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Sociedad

Sexo, todo el que venga

Puede que muchos jóvenes cubanos desconozcan que Australia es un continente, pero a la hora del sexo, se consideran 'expertos'.

La Habana

Todavía hay libreta de racionamiento. Escasea la papa, el precio de las frutas anda por las nubes y tomarse un jugo natural de naranja es un lujo. Las íntimas o almohadillas sanitarias se distribuyen cada dos meses —un paquete con diez— a las mujeres que menstrúan. Y conectarse a internet sigue siendo una fábula de ciencia ficción para buena parte de la población.

Sin embargo, el sexo es liberado. Un deporte nacional. Según algunos, la infidelidad entre las parejas es un gen que portamos los humanos. Si esos versados se dan una vuelta por Cuba, puede que confirmen sus teorías.

Y descubren que adolescentes de 12 y 13 años son ya "expertos" en la materia. Desconocen que Australia es un continente o que Henry Lee fue un independentista de la revolución norteamericana y no el creador de los jeans Lee. Pero a la hora del sexo, tienen innumerables historias que contar. A muchos varones, desde pequeños, los padres los educan que mientras más mujeres tengan, mejores machos serán.

Si en siglos anteriores los padres pagaban prostitutas para que desvirgaran a sus hijos, hoy no es necesario. La mayoría de los hijos están más actualizados y son más promiscuos que sus padres. Tener una "querida" o amante es sinónimo de masculinidad. Hay que ser un atleta del sexo, un "cabrón de la calle".

A más amantes, más tragos pagados a los amigos. En los bares se ofrecen consejos sobre cómo entrarle a una hembra imposible. Durante horas, se cuentan anécdotas sexuales sin dejar de beber cerveza de cuarta categoría o ron barato.

El sexo en Cuba es desordenado, pero tiene sus jerarquías. No es igual un chulo de barrio que un gerente de un hotel cinco estrellas, un capitán que un general, un diputado del aburrido y monocorde parlamento que un mandarín de corta y clava.

Las queridas de los superiores se respetan. Disimuladamente se les miran los senos o el trasero, pero se calla el piropo grosero o la propuesta indecente. Un jefe puede despedirte o hacerte la vida imposible si se entera que merodeas a su amante.

Mientras más estrellas tenga la charretera o si tu foto aparece entre los miembros del Comité Central, mayores posibilidades de darle mejores lujos a las amantes. Hasta puedes escoger: rubias, trigueñas, mulatas o negras. O tener una colección de cada una.

Con orgullo y discreción las muestran los fines de semana en las villas de recreo exclusivas para altos oficiales o en fiestas donde no asisten las esposas.

Ser querida de un personaje importante en Cuba, por otra parte, es sinónimo de categoría social. Como propulsadas por un cohete, las beneficiadas ascienden en sus puestos de trabajo. Por toda La Habana se comenta en voz alta el ascenso meteórico de una famosa reportera de la televisión, quien además de belleza posee talento. Según rumores, el afortunado que se acuesta con ella es "jefe de jefes".

Aún se recuerda que en los 90, cuando Carlos Aldana era el tercer hombre fuerte en la Isla, a cargo del sector ideológico en el partido comunista, llegó a tener tres "queridas" periodistas, las tres conocidas.

Hasta a Fidel Castro, entre tragos de Jack's Daniel, le gustaba hablar en privado sobre sus hazañas sexuales, como el romance que tuvo con la alemana Marita Lorenz y que ella ha contado en un libro.

En una revolución machista-fidelista como la cubana, tener aventuras amorosas te distingue de la manada. Es cosa de pícaros. De tipos con gancho. Un sello de virilidad que hace la diferencia.

Hace unas semanas, apareció una nota de Juan Juan Almeida sobre las francachelas de los oficiales cubanos en Angola. Daba un dato. Tomando como fuente al MINFAR, el 40% de las mujeres que estuvieron de misión en Angola, sufrieron acosos o violaciones sexuales.

Esa cifra nunca ha aparecido en Granma. Y Almeida hijo es una fuente altamente creíble. Vivió entre la crema y nata de los jerarcas cubanos. Su padre, en opinión de sus allegados, se llevó a la cama cuanta mujer le despertaba placer.

La gran diferencia entre ser querida de un dirigente y de un muerto de hambre, son los lujos y comodidades. El de pocos recursos te invita al cine y a la salida te compra rositas de maíz o un cucurucho de maní.

El "pincho" te regala un piso. Y si le satisfaces a plenitud, te compra un carro. Además, subes como la espuma en tu profesión. Hay mujeres que viven de sus amantes, como los chulos de las jineteras.

Y como a veces estos tienen más de una "novia", éstas se fajan entre sí, a ver quién le da más y se mantiene como la preferida. Recientemente, en una discusión entre dos jineteras, una le decía a la otra: "Yo sí soy una monstrua, a mí jevo le compré una moto y tres cadenas de oro. Las otras solo le consiguen pulovers y tenis Converse".

Se puede vivir en una casa de tejas en Carraguao o en una residencia en Miramar. Pero si te educaron a lo bravo, debes tener una "querida".

En una conversación entre tipos duros, si no hablas de novias, queridas o amantes, pueden tildarte de "católico" o "mongólico". Eso sí, hay que tener cuidado de no mencionar ni mirar a la amante del jefe.

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