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Opinión

Lezama Lima vs. Moscú

Un restaurante estatal cambia de nombre en Ciego de Ávila: de 'Moscú' a 'Paradiso'.

Ciego de Ávila

Casi treinta años después del derrumbe del campo socialista, todavía el escritor cubano José Lezama Lima se enfrenta a "Moscú", a la influencia de la extinta Unión Soviética —de la que él mismo fuera víctima, muriendo en el ostracismo por la aplicación de los manuales del materialismo dialéctico— y, si no le ha derrotado y barrido ya, al menos tiene divididas las opiniones en Ciego de Ávila, una ciudad del interior de la Isla donde en realidad nunca estuvo el obeso autor conocido como "el viajero inmóvil". Aquí, un popular restaurant llamado hasta hace poco Moscú, ha reabierto las puertas, para asombro y confusión de muchos, con nuevo nombre: Paradiso.

El hecho pudiera achacarse solo al interés por convertir en plato del turismo la rareza de un escritor y su obra, algo que se practica desde antaño, en Dublín con Joyce, en Cuba y parte del mundo con Hemingway. Quizás lo curioso está en que si Lezama terminó por parecer más exótico, más raro de lo "normal" para un poeta culto en medio de un ambiente caribeño plagado de clichés propagandísticos, fue por el encierro social que sufrió cuando se importaba aquel sistema de exageraciones socialistas que emanaba de los planes quinquenales soviéticos, su utopía y sus mecanismos represivos.

Ya sabemos lo que "une" a Lezama con la ciudad del Kremlin. También se conoce cómo pasaron "los bolos" sobre Cuba, alcanzando hasta el más apartado rincón y la psiquis de generaciones. Más difícil de conocer sería qué puede ligar a la ciudad de Ciego de Ávila con el poeta que alabó, sí, el Valle de Viñales, pero no soportó pasar una noche provinciana en un cuarto de Santa Clara, cuando más cerca estuvo del punto de la Carretera Central donde hoy existe un restaurant estatal —recién nacido, amplio, elegante, lleno de espejos— con el nombre de su novela, cuya primera edición la censura no dejó circular por el país.

Nada en el inmueble recuerda su pasado "moscovita". Tampoco por ninguna parte asoma el corpachón del molusco que vivía en Trocadero 162. Ha bastado cambiar el nombre, y así lo sentencia un anuncio que invita a detenerse en una esquina de la calle Maceo. "Galería-restaurante" es la nueva definición que intenta justificar el traspaso, la apropiación metafórica para la empresa de gastronomía, como si no fuera posible evitar el rebuscamiento.

Por lo pronto, el debate ha surgido, y no en torno al posible menú, sino sobre los ajustes de cuentas que en Cuba históricamente dan forma a cultura, la vida cotidiana y hasta las capas de la tierra.

En el diario Invasor, órgano provincial del Partido Comunista, un periodista alude a la resurrección de donde viene la actual vulgarización de la figura de Lezama, señalando que "fue silenciado en este país bajo la grisura de aquel quinquenio cultural", y concluye entusiasta: "Un nombre de tanto alcance como Paradiso, sin duda, se convierte en reto moral de la gastronomía ante la cultura cubana".

Pero otro columnista, en el mismo periódico, lamenta que lancen a la basura el cadáver adorado de la antigua superpotencia: "no se me ocurriría tratar de borrarle el nombre al restaurante porque [...] el término es la representación icónica de lo que fue la Unión Soviética, estado que [...] nos tendió la mano que nos dio de comer", y, aunque reconoce también derechos de compensación al poeta recolocado dentro del panteón nacional, tras tanto tiempo que vivió como alma en pena sin que le pusieran velitas, lanza esta voz de ataja: "bueno es que honremos a Lezama y su legado, como no lo hicimos siempre, sin embargo, no hay que exagerar".

Pelea de superpesados. El gordo sublime contra la superpotencia soviética. "La tragedia del siglo", pudiera anunciarse, aunque se repita ahora en tono menor, como una farsa municipal.

Para saber el resultado final, habría que esperar a ver cómo los pobladores de Ciego de Ávila van a seguir llamando al establecimiento, si por el viejo nombre o por el nuevo. Además, nada asegura que invocar una novela destinada a la permanencia evite la caída del restaurant en el rápido y gradual abandono, tendencia común de la economía estatal cubana. Si a ello se le suma el desafío de mantener una relación satisfactoria con el mundo de Paradiso, corriendo del fogón y la nevera a las mesas y los mostradores, aumenta el riesgo de fatiga.

Por último, algunos clientes pueden alejarse despavoridos si se les obliga a tragarse el tamaño de esa obra junto con un caldo. Es lo que hace temer la sugerencia hecha por uno de los periodistas aludidos, si se cumpliera al pie de la letra —aunque, quién sabe, quizás los dependientes se rindan antes, o se subleven—: "Y hasta sería provechoso que los trabajadores conocieran, al menos, un resumen de la novela que pudieran compartir, como información, con los que asisten al lugar".

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