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Sociedad

Suicidios en Cuba. Apuntes para un SOS

De cada 2.000 pacientes asistidos en consultas de medicina general por lo menos uno se suicida durante los dos primeros años, 10 intentan suicidarse cada año y alrededor de 50 tienen ideas suicidas.

Puerto Padre

La muerte por su mano resultó la última opción para un joven de 25 años residente en un céntrico barrio habanero; hábil para los negocios, pero que en menos tiempo del que lleva narrar esta historia acabó con sus días.

Según dijo la madre, su hijo había comprado una vieja motocicleta modelo ETZ de 250 centímetros cúbicos de cilindrada, de fabricación alemana, en Gerona, Isla de Pinos. Luego de algunas semanas de reparaciones, la motocicleta quedó como nueva. Sin regateos, un comprador pagó 7.000 CUC por ella, esto es 175.000 pesos cubanos en moneda nacional corriente, una pequeña fortuna.

Aunque poco después de efectuarse la transacción el joven se lamentaba: "No tengo amigos, mami, la amistad no existe". Al día siguiente, el joven de marras pendía de una cuerda.

"Él salió con el dinero, quería invertirlo en un carro y hacer otro negocio, era inteligente para eso. Entonces una mañana llegó buscándolo su mejor amigo, dijo que estaban vendiendo un moscovich como el que él necesitaba. Pero al otro día mi hijo regresó sin dinero, sin automóvil y con el semblante más triste que usted pueda imaginar. Lo habían estafado. Su propio amigo lo llevó a una encerrona entre jugadores. Amaneció ahorcado, hice la denuncia en la policía pero después toda la familia me obligó a retirarla. 'Ya él está muerto' dijeron, 'pero quedas tú, todos nosotros, y esa gente es peligrosa'. En La Habana hay lugares donde hasta la policía lo piensa dos veces antes de entrar", dijo la madre.

Haciendo un aparte, su esposo comentó: "ahora temo por ella, creo que va hacer lo mismo que él".

No resulta extraño que el marido de esta mujer tema por el posible suicidio de su esposa. Una joven de 33 años, con dos hijos, divorciada y también de padres divorciados, intentó suicidarse prendiéndose fuego. Aunque las quemaduras fueron atroces no murió, pero poco después lo conseguiría ahorcándose. De igual forma procedió una mujer ante el fracaso de su hijo, estudiante de Medicina. Otra señora terminó suicidándose cuando su único hijo, de 17 años, murió en un accidente mientras cumplía el servicio militar. Y un cochero, hasta entonces próspero, concluyó sus penurias empleando la soga de uno de sus caballos. Los cuatreros habían transformado los dos caballos con que ganaba el sustento en carne para la olla.

Sin embargo, los suicidios en Cuba no solo son opción de madres atribuladas o negociantes fracasados. El comandante de la Sierra Maestra, Eddy Suñol, que fuera viceministro del Interior acabó suicidándose. Igual camino siguió Haydée Santamaría, heroína del ataque al cuartel Moncada y presidenta de la Casa de las Américas. Y suicidio también cometió el doctor Osvaldo Dorticós Torrado, presidente de la República desde julio de 1959 hasta que, con la Constitución socialista de 1976, Fidel Castro ocupó el cargo.

Tendencia cubana al suicidio

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la conducta suicida representa la mitad de todas las muertes violentas en el mundo, traducidas en casi un millón de víctimas cada año, pronosticándose que para 2020 esta cifra puede ascender a un millón y medio. En 2001 las muertes por suicidio superaron en 500.000 a las ocurridas por homicidios y en 230.000 a los fallecidos en las guerras.

Más preocupante resulta que en muchos países el suicidio representa la primera o segunda causa de muerte de jóvenes de entre 15 y 19 años.

"Hay semanas que atiendo hasta 10 casos de intentos de suicidio en adolescentes", dijo a este corresponsal, pidiendo anonimato, una especialista en psiquiatría infantil y juvenil, que ejerce en una pequeña ciudad de apenas 30.000 habitantes en el oriente cubano. Obsérvese que según la OMS por cada persona que logra suicidarse entre 10 y 20 intentan la autodestrucción sin conseguirlo.

La necesidad de tomar medidas concretas para reducir la mortalidad por suicidio en Cuba se hizo evidente en el primer lustro de la década de los sesenta del pasado siglo.

Desde 1962 hasta 1970 el índice osciló entre 10,6 y 12,6 por cada 100.000 habitantes. Pero ya en la década de los ochenta la tasa de autodestrucción entre los cubanos superaba los 21 suicidios por cada 100.000 habitantes y, aunque en el 2004 el índice descendió a 13,3 por 100.000 habitantes, compárese con el de Argentina —donde en 2008 el suicidio fue la principal causa de muerte entre varones de 15 a 29 años—, que con una tasa de 19 muertes por cada 100.000 personas ocupa el tercer lugar en la región entre las naciones con más elevadas tasas de suicidio.

Según cifras del Ministerio de Salud Pública (MINSAP), de cada 2.000 pacientes asistidos en consultas de medicina general en Cuba por lo menos uno se suicida durante los dos primeros años de haber sido asistido, 10 intentan suicidarse cada año y alrededor de 50 tienen ideas suicidas.

Cabe preguntarse: ¿Por qué esa tendencia al suicidio en Cuba si según el Gobierno todos los derechos humanos básicos están garantizados?

En su libro Anatomía de la melancolía, ya Robert Burton (1577-1640), definía el suicidio como expresión de un estado depresivo severo. Pero quizás la mejor definición del suicidio llegada hasta nuestros días nos la legó en 1856 Pierre de Boismont: "El suicida es un desdichado o un loco". Tal concepto más tarde sería clarificado por Sigmund Freud desde el punto de vista del psicoanálisis, definiéndolo como una manifestación del alma inducida por el contexto o el hábitat del individuo.

Al conceptuarse el suicidio más que por factores genéticos por la conjunción de un desnormamiento espiritual y material, valga decir por una situación humana donde intervienen el ideal malogrado, la sensación de fracaso y la reacción agresiva, solo el conocimiento de las cualidades distintivas de los que triunfan pueden alejar el lastre de la frustración que conduce a la autodestrucción.

Sin horizonte

Hace más de 50 años, científicos estadounidenses dieron por sentado que más que la inteligencia es la persistencia lo que distingue la realización de la frustración. "Lo que más a menudo impide al ser humano distinguirse en su trabajo y en su vida personal es la pereza", confirmaron.

Según descubrieron en el Instituto Tecnológico del Illinois hay un método infalible para identificar la inercia. Según esos investigadores, toda persona que poseyendo un buen vocabulario presente una hoja de servicios pobre en realizaciones da una indicación positiva de pereza. Un buen vocabulario indica que se está bien dotado de inteligencia, de aptitudes y actitudes. "Que alguien no adelante provisto de tan fino instrumento, significa simplemente que no se aplica con diligencia", aseguraron los investigadores.

Sosteniendo tal afirmación cual hecho científico comprobado, ahora nos enteramos, nada menos que por medios oficiales, que si los cubanos somos una tribu de holgazanes proclives a la demencia y al suicidio es por nuestra incultura y falta de persistencia.

Entrevistada por el periódico Juventud Rebelde para el artículo titulado "Saber concebir y defender los proyectos de vida", publicado el pasado 5 de marzo, la profesora e investigadora de la facultad de Psicología de la universidad de La Habana Laura Domínguez dijo que los jóvenes cubanos no tienen una previsión del plazo para alcanzar sus proyectos profesionales, en los que no prevén los obstáculos que éstos puedan atravesar o no son lo suficientemente persistentes.

Veinte días después el órgano oficial del Partido Comunista, "fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado" en Cuba, publicó un artículo revelador ya desde el título: "Instruidos sí, cultos no tantos", decía Gramma.

Puesto que esta sociedad cubana poco persistente y no tan culta, valga decir inepta para conseguir la realización espiritual y material, es fruto de un sistema educacional y socioeconómico regido por el Partido Comunista, solo por comunistas, a quién imputar la falta de buena fe, valor, respeto, tolerancia, laboriosidad y cortesía de nuestros jóvenes, que los hacen vulnerables al fracaso profesional y personal, llevándolos a estados depresivos extremos, como el joven que perdió la vida a causa de una motocicleta sobrevalorada, o la joven que no soportó la pérdida de la familia, o el cochero quien perdió sus caballos a causa de los calderos vacíos.

El Partido Comunista, valga decir el castrismo, debía comprender que una nación no se manda como un cuartel, ni como una empresa monopolista; así tal vez los cubanos seremos más saludables sin las tasas de suicidios de las sociedades capitalistas que tanto criticamos.

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