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Iglesia Católica

Padre Alberto Reyes: 'La verdad es irrenunciable. A Jesucristo no lo crucificaron por quedar bien'

En entrevista con DIARIO DE CUBA, el sacerdote de la Arquidiócesis de Camagüey considera que la propuesta de mediación de la Iglesia ha sido acogida con frialdad por el régimen de La Habana.

Madrid
Padre Alberto Reyes. DDC TV
El padre Alberto Reyes y el periodista Michel Suárez.
El padre Alberto Reyes y el periodista Michel Suárez. Diario de Cuba

"Partiendo desde la verdad, todo es bienvenido", afirma el sacerdote Alberto Reyes, de la Arquidiócesis de Camagüey, una de las figuras más visibles y críticas de la Iglesia Católica en la Isla.

En entrevista con DIARIO DE CUBA, Reyes habla de las tensiones actuales con el régimen, de si es posible un diálogo que incluya la liberación de los presos políticos, y de las dificultades de la Iglesia para ejercer su función dentro de la Isla, entre otros temas.

En estos días se ha hablado de la posible mediación de la Iglesia Católica cubana. En su opinión, ¿se está planteando un diálogo para la liberación de presos políticos o para la solución del problema cubano?

Hasta donde tengo entendido, creo que es un diálogo más profundo. Es decir, para la solución de la situación. Estamos en un momento de estancamiento. No hay un presente, no hay un futuro. Y estamos como trabados. Creo que la postura de la Iglesia es: "vamos a empezar a hablar, a hablar con la verdad, a darnos cuenta que esto no va a ninguna parte".

Pero, para que haya un diálogo, tiene que haber disposición de ambas partes…

Sí. A mí me da la impresión —no estoy muy informado— de que la acogida de la propuesta de la Iglesia ha sido muy tibia, por no decir fría. No veo reacción. La Iglesia está haciendo lo que tiene que hacer, que es mediar, abrir un diálogo, invitar a dialogar. Claro, si no hay una respuesta, no hay diálogo. Ese sería para mí el mayor problema, que no se acepte una disponibilidad para dialogar.

Recientemente se han planteado problemas, por ejemplo, con las procesiones y otras "batallas" que se consideraban "ganadas" en el uso del espacio público. ¿Hay un retroceso?

La batalla nunca se ganó. Con el tiempo, el Gobierno fue abriendo espacios donde sentía que no había ningún peligro, ni ningún problema. La decisión [del Gobierno] es política: "Esto nos afecta, o no nos afecta; es peligroso para nosotros, o no es peligroso". Por eso, cuando en algún momento siente que una procesión puede convertirse tal vez en una manifestación o, de algún modo, ser peligrosa para ellos, entonces, claro, se cierra la puerta.

Una vez pregunté al padre José Conrado si prefería que hubiese procesiones y mensajes en la radio (y si eran imprescindibles para evangelizar), a cambio del silencio de la Iglesia en temas cruciales. Usted se imaginará la respuesta que me dio…

Las procesiones son un modo de expresión pública de la fe. Los mensajes radiales son muy buenos, pero no imprescindibles, no son lo esencial del mensaje cristiano. Absolutamente de acuerdo con el padre Conrado. La verdad es irrenunciable, por una cuestión evangélica. A Jesucristo no lo crucificaron por quedar bien con los demás. Lo crucificaron por todo lo contrario, precisamente por decir la verdad. Y era una verdad incómoda.

Después de la visita de San Juan Pablo II, se restauró el día de Navidad como festivo. En el periódico Granma salió un titular diciendo que "nunca había sido un problema de persecución", sino que se había suspendido por la zafra azucarera. Eso no es verdad.

Por tanto, no podemos partir de una mentira. Sí, hay que perdonar, hay que decir borrón y cuenta nueva y pasar página, pero siempre con la verdad. Ahora dicen que nunca hubo una persecución contra la Iglesia. Sí pasó, yo viví esa persecución desde niño. Si para que algo venga hay que renunciar a la verdad, es que eso no es evangélico.

¿Le llama mucho la Oficina de Asuntos Religiosos del Partido Comunista?

A mí no, llaman a mi obispo. Es decir, se quejan con mi obispo…

¿Qué le dicen?

"Mire lo que ha escrito el padre Alberto, mire lo que ha dicho. ¿El voto de obediencia ya no existe?". Claro, no entienden el voto de obediencia, que no tiene nada que ver con que yo exprese mis opiniones respecto de la sociedad. Mis redes no tienen que ver con el voto de obediencia. Mi obispo les ha dicho en repetidas ocasiones: "hablen con el padre". Y la respuesta siempre ha sido la misma: "No tenemos nada que hablar con el padre".

Se nota cierta paralización en los nombramientos de la Iglesia Católica en Cuba. Hay muchos obispos pasados de edad. ¿Qué está pasando?

No lo sé. No estoy muy al tanto de ese mecanismo. Pero tampoco hay mucho donde escoger. También puede pasar que se lo propongan a alguien y diga que no. Ser obispo, en este momento, es algo muy duro, muy difícil. Es una carga muy fuerte. Yo compadezco a los obispos, ciertamente, pues tienen que lidiar con muchas cosas, y más en los tiempos que corren.

El Vaticano, históricamente, no ha elegido obispos a sacerdotes críticos con la situación política de Cuba. ¿Se corre el riesgo de que las mejores mentes, los más preparados, teológica e intelectualmente, no sean los nombrados debido a su perfil político?

Esto influye también. Yo entiendo que el sacerdote, por su naturaleza, es el hombre de todos. Entonces, cuando se convierte en bandera discutida y alza la voz, tiene seguidores y detractores. Eso lo coloca en una postura. Si una persona, de entrada, no tiene buena relación con las autoridades, ahí tenemos un problema. Entonces, es más complejo elegir obispo a una persona así.
 

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