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Santiago de Cuba

Navidades vs. fin de año revolucionario

¿Qué celebra la gente en Santiago de Cuba? ¿El primero de enero o el haber sobrevivido a un año de penurias?

Santiago de Cuba

El 28 de diciembre Santiago despierta a golpe de sirenas. Caravanas de camiones se dirigen a diversos puntos de la ciudad para empezar una feria gigante de productos agrícolas y cárnicos que se extenderá hasta el día 31. Esta es la asistencia del Gobierno para que el pueblo celebre un feliz aniversario de la revolución.

La feria fue anunciada una semana atrás, creando desde entonces una crisis artificial de los insumos, sobre todos los cárnicos, en los mercados controlados por el Estado. Ya para la Nochebuena el cerdo estaba desaparecido. Los carniceros particulares no dan abasto para la ciudad, pero esto no importa, la Navidad no tiene ahora ningún significado, es un feriado incógnito.

Las celebración de las Navidades es tradicional en las sociedades occidentales, menos en Cuba, donde después de varias décadas de hostilidad hacia la religión, fue aprobado oficialmente en 1998 el feriado del 25 de diciembre, a pedido del papa Juan Pablo II.

Pero no nos equivoquemos, solo fue otra jugada del Gobierno en su falacia de apertura. En el fondo no se celebra ni se habla nada de ella, excepto la escueta nota que se dice en el noticiero nacional televisivo todos los años a propósito de la Misa del Gallo oficiada en Roma por el Sumo Pontífice o la transmisión diferida de esta en los preteridos canales educativos.

Para las generaciones prerrevolucionarias, incluyendo los más humildes, la celebración de la Nochebuena era un rito, con  una cena familiar, con vinos y sidras, turrones y el arbolito. Así la recuerda Lourdes, de 68 años: "Era el hecho más importante, cenábamos en familia y para el fin de año se hacían fiestas de espera. Ahora solo es el fin de año. No podemos hacer dos cenas, es muy costoso".

Así que los santiagueros no celebraron Navidades, muchos desconocen su significado, al  preguntarle a 51 personas de entre 17 y 30 años de por qué era feriado el 25 de diciembre, obtuvimos respuestas desde la ignorancia absoluta hasta algunas tan absurdas como que se conmemoraba el fusilamiento de los estudiantes de Medicina. Aunque para la mayoría es el feriado del Papa, pues a él se lo debemos.

El hecho de ser un Estado laico no justifica el desconocimiento de la personalidad más famosa de la historia, y la mención de Cristo es todavía un pecado a los ojos del régimen.  

Se ha perdido la tradición de las celebraciones navideñas, después de 40 años de ocultación y odio al catolicismo. La ambigüedad de su reposición, sin menciones en los noticiarios ni celebraciones públicas, hacen imposible que dos generaciones de cubanos nacidas en la revolución la hagan suya.

¿Qué celebran los santiagueros?

Con la desaparición de la Navidad, las celebraciones del  fin de año es una fiesta popular y familiar, y aunque el Gobierno se empeñe en unirla a las del triunfo revolucionario, el cubano promedio solo busca festejar el arribo a 12 meses más de supervivencia.

Los subterfugios para cambiar el sentido de estas fiestas están claros en el derroche publicitario y de recursos invertidos en Santiago. Celebramos y esperamos un nuevo aniversario de la revolución, y para ello se inauguran restaurantes y comercios que en pocos días estarán desabastecidos, y se realizan ostentosas ferias a costa de vaciar otras instalaciones.

La falacia es tal que se traen víveres de otros municipios y hasta provincias para poder mantener abastecidas estas ferias, en un intento de crear una imagen de prosperidad y preocupación de los gobernantes porque cada ciudadano tenga su pedazo de carne. Sin embargo, los precios y la insuficiencia hacen ese sueño imposible, y muchos no podrán cenar nada.

Mientras los santiagueros luchan por tener una cena más o menos digna, el precio del cerdo, plato fuerte usual, y ahora desaparecido en los establecimientos cárnicos, está sobre los 25 pesos (1 dólar) la libra, y para comprarlo en las famosas ferias hay que vencer la concentración tumultuaria provocada por el acaparamiento estatal.

A la gente en busca de carne le importa muy poco el triunfo revolucionario y las constantes alabanzas y pancartas colocadas en edificios públicos y barrios residenciales de la ciudad. Lo que importa, ante la incertidumbre del futuro, es la celebración de haber sobrevivido a un año de penurias.

El escenario está listo para la conmemoración oficial. El  parque Céspedes será la sede, ya está montada la tarima rodeada de inmensos altoparlantes delante del Ayuntamiento. Será un nuevo acto en la farsa comunista cantándose loas a sí mismos, pero al frente, en el balcón de la Catedral, está montado un nacimiento del niño Jesús, cuya obra, a pesar de ser ignorada, ha perdurado por siglos.

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