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Sociedad

¿Desertores?

Incluso en quienes no creen en el régimen castrista sobreviven palabras y frases y actitudes producidas por esa maquinaria de propaganda entre nazi y leninista.

Arizona

"Deserté hace un mes en Venezuela", me dijo el médico. Sin pensar lo que ha dicho, con la fluencia de quien está acostumbrado.

Cruzó a Colombia. Obtuvo el visado. Voló a Miami. Se acogió a la ley y como no tiene familiares en los Estados Unidos, aparte de documentación y alojamiento, lo mandaron para Phoenix, tras darle a escoger entre cuatro sitios. Aquí comparte apartamento junto a un ingeniero que cruzó por Laredo. Acaba de recibir estampillas de comida, muebles y equipos donados, ropa y zapatos, algo de dinero tras una colecta. Ya tiene permiso de trabajo. Iniciará una nueva vida. Diferente, muy diferente para quien todavía se llama "desertor".

El tema parte del verbo ("desertar") hacia un signo —uno de los más perversos y eficaces— del caudillismo-leninismo: la manipulación de las palabras. Porque cuando le dije al médico que el primer desertor había sido Fidel Castro, cuando le interesó más el poder que los cubanos; sencillamente, con franqueza en la mirada, me respondió que nunca lo había pensado.

¿Desertar de qué? ¿Acaso se trata de un ejército? Y de ser así, ¿quién lo reclutó y para cuál batalla? ¿O se refiere a huir de un zombi, de aquella revolución esperanzadora que murió con el Che, el fracaso de la Zafra de los 10 Millones, el Congreso de Educación y Cultura, el entreguismo a la Unión Soviética y la copia de su sistema de gobierno?

 ¿Cómo alguien —un pueblo— puede pasarse medio siglo desertando? ¿Acaso se trata del empecinado recluso de aquella popular novela —Papillon, 1969— de Henri Charriére, que en la versión cinematográfica encarna Steve McQueen, con Dustin Hoffman de coprotagonista? ¿Somos desertores los casi dos millones de cubanos que vivimos fuera  y la mayoría que allá dentro odia, teme, se desentiende del Gobierno?

Parece que la Academia Cubana de la Lengua debe rehacer su Diccionario de cubanismos —por lo demás opaco, víctima de la censura oficial que controla los significados, como el de "jinetera" y el de "mula".  Debe otorgarle a "desertar" un peculiar sentido partidista, sin acepciones propias del diversionismo ideológico y del enemigo imperialista. De modo tal que solo signifique traición a los Castro y al PCC; que eluda estafas, decepciones.

Realizar una labor de vaciado similar a la astucia del más viejo de los Castro cuando empleo "periodo especial", donde "especial" de pronto ocultaba el desastre que sobrevino tras la desaparición del "campo socialista" euroasiático; donde parecía como sorpresa, exclusiva pasta de bocadito, regalo de cumpleaños...

Nos haría falta un lexicógrafo sin temblequeo y compromiso con la dictadura, dentro o fuera, que estudie cada palabra o expresión sometida, tergiversada. A lo que habría que añadir las consignas, junto al choteo popular que, por ejemplo, añadió a "Socialismo o Muerte" la excusa exacta: "Y perdone la redundancia".

Vuelvo al médico, a la otra zona pavorosa: su naturalidad de reflejo condicionado, que implícitamente es un homenaje a Goebbels y sus conocidos principios de propaganda. En particular al cinismo que afirma, más o menos, que si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad. Frase que algunos estudiosos señalan que el nazi copió de Lenin, algo por lo menos verosímil.

Sin excluir como refuerzo del sombrío proceso de manipulación al que insiste en exagerar y desfigurar la realidad; junto al llamado "principio de la transfusión", donde la propaganda trabaja los sustratos preexistentes, como el nacionalismo: bandera, himno, escudo, hasta yuca con mojo… Y desde luego que la "unanimidad", donde se convence a mucha gente —no por gusto el Estado acapara los medios de comunicación— de que así piensa "todo el mundo".

La tan terca, obstinada realidad, poco a poco va destruyendo los más fuertes clisés de la propaganda oficial… Escasos fanáticos cubanos aún creen que el futuro se construye y que será mejor y bajo el Partido Comunista y su sistema piramidal.  Pero no es menos cierto que sobreviven —como la inercia— palabras, frases y actitudes —hablar bajito cuando es mal del Gobierno, por ejemplo— que son el fétido producto de una maquinaria entre leninista y nazi, entrelazada a una historia que lejos de absolver, absorbió.

El médico ya se está espabilando. Kundera decía que el comunismo se olvida en una noche. Exageraba, aunque sacudirse el castrismo es como matar pulgas, garrapatas. Anoche sonrió cuando le pregunté cómo andaba el desertor. Hoy anda viendo cuántos bichitos le quedan. Mañana hará el cuento en pretérito perfecto, como si fuera Cuba.   

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