Back to top
Economía

Un capitalismo de Estado híbrido

El 'raulismo' se mueve entre el modelo chino, el fascista, y el de la Rusia postsoviética. La esperanza de los cubanos es que fracase.

Los Ángeles

El modelo económico que pretende establecer Raúl Castro es una mezcla de elementos del capitalismo de Estado chino y del fascista; junto a otros de la Rusia postsoviética, vendría a conformar un sistema socioeconómico híbrido y nada edificante.

Con respecto a China, el régimen se queda a mitad del camino y adopta una versión muy limitada de las reformas de mercado realizadas por Beijing. Por dos razones: el enfermizo  afán castrista de controlarlo todo en la Isla, y por temor a que con más amplias libertades las fuerzas productivas se le vayan de las manos, sobre todo por la cercanía de Estados Unidos y la pujante comunidad cubana de Miami.

Por eso, aunque con un discurso "actualizador" y aun formalmente marxista-leninista, la estrategia del raulismo se asemeja más a la que propugnaban los fascistas en Italia y Alemania: establecer una tercera vía para crear un sistema socioeconómico alternativo que no fuese ni el capitalismo liberal del laissez faire, ni el comunista.

Ante la inviabilidad de la economía centralmente planificada, el régimen flexibiliza la rigidez estalinista, pero mantiene el dominio del Estado en todo el quehacer económico, cada vez más en manos militares (rasgo fascista).

La nomenklatura es consciente de que para sobrevivir y quitarle presión a la caldera social,  debe permitir el trabajo por cuenta propia, la creación de cooperativas, la inversión extranjera, mayor competencia sectorial, y la entrega de tierras en usufructo a los agricultores.

Pero no se quiere ir tan lejos como en China, donde se ha desmontado en buena medida el monopolio estatal de la economía, al punto de que el sector privado genera ya más del 60% del Producto Interno Bruto (PIB) del país, el segundo mayor del mundo tras el estadounidense.

'Enriquecerse es glorioso'

O sea, en Cuba no hay espacio para el individuo como productor en grande, a la manera China. Tras la muerte de Mao Tse Tung, al iniciar las reformas de mercado, Deng Xiaoping lanzó la consigna de que "enriquecerse es glorioso", con la cual hizo trizas al marxismo en el país asiático. Hoy los 75 diputados chinos más ricos superan la posesión total de bienes de todos los congresistas de Estados Unidos. Los dos más ricos tienen más de $6.000 millones de dólares en activos.

A los Castro poco les importa que gracias a las reformas capitalistas cientos de millones de chinos han salido de la pobreza y el PIB haya pasado de $60.656 millones en 1978 a $8.2 billones en 2012; tampoco que China se haya convertido en el primer exportador del mundo.

Lo que sí tiene en cuenta la dictadura militar cubana es que el capitalismo de Estado solo es posible en un sistema político totalitario de partido único, con el monopolio de los medios de comunicación, sin derechos ni libertades civiles y con mucha represión policial. En China gobierna hoy el mismo Partido Comunista que, encabezado por Mao, acabó con la propiedad  privada, impuso la colectivización forzosa de las tierras, el "Gran Salto Adelante" y la "revolución cultural", eventos que causaron decenas de millones de muertos —de hambre o ejecutados— e impidieron el desarrollo del país durante 30 años.

Los Castro desean compartir con China su faceta totalitaria institucional, pero no su "socialismo de mercado", como le llama Beijing. El pueblo chino sigue sometido a una tiranía política, pero al menos la economía crece rápidamente. En Cuba igualmente hay  tiranía y el país se empobrece cada vez más. Esa es la diferencia.

Rasgos fascistas

Del fascismo europeo el raulismo asimila el abrumador protagonismo de las fuerzas armadas en la gestión económica, así como la represión brutal de la oposición política. La "apertura" va convoyada con una masiva intervención de las fuerzas armadas en la conducción de la economía. Algo muy parecido a lo que hicieron Mussolini y Hitler.

En Italia y en Alemania ello fue decisivo para construir una gigantesca maquinaria bélica e industrial con la cual expandir el fascismo por Europa. En el caso de Cuba los militares se están apropiando de empresas y estamentos económicos claves no solo de cara al presente, sino como parte del diseño del postcastrismo, con la anuencia de los Castro, para cuando ambos hermanos, por razones biológicas, abandonen el escenario político.

El capitalismo de Estado fascista no suprimió la propiedad privada, pero las industrias fueron de hecho militarizadas y obligadas a producir lo que el Gobierno les ordenaba, y quedaron ensambladas al Estado. Los pequeños y medianos negocios fueron sometidos a las directrices fascistas. El gobierno nazi fijaba y regulaba los precios, los salarios, los dividendos e inversiones, y limitaba la competencia. Es decir, eliminó el mecanismo regulador del mercado (la "mano invisible" de Adam Smith).

En Cuba, generales, coroneles, sus familiares y allegados, y los grandes jerarcas de la burocracia civil partidista y estatal, se entrenan hoy como gerentes de las únicas industrias y actividades que son rentables, o que podrían llegar a serlo.

Un adelanto del futuro de los militares en Cuba es el Grupo Corporativo GAE, perteneciente  al Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y al Ministerio del Interior. El GAE opera  restaurantes, hoteles, instalaciones turísticas, transporte aéreo, marítimo y terrestre, más de 300 tiendas recaudadoras de divisas (las "shoping"), y otros muchos establecimientos. Tiene tentáculos bancarios por todo el mundo y emplea en la Isla a miles de trabajadores.  Pues bien, el GAE no rinde cuentas a nadie y sus ingresos no van directamente al presupuesto nacional, sino que pasan por un limbo financiero que es primeramente "ordeñado" casi de forma secreta por la Junta Militar y el generalato, para garantizar las nuevas inversiones de los militares y la dolce vita de que gozan en la actualidad.

Por otra parte, tal y como las bandas de camisas pardas y negras de Hitler y Mussolini, respectivamente,  en Cuba las brigadas fascistas de "respuesta rápida" hostigan y dan palizas a opositores políticos y periodistas independientes, incluso si se trata de mujeres indefensas.

El 'putinismo'

En tanto, de la Rusia de Vladimir Putin el castrismo no toma nada en materia política, inversiones extranjeras o libertad para los negocios; toma solo el posicionamiento ya citado por parte de los militares y la alta burocracia del Partido Comunista de los sectores estratégicos de la economía. Desde estas posiciones, la nueva casta empresarial constituirá una burguesía de corte mafioso que participará o manipulará las instituciones del Estado, siempre con una agenda postrevolucionaria en un régimen bajo su control.

La buena noticia en todo esto es que, como dice la frase popular, "una cosa piensa el borracho y otra el bodeguero". Con los Castro fuera del escenario político puede que los acontecimientos no ocurran como hoy lo planea la Junta Militar que dirige el país.

Esa es precisamente la esperanza de los cubanos, que el postcastrismo no se parezca al modelo chino, ni al fascista, ni al postsoviético, sino que la nación se enrumbe al fin hacia una democracia liberal y un Estado de derecho en el que impere la auténtica economía de mercado que edificó el mundo moderno que hoy conocemos.

Sin comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.