema. La directora del CENESEX ha dicho incluso, que sería saludable que se hablara de lo ocurrido y que pedir perdón sería una gran hipocresía. Han pasado tres años desde que Castro Espín hiciera estas declaraciones y no ha sido publicado ni un solo artículo o resultado de la investigación prometida.

La historia de este período está por hacerse aunque ya ha comenzado a escribirse. Al igual que sucedió en la URSS con el GULAG, la memoria de las UMAP ha sido preservada por el exilio; sin embargo, no existe un corpus narrativo como los manuscritos de Solzhenitsyn o Grossman, entre otros. En Cuba, los archivos de esta época no han sido abiertos y los periódicos de entonces contienen unos pocos artículos que muestran sólo la visión oficial. De las UMAP solo conocemos unos pocos testimonios e investigaciones que han dado algunas luces sobre este asunto como el documental Conducta impropia (1983), la novela Un ciervo herido (2003), de Félix Luis Viera, basada en vivencias personales en una de esas unidades; así como el libro del historiador Enrique Ros titulado La UMAP: El gulag castrista (2004) que contiene documentos, recortes de periódicos y entrevistas a sujetos que estuvieron en esas unidades.

Epílogo

En la introducción de su libro What was socialism, and what comes next? (¿Qué fue el socialismo y qué viene después?) Katerine Verdery comenzaba con un breve diálogo entre dos personajes. Uno de ellos preguntaba cuál era la definición de socialismo y el otro de modo tajante respondió: "La ruta más larga y dolorosa para llegar del capitalismo al capitalismo."[15]

¿Hacia dónde va Cuba hoy? ¿Cómo se puede caracterizar este período que estamos viviendo? Con la caída del muro de Berlín y el socialismo en la URSS, se puso de moda entre analistas e intelectuales que trabajan sobre Cuba, el término postsoviético para nombrar "lo que vino después". Sin embargo, este concepto es "blando" porque aunque sirve para definir en términos cronológicos un momento histórico, no sirve para conceptualizar las dinámicas socio-políticas que están teniendo lugar desde entonces.

Otros conceptos de mayor utilidad son post-revolución y post-socialismo. El primero, describe el fin de un proyecto político. El segundo, nos permitiría ubicar a la Isla en un escenario transnacional mucho más amplio. De este modo, se puede aprovechar el corpus teórico y empírico que se ha producido para estudiar las transiciones de Europa del Este y las repúblicas de la antigua Unión Soviética para construir una transición mucho menos dolorosa.

La desgastada y envejecida élite política cubana sí ha sabido sacar provecho de la experiencia de esas transiciones. Según Verdery, la crisis de legitimidad del Partido Comunista y las élites en el poder, fue un factor fundamental en el fin del socialismo de Estado en la Unión Soviética. En ese sentido, el Partido y el gobierno cubano han comenzado un proceso de restauración de esa legitimidad. De modo similar a lo que ha venido pasando en China, aunque a escala mucho menor, en Cuba ha comenzado a promoverse el consumo como un "paliativo social" [16] ante la falta de derechos y libertades políticas más abarcadoras.

De este modo, el Gobierno ha permitido la venta de casas y automóviles y favorecido la creación un mercado de trabajo fuera de los marcos estatales; pero orientado fundamentalmente al área de los servicios. Asimismo, ha cambiado recientemente la vieja ley migratoria que limitaba la libertad de movimiento para entrar y salir del país a los cubanos y ha consentido la entrada a los hoteles que hasta hace muy poco estaba restringida a ciudadanos extranjeros.

Si antes las prohibiciones formaban parte de una política oficial orientada al control ideológico y al ocultamiento de las diferencias de acceso y de oportunidades, ahora, el Estado le ha otorgado al mercado una función reguladora, lo que excluye a una amplia gama de sectores sociales. Estos procesos han abierto muchas brechas dentro del modelo "igualitario" sobre el que descansaba la legitimidad revolucionaria, y ha generado fricciones y resentimientos con respecto al Gobierno. No obstante, han logrado amortizar los costos de esas políticas, al crear un marco de mayor "tolerancia" que acompaña la relativa apertura económica.

Si en un momento el travestismo de Estado estuvo más apegado al terreno sexual y aseguró un control eficiente sobre las identidades homoeróticas, en la actualidad, ha comenzado a extenderse a la economía, las relaciones internacionales y a la realpolitk. Dentro de las retóricas del travestismo de Estado, resulta interesante el uso de algunos términos, como el mismo concepto de "actualización" del modelo económico, al que han estado apegados los funcionarios y la prensa oficial. Al tiempo que coquetea con las categorías de transición y de cambio, este término deja entrever que las transformaciones no van a la estructura del modelo, sino que se trata de un rejuego político orientado a la eficiencia del control social, a garantizar la sostenibilidad económica y a conservar el poder.

Asimismo, se habla de un proceso de "reordenamiento laboral", eufemismo estratégico que se ha usado para camuflar la política de despidos masivos que se ha estado llevando a cabo llevando a cabo desde el 2010.

En ese sentido, las estrategias que permiten el travestismo de Estado han sido fundamentales para ganar cierta legitimidad sin perder control de los nuevos sujetos "diversos". De este modo entiendo también el travestismo de Estado, como un mecanismo que construye alianzas, maneja las resistencias y asegura prácticas de simulación política, asentadas en una economía del miedo y en la esperanza de un futuro, política y comercialmente más relajado.  

 

[1] Abel Sierra Madero, Del otro lado del espejo. La sexualidad en la construcción de la nación cubana (Fondo Editorial Casa de las Américas, La Habana, 2006).

[2] Frances Negrón-Muntaner, "Mariconerías de Estado: Mariela Castro, los homosexuales y la política cubana", en Nueva Sociedad, No.218, noviembre-diciembre, 2008, pp. 163-179.

[3] Jossiana Arroyo,  Travestismos culturales: literatura y etnografía en Cuba y Brasil (Instituto Internacional de literatura Iberoamericana, Pittsburgh, Universidad de Pittsburgh, 2003).

[4] "Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie", Giuseppe de Lampedusa, El Gatopardo.

[5] Kevin Latham, "Rethinking Chinese consumption, Social palliatives and the rhetorics of transition in postsocialist China", en , Chris M. Hann (ed.) Postsocialism Ideals, ideologies and practices in Eurasia (Routlege, Londres, 2004, p.218).

[6] Anne-Marie Fortier, Multicultural Horizons Diversity and the limits of the civil nation (Routlege, Londres, 2008, p. 16).

[7] Rodríguez Lauzurique, Mayra. “Buenas Prácticas”, Canal Educativo, Televisión Cubana, 6 de enero de 2012.

[8] Iriepa, Wendy; Estrada, Ignacio. Conversatorio. “¿Puede haber derechos con estigma? La comunidad LGBT y HIV Sida.” En: Miami Dade College, Wolfson Campus, 2 de julio de 2013.

[9] Ídem.

[10] Martin J. Beck Matuŝtík, "Ludic, corporate and imperial multiculturalism", en Cynthia Willett (ed.), Theorizing Multiculturalism. A Guide to the Current Debate, (Oxford, Blackwell, 1998).

[11] Wendy Brown, Regulating aversion. Tolerance in the Age of Identity and Empire (Princeton University Press, Princeton, 2006, p.22).

[12]  Slavoj  Zizek, En defensa de la intolerancia (Sequitur, Madrid, 2008 p.59).

[13]  Lee Lockwood, citado en A. Young, Los Gays bajo la Revolución Cubana (Playor, Madrid, 1984, p.20).

[14] James O'Connor, The origins of Socialism in Cuba (Cornell University Press, Nueva York, 1970, p.316).

[15] Katherine Verdery, What was Socialism, and what comes next? (Princeton University Press, Nueva Jersey, 1996, p.I).

[16] Kevin Latham, Op.cit, p. 217.

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