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Opinión

Aquellos que renuncian a una libertad esencial

Ser disidente en Cuba, ser disidente en EEUU (a raíz de un artículo publicado en 'Granma').

La Habana

Hace casi cuatro años, cuando comencé a escribir para havanatimes.org y se lo contaba a ciertas amistades, me aconsejaban que tuviera cuidado, "no sea que te acusen de disidente". Yo respondía que solo ejercía el derecho elemental a expresar mis opiniones. Más tarde, me descubrí aclarando mi posición ante otras personas, especialmente ante quienes pretendía entrevistar: yo no era una disidente, sobre todo, no tenía nada que ver con "los blogueros", denominación que me sonaba incluso a mala palabra. Y es que aquí, una no sabe a ciencia cierta si la disidencia es un delito del que pueden acusarnos, pero hemos creado una reacción condicionada que nos hace saltar ante el término.

Así de negativa es la connotación que tiene entre nosotros el calificativo de disidente, y así de aterrador es. Una no se detiene a preguntarse: ¿Y qué si soy disidente? ¿Qué si me opongo al Gobierno? ¿No tengo derecho a estar en contra? Para muchos de mis compatriotas la respuesta a esa pregunta es no. Otra buena cantidad, ni siquiera se cuestiona. Lo que está claro es que nadie quiere ser calificado de disidente.

Por eso, cuando el viernes 16 de agosto vi el titular Los disidentes en el periódico, estaba segura de que leería alguna nueva "hazaña" de la disidencia interna, que contribuiría a desacreditarla, y a reforzar nuestra convicción de que no debemos permitir que nos confundan con ellos.

El artículo no fue escrito por ningún periodista de nuestros medios oficiales, sino por David Brooks (periodista mexicano), y publicado originalmente en La Jornada. No tiene nada que ver con los disidentes cubanos, ni con Cuba, sino con los casos de ciudadanos norteamericanos que han sido o están siendo acusados por el gobierno de Barak Obama según la Ley de Espionaje, o por divulgar secretos oficiales. Los dos más conocidos son el analista Edward Snowden y el soldado Bradley Manning.

"Casi todos (arranca el texto) hablan de cómo creían en la retórica oficial de su país, en la misión de Estados Unidos como guardián mundial de la democracia, como faro de esperanza libertador, como ejemplo para la humanidad.

"Casi todos recuerdan que por eso se sumaron a las filas de agencias de inteligencia, a las fuerzas armadas, al Departamento de Estado o al FBI…".

Casi todos los disidentes que he entrevistado (ninguno se describe con este término, así es que me disculpo por intentar agruparlos bajo la denominación empleada por la oficialidad) hablan de cómo creían en la retórica oficial de nuestro país, de cómo creyeron en la revolución y sus líderes, de cómo gritaron consignas hasta perder la voz.

Casi todos recuerdan que por eso se sumaron a las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba o cumplieron misión internacionalista.

Pero repito que el artículo en cuestión, Los disidentes, no tiene nada que ver con Cuba, ni con la disidencia interna del país, sino con valientes ciudadanos norteamericanos, cuya actitud es ponderada incluso en el discurso oficial de nuestro país. Aunque no sé si se trata tanto de ponderar su actitud, como de criticar la del gobierno de los Estados Unidos. 

Sin embargo, al leer el título encontré inevitable la comparación entre los disidentes cubanos, que en el imaginario popular tienen un estatus que roza el de los criminales (¿por qué será?), y los disidentes del artículo de David Brooks, que pagan las consecuencias de enfrentarse al poder en su país, para intentar defender los derechos humanos de sus compatriotas o mostrar al mundo lo que en su opinión es la verdad sobre las invasiones norteamericanas a Afganistán e Iraq. Muchas personas en su país y en el mundo los ven como héroes. 

El autor afirma que "aunque las autoridades (norteamericanas) insisten en que solo están aplicando la ley, los críticos sospechan que más bien se trata de suprimir las libertades de expresión y de prensa, y sobre todo la disidencia entre las filas oficiales".

Estoy segura de que para muchos será casi una herejía que yo vea alguna similitud entre los protagonistas del artículo de David Brooks y la llamada disidencia interna cubana.  ¿Qué pueden tener en común quienes denuncian las violaciones de los derechos humanos por parte del gobierno de Estados Unidos, y quienes denuncian las violaciones de derechos por parte del gobierno cubano? Solo pueden existir diferencias, y la principal es que mientras el soldado Bradley Manning (quien acaba de declarar su deseo de vivir como mujer y ha pedido que se le llame Chelsea E. Manning) tuvo la oportunidad de recibir un juicio justo, los disidentes cubanos carecen del más elemental derecho a réplica cuando el Gobierno los acusa de mercenarios pagados por EEUU.

A aquellos se les juzga según una Ley de Espionaje; a los cubanos (como al escritor Raúl Rivero) se les puede encausar por escribir contra el Gobierno.

David Brooks termina con una frase de Benjamín Franklin: "Aquellos que pueden ceder una libertad esencial para obtener un poco de seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad".

Leí este artículo hace poco más de una semana y no he logrado dejar de preguntarme cómo es posible que el periódico Granma publicara ese texto, con semejante título y semejantes ideas. ¿Somos tan poco inteligentes los cubanos, que la dirección del Partido (el Granma es su órgano oficial) no considera la posibilidad de que nos cuestionemos las libertades a que hemos renunciado, por la tan recurrida necesidad de seguridad contra ese eterno enemigo que nos acecha?

Recuerdo las palabras del Miembro del Buró Político y Primer Vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel, en su discurso de clausura del noveno Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba: "estamos en un mundo lleno de mitos e hipocresía, en el que se habla de democracia, libertad de prensa, y nada de eso tiene sentido en un mundo de hegemonismo, de espionaje, de amenazas de guerra, de hambre, de analfabetismo". ¿Se equivocaba entonces el señor Benjamín Franklin, o la libertad de prensa no es una libertad esencial? 

¿Será que en el afán de mostrar la doble moral de los gobiernos norteamericanos, defensores de las libertades ajenas y capaces de cercenarlas a sus propios compatriotas cuando lo creen necesario, los encargados de la prensa oficial en nuestro país terminan por dar la razón a los cubanos que exigen libertades de prensa, de expresión y asociación? ¿Estarán aplicando la lógica de que bien vale la pena perder un ojo para dejar ciego al enemigo?

¿Estarán mostrando a los disidentes cubanos lo que les podría suceder en una "democracia", para que concluyan que disentir trae problemas en cualquier parte, y que nuestras autoridades solo les dan el tratamiento normal?

O quizás, los encargados de nuestra prensa oficial se solidarizan con la disidencia y el enfrentamiento al poder, siempre que no se trate del poder del gobierno cubano ni, por supuesto, de aquellos con los que hace causa común.

Dudo que nuestra prensa publique algún artículo que presente como héroes, o como víctimas, a los que murieron en la Plaza de Tiannamen, ni a quienes se enfrentan al poder en Corea del Norte o Irán, para exigir libertades esenciales. 

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