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Entrevista

«Hice en cada momento lo que mi conciencia me dictó»

Una de las figuras centrales de la oposición cubana, acompañó a la revolución desde antes del triunfo y terminó condenado a 20 años en las cárceles castristas. El economista independiente Oscar Espinosa Chepe, fallecido en Madrid, hace balance de su vida y sus ideas en esta entrevista.

La Habana

Oscar Espinosa Chepe dedicó su vida a la defensa de las ideas socialistas de una manera tan consecuente que acabó sufriendo los rigores del castrismo.

Nacido en Cienfuegos el 29 de noviembre de 1940, Chepe se vinculó al movimiento revolucionario en el Instituto de Segunda Enseñanza de esa ciudad. Tras 1959 ocupó diferentes responsabilidades en la Juventud Socialista (JS) y en la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR), en el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), en la Junta Central de Planificación (JUCEPLAN) y en la Oficina del Primer Ministro Fidel Castro. Fue castigado por sus criterios a recolectar guano de murciélago en cuevas y a trabajar en la agricultura. En el Comité Estatal de Colaboración Económica fue encargado de las relaciones económicas y científico-técnicas con Hungría, Checoslovaquia y Yugoslavia, consejero económico en la Embajada de Cuba en Belgrado, y especialista en el Banco Nacional de Cuba, entidad de la que fue expulsado por sus ideas en 1992. Desde ese momento, Chepe se desempeñó como economista y periodista independiente, labor por la que en marzo de 2003 fue condenado a 20 años de prisión, saliendo de la cárcel en noviembre de 2004 mediante una licencia extrapenal por enfermedad.

La siguiente entrevista tuvo lugar en La Habana, en 2009.

Se habla de Chepe como economista o periodista independiente, pero se conoce poco de otros aspectos de su vida ¿Cómo fueron tus primeros años, tu entorno familiar?

Nací en Cienfuegos. Mis padres, de orígenes humildes, llegaron a ser comerciantes del giro de farmacias. Mi madre también tenía negocios de inmuebles y junto a mi padre llegó a poseer una droguería en sociedad con otras personas. Tuve una niñez feliz, pero siempre me interesé por la historia, la política y la justicia social; interés estimulado por mi padre, quien fue miembro del antiguo Partido Comunista y participó en la lucha contra la dictadura de Gerardo Machado, causa por la que sufrió prisión. Durante los estudios de bachillerato establecí contactos con miembros de la Juventud Socialista (JS) y otros estudiantes, con los cuales participé en actividades de protesta contra la dictadura de Batista, como la huelga azucarera de 1955, cuando los estudiantes íbamos a las asambleas de los trabajadores a alentarlos para que se unieran al paro. En esas actividades conocí a dirigentes sindicales que pertenecían al Partido Socialista Popular (PSP).

¿Sufriste alguna consecuencia por esas actividades?

En 1957 fui acusado de hacer un sabotaje en Cienfuegos, en el cual yo no había participado, pero me encarcelaron y juzgaron en el Tribunal de Urgencia de Santa Clara. En ese juicio me defendió quien después fuera Presidente de la República, el Dr. Osvaldo Dorticós Torrado. Salí absuelto, pero bajo la amenaza del Jefe de la Policía de Cienfuegos de que tenía que irme de la ciudad. Por esa razón vine a La Habana y comencé a estudiar en un colegio metodista llamado Candler College, donde proseguí mi actividad política, razón por la cual a principios de 1958 fui expulsado del centro.

¿En qué organización política militabas en esa época?

Estuve en el movimiento estudiantil vinculado al Directorio Revolucionario 13 de Marzo hasta el triunfo de la revolución. Entonces, cuando se reorganizó la JS, que era la organización juvenil del Partido Socialista Popular, empecé de nuevo mis vínculos con esa organización. Fui su presidente en Cienfuegos y miembro del Comité Provincial en la antigua provincia de Las Villas, hasta que se produjo la integración de las organizaciones juveniles en la AJR, en la que llegué a ocupar el frente de propaganda en el Comité Provincial en Las Villas y a integrar el Comité Nacional. En esta organización participé en la creación de los comités de base en Cienfuegos, incluso en zonas rurales donde habían alzados contra el Gobierno.

Recuerdo que un dirigente campesino con quien participábamos en esas tareas, Juan González, más tarde perdió la vida en una emboscada. Mucho después, cuando ya estaba en el Comité Provincial, uno de nuestros choferes también murió en otra emboscada; se llamaba Héctor Martínez, un joven humilde de origen campesino y como todos nosotros, lleno de ilusiones. Fue una etapa muy triste en la que los cubanos nos enfrentamos en una guerra que no tenía sentido, porque era entre hermanos. Después el Gobierno de forma cruel desalojó de las montañas a muchas familias, con la pérdida de sus tierras y pertenencias bajo el pretexto de que cooperaban con los alzados en armas. Con esas familias se crearon pueblos fantasmas en Pinar del Río y en otras provincias. Fue una etapa sangrienta en la que se impuso el odio. Duró varios años y solo salió victorioso el totalitarismo, al implantar el miedo en la sociedad. Los cubanos en su conjunto, incluidos los que arriesgaron sus vidas por un ideal, salimos derrotados.

¿Hubo en esa etapa algún hecho significativo que te dejara marcado?

Hubo muchos. Recuerdo en Cienfuegos las primeras milicias que fueron a combatir al Escambray. Yo estaba en un batallón que mandaron para Cayo Loco, donde se encontraba el remanente de la Marina de Batista, que estaba bajo sospecha. También recuerdo el entusiasmo, porque en aquella época la revolución tenía un apoyo abrumador. Otro hecho muy emocionante fue la Declaración de la Revolución como socialista. Yo estaba hablando en una asamblea de la AJR en Sancti Spiritus y en ese momento venía un montón de gente por la calle con banderas rojas gritando ¡Viva la revolución socialista!, y era que Fidel Castro había proclamado el carácter socialista en La Habana, en vísperas de Girón. Al otro día, cuando muy temprano se conoció del desembarco por Girón, me subieron a un jeep sin saber para dónde iba y era para proteger con ametralladoras calibre 30 el aeropuerto de Santa Clara. Yo iba como una especie de Comisario, con milicianos que no tenían mucha experiencia, pero con una disposición total al sacrificio. La misión era proteger ese lugar estratégico, poco distante de la Ciénaga de Zapata, de los ataques de la aviación. Por suerte no pasó nada. Esos momentos nos marcaron, creíamos que íbamos a convertir a Cuba en un paraíso y abrumadoramente el pueblo estaba lleno de esperanzas. Había una confianza total en el futuro, en los líderes, en especial en Fidel, en el Che, en Raúl. Para muchos de los que procedíamos de la JS la referencia mayor era Raúl Castro; sabíamos que él había estado en la JS. Eran tiempos de un enorme entusiasmo e ingenuidad, sentimientos transformados posteriormente en una colosal frustración.

Después de esa primera experiencia en el movimiento juvenil ¿militaste en alguna otra organización política?

Milité en las Organizaciones Revolucionaria Integradas (ORI), llegué a ser Secretario de núcleo en el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), donde era Jefe de Departamento cuando se estaba formando el Partido en el seno de las ORI. Allí estaba Antero Regalado, un viejo líder campesino y otros dirigentes que eran altos funcionarios del INRA.

¿El INRA era en aquel momento algo como un Gobierno paralelo?

Sí, sí, era un Gobierno, incluso las Zonas de Desarrollo Agrario eran casi repúblicas y los jefes de esas zonas eran los que confiscaban la tierra, eran jerarcas con un poder tremendo. En la Dirección de Planificación de los Abastecimientos, donde yo trabajaba, al principio pusieron a un latinoamericano como responsable, pero el hombre resultó un desastre, y como no había más nadie, me pusieron a mí de Jefe. Yo tenía unos 21 o 22 años y mis conocimientos se limitaban al bachillerato. En aquella época recuerdo que al poco tiempo quitaron del INRA al Ingeniero Santos Ríos. El Presidente era Fidel Castro, pero en la práctica ese señor era el que dirigía el organismo; entonces lo quitaron y nombraron a Carlos Rafael Rodríguez, como presidente del INRA, y me pusieron en un cargo que yo no quería, porque sabía que no tenía conocimientos, mi objetivo entonces era estudiar economía en la Universidad de la Habana. Además, había unos planes especiales de Fidel Castro que solo él controlaba. A las tres semanas de terminarse el Plan del año se aparecían los enviados de los proyectos de Fidel con otros planes y entonces se desbarataba toda la planificación al desviarse los recursos… aquello era una locura.

¿Después de eso ocupaste algún otro cargo dentro del Gobierno?

Después pasé a la JUCEPLAN. Allí hicieron cambios de funcionarios y le pidieron personal a Carlos Rafael. Entre los que seleccionaron estaba yo. Fui a trabajar en el sectorial de la agricultura como Jefe del Departamento del Plan de Abastecimientos para la Agricultura y la Pesca. Trabajaba por el día y estudiaba economía por la noche en la Universidad de La Habana, hasta que se crearon los Equipos de Investigación Económica. Entonces me escogieron para trabajar en el equipo de Ganadería.

Unos meses después de haberse creado esos equipos parece que Fidel Castro decidió que algunos pasaran a trabajar directamente con él, siendo ubicados en la calle 11, cerca de donde vivía Celia Sánchez. Allí hacía lo que me mandaban, me pusieron en lo de la inseminación artificial, que fue una locura, porque un plan de inseminación se supone que se haga para un lote de vacas escogidas con determinadas características y aquello era inseminar a cuantas vacas aparecieran. Al mismo tiempo fui al campo y me di cuenta del desastre que había. Los propios guajiros y los dirigentes del INRA en el Escambray me enseñaban que aquello no iba bien. En ese tiempo tuve la oportunidad de comenzar a leer a algunos economistas del campo socialista. De los soviéticos recuerdo a Liberman, y a los polacos Oskar Lange, W. Brus y M. Kalecki, que planteaban críticas dentro del marco del socialismo.

Yo empecé a darme cuenta de muchas cosas y trabajando con Fidel Castro, comprendí que algunas cosas carecían de racionalidad, como la liquidación del estímulo material que ya el Che había propugnado, la destrucción sistemática de la contabilidad y los controles económicos y en particular la confiscación masiva de la propiedad privada. Fui espectador de la polémica entre el Che Guevara de un lado, que defendía el Sistema Presupuestario de Financiamiento, que era una monopolización de toda la economía, y Carlos Rafael Rodríguez de otro, que mantenía posiciones de autogestión, más lógicas y flexibles, aunque, como descubrí después, también impracticables en un sistema disfuncional. Teóricamente Carlos era brillante, pero además astuto y no sostenía la polémica directamente con el Che, sino a través de terceras personas. El Che era un hombre que con su teoría económica estaba totalmente equivocado, la historia se encargó de demostrar su error, y hoy en Cuba ni se menciona el Sistema Presupuestario.

Ante esa situación yo expuse mi criterio en el equipo, lo defendí y por eso me llevaron a una reunión para convencerme de mis "concepciones erradas". No me convencieron y entonces me llevaron a una discusión con José Llanusa Gobel, que en aquel momento era Ministro de Educación y persona muy cercana a Fidel Castro.

¿Qué ocurrió en esa reunión?

Tuvimos una discusión fuerte, él queriéndome convencer y yo cada vez más fortalecido con mis ideas por las propias cosas que él me decía, como esa de construir el comunismo y hasta suprimir el dinero. Yo le preguntaba: ¿sobre qué base económica y qué conciencia? Yo le aceptaba que tenía que haber estímulos morales, pero al mismo tiempo que había que pagarle más a la gente, en concordancia con la cantidad y calidad del trabajo realizado, que es lo que últimamente ha estado diciendo Raúl Castro. Llanusa me dijo que yo estaba muy mal.

Al poco tiempo compraron un toro en Canadá que parecía un elefante y nos mandaron un recado para que fuéramos a verlo. Allí estaba Fidel, impresionado, dándole vueltas al toro. Después se comprobó que lo habían dañado, parece que le sacaron mucho semen antes de venderlo, tanto que lo perjudicaron. Estando allí llegó Llanusa y se puso a hablar con Fidel; nosotros nos fuimos, pero al otro día por la tarde llegó Fidel con la escolta a nuestra oficina y empezó a decirme cosas ofensivas: nosotros sabemos con quién tú andas y con quién te reúnes. Yo le dije, mire Comandante, a usted le han informado mal, yo no me reúno con nadie ni ando con nadie, yo le estoy diciendo a usted lo que me enseñaron en la Universidad de la Habana. Él tomó aquello como una falta de respeto y se puso violento. Yo solo le dije la verdad, mis puntos de vista se fundamentaban en lo estudiado en la Universidad, donde nos impartían clases muchos profesores soviéticos e hispanos-soviéticos y donde El Capital de Carlos Marx era nuestro texto básico. En modo alguno, en aquel momento, yo deseada oponerme a su proyecto, pero no podía callarme ante tantos dislates y políticas disparatadas, que entre otras cosas estaban en flagrante contradicción hasta con las concepciones marxistas.

¿Pero eso tuvo alguna otra repercusión?

A los dos o tres días me llamó la jefa del Equipo y me dijo que tenía que irme de allí. Eso fue en julio de 1967, me sacaron y hasta enero de 1968 estuvieron enviando el salario a mi casa. En ese tiempo se produjo el juicio a "la microfracción". Entonces el secretario del Partido en La Habana, de apellido Betancourt, me citó para preguntarme lo que yo creía del juicio a "la microfracción", porque los planteamientos de los acusados casualmente coincidían con algunos de los que yo había hecho. Después me preguntó si seguía pensando igual. Le dije "sí, si yo le digo a usted que cambié, lo estoy engañando. ¿Usted quiere que yo lo engañe?". Me dijo "entonces te vamos a mandar a hacer una acción heroica para que te reformes, porque lo que pasa es que tú nunca has trabajado duro".

Me mandaron a sacar guano de murciélago en varias cuevas como La Jaula, en el camino que va para la Escalera de Jaruco, en Quivicán y en Pinar del Río, donde me enfermé, por eso me sacaron de allí y me mandaron a trabajar en el Cordón de La Habana, con brigadas de personas sancionadas por haber cometido delitos comunes. Aquello era humillante para mí, porque yo me consideraba un revolucionario. Fue una etapa muy dura, pero yo seguía en la revolución, seguía pensando que eran errores que se cometían y que había que soportarlos hasta que se corrigieran, pero el tiempo pasaba y no se resolvía nada.

¿Cómo fue posible que después de eso trabajaras en el servicio exterior?

Pasados casi dos años de castigo le escribí a Carlos Rafael Rodríguez y también a Osvaldo Dorticós, que me conocía de Cienfuegos. Entonces un buen día Llanusa me llamó y se disculpó conmigo; me dijo que se había cometido un error enorme y que él nunca mandó a hacer lo que hicieron, que si quería que trabajara con él. Le dije que no, que con él no trabajaba. Me preguntó ¿dónde quieres trabajar? Le respondí que en el Ministerio del Azúcar con Miguel Ángel Figueras, un licenciado en economía que había sido profesor mío y que era viceministro de ese ramo. Cogió el teléfono y lo llamó e inmediatamente comencé a trabajar en ese Ministerio, pero realmente yo estaba muy decepcionado.

Un día fui al Centro de Asistencia Técnica (CAT), que coordinaba Humberto Knight, quien un poco receloso me preguntó si quería ir para allá. Le dije que sí, porque siempre admiré a Carlos Rafael Rodríguez, que era quien dirigía esa dependencia. Carlos Rafael era un hombre muy inteligente y educado; provenía del antiguo Partido Comunista. Empecé a trabajar como un simple auxiliar, pero confeccioné una metodología para evaluar el trabajo de los especialistas extranjeros y fui felicitado por los organismos superiores. Entonces Carlos Rafael me llamó para que se la explicara. Cuando comenzamos a hablar, yo le digo: "Doctor, usted fue Comisionado en Cienfuegos al final de la revolución del 33", y él me pregunta: "¿Cómo tú lo sabes?" Se quedó mirándome y exclamó: "Ah, ¿tú no eres hijo de Oscar Espinosa?".

Resulta que mi papá me había narrado que una vez participó en la creación de un Soviet, lo cogieron preso y lo mandaron para La Habana. Entonces Carlos Rafael, que tenía funciones dentro del gobierno de los Cien Días, lo ve y le dice: "Ven acá cómo tú vas a estar preso en la revolución". Y mi papá le respondió: "Esto no es revolución, esto es una mierda". Lo ofendió, en ocasiones mi padre era algo agresivo, y el Partido Comunista en aquellos tiempos era extremadamente arrogante y sectario. Carlos Rafael me hizo ese mismo relato durante la conversación y me decía: "¡Tu papá era del carajo! ¿Tú no serás igual que él?"

En resumidas cuentas, me quedé a trabajar con él, a unos metros de su oficina en el Palacio de la Revolución, en la atención a las relaciones con Checoslovaquia y a Hungría. Después, también comencé a ocuparme de los vínculos económicos y científico-técnicos con Yugoslavia. Debo reconocer que en las oportunidades que pude estar al lado del Dr. Rodríguez, como lo llamaban respetuosamente en el exterior, aprendí mucho, sobre todo en lo concerniente a sus opiniones antidogmáticas y abiertas al diálogo; opiniones reservadas a círculos estrechos de personas por la posición que él ostentaba. Esto sin poner en duda nunca su posición de convencido marxista.

¿Qué hacías allí?

Atendía las Comisiones Intergubernamentales y ocupaba las secretarías en esas comisiones. Además, discutía con la parte extranjera el establecimiento de Acuerdos, Condiciones Generales de Cooperación y Convenios Estatales de Crédito, algunos con poderes especiales de Gobierno, algo raro pues nunca pertenecí al PCC, una condición casi básica para participar en este tipo de negociaciones. Después nos mudamos para Primera y B, en el Vedado, y estando ahí empecé a viajar. El primer viaje fue a Hungría en 1973, lo hice con Carlos Rafael. Por cierto aquello fue tremendo, había una cantidad enorme de documentos a suscribir y cuando fui a revisar la mitad de los documentos no se habían firmado, los tenían que firmar Carlos Rafael y Miklos Ajtai, vicepresidente del gobierno húngaro. Pensé que aquello iba a ser del carajo, sin embargo, hablé con Carlo Rafael abiertamente y le dije lo que había pasado. Me dijo "no hay problemas, ven para acá", y se pusieron los dos a firmar después que había pasado el acto de las firmas y la televisión.

También estuve muchos años de secretario de Checoslovaquia y participé en muchas sesiones con vicepresidentes del gobierno cubano. Por ejemplo con José Ramón Fernández, con Ricardo Cabrisas y otros altos dirigentes. Mi departamento atendía también la parte comercial de las empresas del Comité Estatal de Colaboración Económica. Tenía una relación laboral buena, pero pienso que no se me aprobaba como Jefe de Departamento por el problema que había tenido con Fidel Castro.

¿Qué es lo que no se aprobaba?

No estaba nombrado, era un cargo del Comité Central, yo lo ejercía pero no estaba nombrado. Estuve así como diez años, viajando, negociando millones de rublos y después iban los ministros y vicepresidentes a firmar. Se hacían diferentes negocios, por ejemplo los jóvenes que se mandaron a Checoslovaquia, a Hungría a trabajar. Me refiero a los cooperantes. Todos esos documentos yo los negocié, incluso en el caso de Checoslovaquia los discutí con un viceministro checo. Pero eso no funcionaba bien. Lo que ocurría era que aquí le decían a los muchachos que no podían traer esto y lo otro, que solo podían recibir una cantidad de coronas y el resto se las tenían que dar al Gobierno. Así y todo, los muchachos estaban locos por irse para allá. Además, los checos y los húngaros manifestaban que aunque nuestros jóvenes eran muy enamorados y se fajaban mucho, a la hora de trabajar eran superiores a los de otros países.

¿Hasta cuando estuviste en ese tipo de trabajo?

Atendiendo Hungría y Checoslovaquia estuve hasta 1984, entonces me designaron Consejero Económico en Belgrado, Yugoslavia. Tenía una oficina y una gran autonomía. Esas cosas siempre crean fricción con el embajador, pero laboralmente no tenía problemas. Comenzó la Perestroika y yo expresé que estaba de acuerdo con Gorbachov. Entonces un yugoeslavo me hizo un acercamiento que yo, aunque lo informé al centro de la Seguridad que había allí, no lo puse en conocimiento inmediatamente del embajador, me demoré algunas horas. Ellos aprovecharon esa situación y la tomaron como pretexto porque me querían sacar, ya Fidel había estado allí en una visita que hizo a Belgrado y me había visto y por la cara que puso fue evidente que no le gustó mi presencia. Entonces, cuando voy a Cuba de vacaciones, en abril de 1987, me dijeron que no podía regresar. Me manifestaron que querían preservarme, que el enemigo me quería hacer daño. No me dejaron regresar ni a recoger las cosas. A mi esposa, Miriam, que también era diplomática a cargo de los asuntos de cultura, prensa y deportes, sí la dejaron regresar a recoger nuestras pertenencias y siguió trabajando en el MINREX, pero a mí me sacaron del sector y me enviaron a trabajar al Banco Nacional.

Allí, en calidad de especialista, atendí empresas del Poder Popular y del Ministerio de Comercio Interior y empecé a hacer planteamientos acerca de la necesidad de hacer reformas. En marzo de 1992 me citaron a una reunión en la que sacaron hasta el problema con Fidel. Me dijeron que cómo iba a estar planteando cosas que se habían discutido en el último Congreso del Partido. Yo les expresé que yo no tenía por qué aceptar lo acordado en el Congreso, que no era militante del Partido, y empecé a discutir con cifras tomadas de la misma institución. Entonces me sacaron del Banco y remitieron para un banquito que está cerca de mi casa a llevar papeles sin importancia, donde tú y yo nos conocimos. Bueno, poco a poco empecé a hacer artículos a máquina y a repartirlos por todas partes, a los amigos. Ahí tú tuviste el contacto conmigo. También compañeros de Payá comenzaron a tener vínculos conmigo. Los papeles que hacía a máquina, tú me ayudabas más tarde a reproducirlos en computadora. Entonces se fue ampliando el círculo de conocidos y empecé a tener un programa por Radio Martí que se llamaba Hablando con Chepe, hasta que caí preso en 2003, fui a prisión y me condenaron a 20 años.

¿Qué efecto tuvo esa condena en una persona como tú que había dedicado toda su vida a la revolución y al socialismo?

Fue muy duro, incluso hubo un momento muy delicado para mí, fue cuando me trasportaron para Guantánamo a cumplir la sanción. Hasta el gobierno de Batista hubiera sido más limpio en la forma en que me juzgaron, las acusaciones eran mentiras. Fueron tan burdos que me las dieron por escrito: que si yo era agente de los norteamericanos, cuando todo el mundo sabe que nunca he estado de acuerdo con la política de Estados Unidos hacia Cuba; que si tuve reuniones con varios congresistas norteamericanos, cuando ellos sabían que lo que yo le había planteado a esos congresistas era que quitaran el embargo. Eso fue una cosa realmente terrible. He llegado a la conclusión de que yo he seguido la línea revolucionaria y que es el Gobierno el que ha estado en contra de esa línea, que se ha convertido en inmovilista, conservador y contrarrevolucionario, que no es ni nacionalista, porque en práctica ha dañado la identidad nacional, ha empujado a irse del país a millones de cubanos, y una parte considerable de la población que queda en la Isla anhela también marcharse.

¿Sientes odio hacia alguna de esas personas que te hicieron daño?

No, yo trato de evitar el odio, porque te bloquea la inteligencia. Hay que buscar un punto reflexivo para tratar de entender, pues hay algunas cosas que no son fáciles de comprender. Yo he llegado a la conclusión de que en Cuba no puede haber una salida a la crisis sin la reconciliación. Esa es la única vía que tenemos los cubanos, como pasó en España, como pasó en Chile. Por supuesto puede haber justicia —justicia para todo el mundo—, pero Cuba no tiene ninguna posibilidad de resolver sus problemas, si no es sobre la base de un compromiso nacional y de la reconciliación. Hay que buscar un compromiso. Mi idea es que podemos iniciar un proceso de diálogo que pueda terminar, como pasó en los años 30, con una nueva Constitución que se parezca en su espíritu lo más posible a la de 1940. Ahora, la situación es tan grave que hay que tomar una serie de medidas como son el acceso de los campesinos a la tierra, ampliar el rango del trabajo por cuenta propia, permitir la pequeña y mediana empresa y después una Constituyente que siente las bases como se hizo en el 40 donde participaron conservadores, cristianos, comunistas, liberales, todo el mundo. Esa es mi propuesta.

Pero antes sentiste odio ¿Eso significa que has evolucionado?

Sí, hubo una etapa… Tengo que reconocer que yo provengo de las filas comunistas, donde se hablaba de la lucha de clases y que de cierta forma se pregonaba el odio, pero yo he superado todo eso, me he dado cuenta de que eso no lleva a ninguna parte, que no te permite analizar, porque partes de una serie de prejuicios y llegas a un análisis parcializado. Por supuesto soy un ser humano y tengo sentimientos, me han perseguido bastante y puede ser que en algún momento, en algún análisis que haya hecho, me haya dejado ganar por ese tipo de sentimiento. Trato de evitarlo, incluso en mis trabajos, y no me acomplejo por eso, he juzgado a algunos dirigentes cubanos en términos positivos cuando han expresado cosas que considero acertadas. Por ejemplo, el discurso de Raúl Castro el 26 de julio de 2007 lo sigo considerando un discurso realista y lo he dicho, incluso mucha gente me ha atacado por eso y por muchas más cosas que se he manifestado sobre personas que no son precisamente amigos míos. Creo que debo seguir por esa línea, para que el odio y los prejuicios no me cieguen al hacer los análisis. Hay una norma que trato de seguir, no sé si lo logro siempre, y es tener el corazón muy caliente y la mente fría.

¿Ocurre que cuando las revoluciones llegan al poder y se convierten en fuente de derecho, los propios revolucionarios terminan siendo víctimas?

Estoy consciente de eso, pero eso no es revolución. Aquí lo que ha habido es un asalto al poder por una gente que quiere el poder sobre todo, eso no lo califico de revolución. El hecho de que alguna revolución haya tenido violencia, no quiere decir que toda revolución tenga que usar la violencia. Ha habido muchas revoluciones en distintas esferas de la vida de los seres humanos que han sido de avance, de desarrollo, de progreso. Yo no asocio la revolución necesariamente con la violencia.

¿Lo ocurrido te ha llevado a alguna rectificación en tus ideas?

A la conclusión que he llegado es que las distintas doctrinas no dan la verdad absoluta. Creo, por ejemplo, que las concepciones que defienden bien la propiedad privada o bien la propiedad social, no son contradictorias y pueden coexistir. Hay muchos países en el mundo donde existe la propiedad pública real —no como en Cuba donde eso es una ficción— y al mismo tiempo existe la propiedad privada, hay mercados, hay competencia; o sea, que se pueden compatibilizar las dos cosas. Las sociedades más exitosas en el mundo son las que han empleado este modelo, de una forma u otra.

Por ejemplo en el índice de desarrollo humano del PNUD en niveles de vida, en riqueza por habitante, en transparencia, en índices muy bajos de corrupción, están esas naciones como Holanda, Noruega, Suecia, Finlandia, Canadá, Dinamarca, cada una con sus peculiaridades, porque eso no se puede calcar. Ese es el camino.

Ahora mismo, primero con la caída del Muro de Berlín y después con esta crisis económica mundial, se ha demostrado que ni el individualismo ni el estatismo extremo tienen soluciones. Hay que ir en busca de una sociedad donde esté la propiedad privada, porque el deseo de reconocimiento social y de tener éxitos materiales, dentro de determinadas regulaciones y controles puede ser altamente beneficioso; pero al mismo tiempo es útil la propiedad pública, porque en muchos sectores los niveles de ganancia no son muy atractivos para la iniciativa privada y ahí el Estado tiene que jugar un papel más importante. Actividades que, aunque no den réditos altos, hay que hacerlas, como la educación, la salud pública, y otras ramas donde el Estado tiene que estar presente por la razón apuntada o por motivos estratégicos. Me refiero, por supuesto, a un estado democrático.

¿Te defines como marxista?

No, yo diría francamente que no. Porque incluso a Marx, cuando se le preguntó si era marxista dijo que no. Marx es un hombre que hay que estudiarlo en su tiempo. Los problemas del siglo XIX no son los de hoy. Pedirle a Marx soluciones para los que tenemos actualmente es un error. Incluso algunos de sus planteamientos no se cumplieron. Rosa Luxemburgo, su seguidora, en su análisis de la teoría marxista, reconoce que la Teoría del Empobrecimiento Absoluto de la clase obrera no funcionó; la proyección de que el socialismo iba a triunfar primero en Europa Occidental, donde había una clase obrera más numerosa y desarrollada, tampoco funcionó. No creo que Marx quisiera convertirse en un pitoniso. Hay un solo texto donde habla de futuro que es en la Crítica al Programa de Ghota, por eso yo no soy un marxista, me parece un absurdo.

Yo creo que el mundo necesita una serie de soluciones que no se pueden buscar ni en el siglo XIX ni en el XX, hay que desarrollarlas ahora, incluso instituciones que fueron tan valiosas en el siglo XX como el Fondo Monetario o el Banco Mundial, tendrán que adaptarse a las nuevas circunstancias. Varias concepciones, válidas en el pasado, hoy con el avance indetenible de la globalización, la ciencia y la tecnología, son obsoletas. Necesariamente se impondrán novedosas formas de pensar e interactuar en el mundo. Creo que la cooperación internacional asumirá un rol mucho más importante que hasta el momento. A su vez habrá mejores posibilidades para combatir la ignorancia, el hambre y la miseria a escala planetaria, así como los retos para la vida humana de carácter medio ambiental. Estoy seguro que este proceso llevará al fortalecimiento de la Organización de la Naciones Unidas, dándosele a esta institución muchas más facultades.

Fuiste excarcelado bajo 'licencia extrapenal'. ¿Qué es eso?

La "licencia extrapenal" por enfermedad significa que puedo volver a prisión cuando se considere que me he curado; cosa que es absurda porque mis enfermedades son crónicas. Ellos me citaron al Tribunal Provincial del Municipio Playa dos años después de salir de prisión para recordarme eso, para decirme que no puedo salir de La Habana sin permiso, que tienen una Comisión en el barrio que me está supervisando y en función de lo que diga, yo puedo regresar a la cárcel. Aquí arriba de mi apartamento, en el número ocho, hay una oficina de la Seguridad del Estado, que pienso está monitorearme. Incluso no me dejan salir al exterior. Han aplicado políticas diferentes con las distintas personas, a algunos de los liberados sí les han dejado salir. Yo pedí ir para Estados Unidos, pero me lo negaron. Incluso he sido invitado a eventos en Polonia, Puerto Rico y otros lugares y, aunque he efectuado todos los trámites establecidos, nunca recibí la autorización para salir: la famosa Tarjeta Blanca.

¿Cómo estableciste la relación entre economía y política?

No se pueden separar. En eso Marx sí pudiera tener algunos elementos positivos, él decía que las relaciones de producción son la base de una sociedad y yo sigo creyendo que es así, sin negar que haya una interacción entre la base y la superestructura. Yo creo que si hay más libertad económica, va a haber más libertad política. En eso Fidel Castro está claro, él se niega a que haya alguna apertura económica porque sabe que una cosa lleva a la otra, eso sería inevitable. Los norteamericanos tienen enormes restricciones en el comercio con Cuba, no dan créditos, hay que pagarle antes de que lleguen las mercancías, no compran nada, hay que utilizar barcos extranjeros. Sin embargo, con todos esos obstáculos, ya Estados Unidos está por lo menos en la cuarta posición en el comercio con Cuba, por lo tanto eso va a tener influencia. Si existiera más libertad, nos sentiríamos más dueños de nuestro futuro, eso le daría un impulso a las luchas por las libertades políticas, a la creación de un propicio tejido económico.

La Ley de la Entrega de la Tierra en Usufructo está llena de cortapisas y eso no es por gusto; está bien pensada para que la gente no se sienta propietaria, por lo tanto yo sí creo que hay un nexo muy grande entre política y economía. Cuba es un país con un entorno geográfico y tradiciones sociopolíticas mejores que China, pero aún en China, con las transformaciones económicas, la gente empieza a luchar; ahora mismo con esta crisis y el cierre de empresas las protestas allí son enormes, ni que decir de Rusia. La libertad es también un elemento de producción. Yo defiendo esa tesis, en la medida que la competencia juega un papel más importante hay más libertad de movimiento, de pensamiento, para poder escoger la mejor variante en un mundo cada vez con mayores opciones, donde el diálogo y el debate responsable y civilizado son indispensables para lograr un desarrollo sólido y sustentable.

¿Desde tu punto de vista cuáles serían los obstáculos principales para un cambio en Cuba?

La primera es la voluntad política de ir avanzando de forma gradual. Yo empezaría por la agricultura, dándole la tierra a la gente, dándole facilidades para que puedan pagarla, donde la gente pueda asociarse sobre la base de la voluntariedad. El Estado puede mantenerse en determinadas áreas, en eso no hay una contradicción. Y bueno… cuánto va a ser el área privada y cuanto el área pública, eso lo dirán los resultados y las condiciones concretas. Yo creo que la actividad pública puede ser eficiente en la educación, la salud pública y otros sectores. Antes de la revolución en Cienfuegos los estudiantes venían de la escuela privada a la pública en la enseñanza secundaria y no lo hacían porque fuera gratis, sino porque tenía más calidad. Pero al mismo tiempo se puede permitir la enseñanza privada con determinadas regulaciones, como lo era antes de 1959.

Cuando tuve que venir para La Habana lo hice para una escuela privada; de todas formas el Estado hacía exámenes de comprobación. No se puede caer en extremos. El extremo estatal cayó con el Muro de Berlín y el extremo neoliberal ha caído con la crisis actual. Ahora Obama quiere garantizar el seguro de salud a más de 40 millones de norteamericanos y mejorar la educación pública, por eso lo están calificando de socialista, eso es una tontería. Hay que promover las iniciativas privadas, son un decisivo factor de avance social y desarrollo económico, pero con determinadas regulaciones para evitar las ambiciones desmedidas, el enriquecimiento indebido.

¿Le das algún peso a la política norteamericana en los problemas de Cuba?

Yo sí creo que la política norteamericana tiene una responsabilidad en todo esto, y grande. Yo siempre he expresado que el gobierno cubano ha tenido dos grandes aliados: la Unión Soviética dio un apoyo económico inmenso al régimen, pero desde el lado político han sido los Estados Unidos, con su proceder equivocado, quienes han beneficiado al totalitarismo. La política de aislamiento y embargo ha sido oxígeno para los sectores más conservadores dentro del Partido y Gobierno.

En 2003 se publicó tu libro 'Crónicas de un desastre' y en el 2007 se publicó '¿Revolución o involución?' ¿Existe una relación directa entre ellos?

Existe una relación directa, son recopilaciones de artículos que expresan mis puntos de vista acerca de la génesis del drama cubano, las concepciones de cómo salir de la crisis y propuestas para la reconstrucción nacional, en un marco de reconciliación que deje a un dado los odios que por tanto tiempo han envenado a los cubanos. Se diferencian en épocas, Crónicas de un desastre comprende una época y ¿Revolución o involución? comprende otra. Yo diría que contienen una maduración del pensamiento, logrado por la meditación, el diálogo con otras personas, incluidas algunas con las que no coincido en variadas cuestiones, y los largos años de enfrentamiento al totalitarismo. Por ejemplo en el último libro hay una serie de artículos que hice sobre las Metas del Milenio, adoptadas por la ONU. Ello me llevó a realizar una significativa recopilación de datos, de estudios de la historia de la teoría económica cubana que demuestran que la Cuba de antes no era un desastre, como señala la propaganda oficial. Investigando he llegado a la conclusión de que efectivamente había serios problemas que lastraban el progreso nacional, pero Cuba había avanzado de 1902 a 1958 a pesar de los gobiernos y no por la voluntad de los gobiernos.

La sociedad civil cubana avanzó en la educación y la salud pública. En esta última tenía en aspectos importantes una situación superior a países europeos, con indicadores como el número de médicos por habitantes, la esperanza de vida, la mortalidad infantil. Tanto en educación como en la salud había avances comparables con Europa, no con América Latina, donde los únicos países que se podían comparar con Cuba eran Chile, Argentina, Uruguay, quizás Costa Rica. Cuba no empezó en 1959, independientemente que después se hicieron grandes esfuerzos y que en la medicina y educación se llegó a favorecer a sectores que estaban marginados antes de 1959, sobre todo en zonas rurales. Lamentablemente, hasta esos avances, logrados por los esfuerzos del pueblo, están inmersos actualmente en un proceso de involución al carecerse de la indispensable sustentación económica.

En el prólogo a 'Cuba, ¿Revolución o involución?', Carmelo Mesa Lago dice: los documentados trabajos de Oscar Espinosa han inspirado e influenciado la obra de muchos economistas cubanos en el exterior. ¿Qué significa para ti esa afirmación y cómo ha sido tu formación para alcanzar ese nivel de profesionalidad?

Bueno a mí me enorgullece que una persona que admiro tanto y que pienso que es el mejor economista cubano vivo, que trabaja para organismos internacionales como la Organización Internacional del Trabajo, haya realizado esta evaluación sobre mi trabajo, eso para mí es algo muy alentador. Lo que yo he hecho es buscar datos, información, resumir, investigar sobre las propias cifras oficiales, buscando sus falsedades. Utilizar datos de CEPAL, de Naciones Unidas, de revistas extranjeras, de la prensa. Si vas a mi casa, vas a encontrarte miles de recortes de periódicos y revistas como El País o ABC, El Mundo, El Nuevo Herald, The Economist e incluso de factura oficial como Granma y Juventud Rebelde, que se dedican a hacer análisis de economía y también de hechos sociales, históricos. Me gusta mucho la historia, lo que más me gusta es la historia, soy un fanático de ella, siempre tengo un libro a mano. Muchas veces veo paralelos en la historia de Cuba, muchas cosas parecen repetirse, por ejemplo la obcecación de España por no hacer reformas, por mantener una posición inmovilista, esa posición de no hacer nada en aquella época se convirtió en una de las causas fundamentales de las guerras de independencia. Y ahora aquí está sucediendo una cosa parecida, la obcecación del gobierno cubano hace que se cierren todas las puertas. Hasta ahora no hay peligro de estallidos, pero nadie sabe si esta situación se mantendrá.

Tus trabajos contienen recomendaciones de importancia, pero el Gobierno, que es quien puede implementarlos, no los tiene en cuenta. ¿Qué importancia tiene tu labor?

Yo me conformo con leer mis artículos por la radio extranjera y que alguien los escuche. Me conformo con saber que algunas personas los reciben por internet, o los leen en periódicos editados en el exterior. Que algunas entrevistas que doy para la televisión de otros países llegan aquí, gente que te dice, ¡te vi en la televisión! Estoy conforme con las copias que generosamente reproducen los amigos. Es el comienzo, estoy seguro que todo cambiará para mejorar. Un tiempo atrás no teníamos internet, ahora con muchas dificultades la tenemos, quién sabe si el día de mañana también la pueda tener en mi casa.

¿Consideras que esa semillita en un momento determinado pueda germinar?

La idea es esa, hay que sembrar para el futuro, quizás yo lo vea o no lo vea, pero modestamente estoy tratando de colaborar de forma independiente, porque tú sabes que no pertenezco a ninguna organización. Algunas veces me piden una colaboración y la doy, al que no la quiera no se la doy, y participo así dando mis ideas. Hago lo que puedo, incluso pienso, como tú dijiste, que mi trabajo puede ser útil al propio Gobierno y ojalá sirva para conducir a Cuba hacia la democracia, yo no tengo inconveniente en eso, ojalá, y sin aspiración personal alguna.

¿Para ti cuál es la Cuba deseable y cuál la Cuba posible?

Para mí la Cuba deseable es la que trazó en líneas generales la Constitución de 1940, me parece que esa Cuba responde al deseo expresado por José Martí de una "república con todos y para el bien de todos".Ese es mi ideal de Cuba, donde sean compatibles las aspiraciones individuales, incluyendo la propiedad privada, la existencia del mercado como herramienta importante de distribución de los recursos, la competencia, las posibilidades de superación; con una participación pública importante que complemente la iniciativa privada, siempre sobre la base de un control democrático; que existan debates, partidos políticos, pero que no haya que esperar las elecciones para la toma de decisiones. Esas características las considero posibles. No creo que sea un sueño, es algo que otros han logrado y me pregunto por qué nosotros no podemos también obtenerlo con tesón, con inversiones fuertes en la educación, en la cultura, que preparen el terreno para avanzar hacia ese destino. Yo creo que en la historia, el pueblo cubano ha mostrado tener motivaciones, aspiraciones y puede llegar a eso.

¿Qué acontecimientos dejaron una huella profunda en tu persona?

Algunas cosas han dejado huellas profundas de forma positiva o de forma negativa en mi persona. La victoria del primero de enero de 1959 me hizo soñar con muchas cosas, para terminar en una enorme frustración nacional. Fue un día que nunca podré olvidar. Mi trabajo en el movimiento juvenil, luego como diplomático tratando de obtener ventajas para mi país. Siempre he cumplido con mi deber, con mi conciencia. Quizás con equivocaciones, pero siempre con la mejor voluntad de hacer algo útil para Cuba. En cuanto a aspectos negativos también hay hechos que me han marcado. En 1967 me expulsaron de los equipos de Investigación Económica y me enviaron a recoger estiércol en las cuevas y a trabajar con delincuentes; en 1987 me sacaron del sector de las relaciones exteriores; en 1992 fui expulsado del Banco Nacional; botaron a Miriam, mi esposa, de su trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores, precisamente por continuar conmigo. Otro golpe de una potencia terrible fue cuando me detuvieron en 2003 y condenaron a 20 años de cárcel, en condiciones infrahumanas. Todo eso fue muy duro, pero bueno, gracias a la vida, a Dios, no sé a qué, siempre me levanté, aunque no fue fácil.

Cuando falleció tu madre estabas en la cárcel…

Mi madre falleció unas semanas después que salí de prisión. Pude estar con ella, ya estaba muy mal, una parte del tiempo estaba inconsciente, sufriendo mucho. Ella fue un ejemplo de trabajo, de tesón, de lucha y además muy tolerante. Nunca fue comunista, siempre rechazó esos conceptos. Ella era creyente, pero era tolerante. Jamás, aún en la etapa en que yo milité en los grupos marxistas, se opuso; respetó mi decisión como la respetó cuando decidí oponerme al totalitarismo.

¿Te sientes realizado?

Yo me siento realizado, siento que hice algo por mi país, que en determinado momento me fue difícil porque he recibido la incomprensión de muchos compatriotas, pero también se recibe la cosecha. El pueblo toma conciencia y muchos compatriotas se incorporan al movimiento de oposición, muchos intelectuales, gente valiosa. Creo que el objetivo de la sociedad que quiero, de reconciliación nacional, ese concepto que lleva tantos años conmigo, está triunfando y eso realmente es reconfortante.

¿Tienes amigos y/o enemigos?

Yo no considero a nadie mi enemigo, aunque algunos sí me consideran un enemigo. Yo no odio a nadie, yo he desechado el odio, porque el odio no te deja pensar. Como ser humano puede ser que en determinado momento me enfurezca y la ira me gane, pero siempre trato de desechar eso. Tengo muchos amigos, personas que realmente estimo, incluidas algunas con las cuales tengo puntos de vista distintos. Tú mismo eres una de esas personas, algunas veces hemos discutido, confrontado nuestras ideas, pero seguimos amigos. Hay personas en el exterior con las que nunca he hablado personalmente pero que llevo años hablando por teléfono: economistas, especialistas, periodistas. Así tengo muchas personas que me ayudan, que quieren apoyarme en mi lucha.

Tu madre era católica ¿sus creencias tuvieron alguna influencia en ti?

Mi madre fue católica, muy creyente, pero jamás quiso imponerme sus creencias. Mi padre fue comunista pero terminó siendo un creyente católico. Después él se fue de Cuba y murió en Nueva York. En sus últimos años rechazó totalmente este sistema y murió como creyente, católico, muy, muy creyente. Era un hombre inteligente, incluso cuando era comunista me puso a estudiar en una escuela primaria metodista, la Eliza Bowman, dirigida por misioneras norteamericanas, de las cuales conservo excelentes recuerdos. Cuando no era creyente me aconsejaba estudiar la Biblia, porque la consideraba muy valiosa. Después conocí a otros comunistas que pensaban igual. Por ejemplo a Carlos Rafael Rodríguez, que conocía la Biblia muy bien y la citaba bastante. Está la historia de Juan Marinello, en una oportunidad le preguntaron que si se quemaba su biblioteca qué libros iba a rescatar y respondió: la Biblia.

Haciendo una valoración de tu vida ¿consideras que debes de cambiar algo o estás conforme?

Estoy conforme con todo lo que he hecho en mi vida. Me siento muy orgullo porque hice en cada momento lo que mi conciencia me dictó. Cuando trabajé con Fidel Castro pude hacer lo que hacía todo el mundo y no hubiera tenido ningún problema, pude mantener una posición oportunista y aceptar todo lo que se decía allí. También cuando me sacaron del trabajo de relaciones exteriores pude haberme adaptado, tenía hasta una posición laboral muy buena, incluso firmé muchos documentos a nombre del Gobierno, aunque no era militante del Partido. Se me envió a diferentes países como asesor, a Granada, donde estuve con Maurice Bishop, a Corea del Norte, donde estuve con Kim Il Sun. No tenía necesidad de buscarme ningún problema, pero mi conciencia me dictaba otra cosa y ellos me tomaron como si fuera enemigo y me llevaron a esta posición.

Después de todo tengo que agradecerles, con las persecuciones y el acoso me llevaron a comprender que la situación cubana es imposible de resolver con tibias reformas, sino que se necesita un cambio radical de todo el disfuncional sistema que ha conducido la nación al desastre. Yo soy hijo de la burguesía, porque mi familia tenía dinero, mi madre tenía una compañía farmacéutica, propiedades en Cienfuegos y en La Habana; todo eso yo lo dejé de lado y me uní a la revolución sin ningún interés material. No me uní a la revolución por un interés ni de clase ni de nada, sino por la justicia social y amor sincero a mi país.

He llegado a la conclusión de que la democracia es fundamental, es un arma política, un arma social, un arma económica. La democracia y la libertad son componentes indispensables para el desarrollo de una nación en todos los campos; el respeto a la soberanía individual, en un marco legal democrático es uno de los factores determinantes para el avance de los pueblos. Yo pienso que una de las grandes ventajas de la sociedad norteamericana y de otras sociedades es que han sabido mantener un equilibrio y un poder de autocrítica por generaciones.

¿Qué figuras de nuestra historia han tenido influencia en tu formación?

Hay personalidades de nuestra historia en las cuales encuentro referencias insustituibles. En primer lugar Félix Varela, cuando uno lo lee se pregunta, pero ¿cómo este hombre en esa época podía decir tales cosas? Porque no es lo que dijo, sino cuando y con qué visión lo dijo. Otra figura es Martí, personaje cimero en la historia de Cuba, sin soslayar a genios militares y políticos como Antonio Maceo y Máximo Gómez. No se puede olvidar al tercer descubridor de Cuba, a Don Fernando Ortiz, que es una piedra angular de la cultura cubana, un hombre que en oportunidades rechazó tentadoras ofertas políticas porque quería mantenerse al margen de los partidos, y poder realizar sus análisis sin ningún compromiso. Juan Gualberto Gómez, un hombre que de esclavo llegó a ser una personalidad extraordinaria. Enrique José Varona…, hay incluso algunas figuras que habrá que rescatar con independencia de que hayan cometido errores, como es el caso de algunos autonomistas que jugaron un papel importante en la formación de la conciencia nacional, porque muchos de ellos, de forma astuta, utilizaron las limitadas libertades que dio el gobierno español para crear las condiciones que después permitieron a los luchadores por la independencia demostrar que ya no había otra alternativa que la separación total de España. Está Jorge Mañach y también Ramiro Guerra, uno de los textos más importantes que se han editado en Cuba es su libro Azúcar y población en las Antillas. La lista de hombres extraordinarios que ha producido nuestra pequeña isla es enorme.

¿Deseas agregar algo?

–Creo que lo dicho es lo fundamental, eso es lo que puedo decir.

 


Una versión previa de esta entrevista, realizada en abril de 2009, fue publicada entonces en la revista Con Todos.

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